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Reeditarán obras de Jorge Ibargüengoitia

Yanet Aguilar Sosa| El Universal
Martes 22 de enero de 2008
Recuerdan el legado del cuentista, novelista, dramaturgo, ensayista y traductor mexicano, quien dejó una vasta producción identificada por el humor y el sarcasmo

yanet.aguilar@eluniversal.com.mx

Igual que otros escritores como Vicente Leñero, Jorge Ibargüengoitia pensó dedicar su existencia al estudio y la práctica de la ingeniería, pero terminó seducido por la literatura; dejó los números y se volcó a las letras durante los años que le concedió la vida. No fueron muchos, murió el 27 de noviembre de 1983, al estrellarse el avión en que volaba de París a Madrid, con destino final Colombia.

De seguir con vida, el autor de Los relámpagos de agosto y Las muertas cumpliría hoy 80 años de aventuras, de llevar al extremo su humor y su sarcasmo, aunque él, en una breve autobiografía dijo: “Yo creo que he sido un escritor cómico, pero no soy burlón. La burla supone algo de odio o de crueldad, o de desprecio. Generalmente trato de escribir sobre algo que me produce cierta simpatía”.

A 80 años del nacimiento del cuentista, novelista, dramaturgo, ensayista y traductor guanajuatense, varias instituciones lo recuerdan: grupo Planeta relanzará bajo el sello Joaquín Mortíz varias obras en la Biblioteca Jorge Ibargüengoitia, el Fondo de Cultura Económica publicará su libro El niño Triclinio y la bella Dorotea, ilustrado por Magú, y la Coordinación Nacional de Literatura inaugura hoy la exposición Los pasos de Ibargüengoitia. A 80 años de su nacimiento (Brasil 37, Centro).

El autor que Juan Villoro definió como “el cronista rebelde de una nación avergonzada de su intimidad e incapaz de ver en su historia otra cosa que próceres de bronce”, quedó huérfano de padre cuando tenía 18 meses, eso motivó que se criara entre mujeres, entre su madre y muchas tías que querían que el varón de la casa se hiciera ingeniero.

Antes que su pasión por las letras nació su amor por la aventura. En 1940 ingresó al grupo de scouts del Colegio México, donde conoció a Manuel Felguérez, el pintor con quien mantuvo una larga amistad que tenía en común el arte, uno plasmado en el lienzo y el otro en las letras donde encontró el humor como un vehículo para mostrar su visión de la historia de México.

Aunque se enamoró del teatro al presenciar un montaje del escritor Salvador Novo y se dejó guiar en ese arte por Rodolfo Usigli, en la novela descubrió su rumbo: “Los relámpagos de agosto no me permitió ganar dinerales pero cambió mi vida, porque me hizo comprender que el medio de comunicación adecuado para un hombre insociable como yo es la prosa narrativa”.

Entre otras novelas escribió: Maten al león, Los relámpagos de agosto, que obtuvo el Premio Casa de las Américas en 1964, Estas ruinas que ves y Los pasos de López, último de sus libros publicados. Dicen que al morir, llevaba muy adelantada su novela Isabel cantaba, que se quemó al estrellarse el avión donde también viajaban los escritores Ángel Rama, Martha Traba y Manuel Scorza, así como la actriz Fanny Cano.



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