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"Vivimos del lado falso del espejo": Millás

Héctor de Mauleón| El Universal
Martes 28 de noviembre de 2006
El escritor español Juan José Millás promueve su libro Laura y Julio, sobre la identidad y la suplantación; "me interesa la relación entre el original y la copia: es uno de los grandes temas que recorren el mundo", señala

GUADALAJARA, Jal.- Camina por los pasillos de la FIL. Se detiene ante algunos libros. Cuando no conoce a su autor, realiza "la prueba de fuego": intenta leer completa la primera página.

"Un gran libro se conoce desde la primera página -dice-. Cuando no la puedes leer completa, el libro no vale la pena"

-Como escritor, ¿pone la sangre en la primera página para atrapar a sus lectores?-. Juan José Millás niega con la cabeza. "Pongo la sangre en la primera página para atraparme a mí", dice.

El escritor valenciano promueve en la FIL su nueva novela, Laura y Julio (Seix Barral, 2006), un libro sobre la identidad y la suplantación: un hombre ocupa el departamento vacío de un amigo, y al hacerlo usurpa su ropa, sus costumbres, "incluso su mirada sobre el mundo".

-La usurpación es una tradición de la literatura. ¿Cómo se interesó en esto?

-Me interesa la relación entre el original y la copia: es uno de los grandes temas que recorren el mundo. A veces, la única diferencia entre ambos es el precio. Lo vemos con la piratería, que es algo que metaforiza la relación del hombre con el espejo. ¿En qué lado del espejo somos más reales, somos más nosotros? Si tuviera que decir de qué se trata mi novela diría que de alguien que va al otro lado del espejo porque se quiere mirar desde ese lado para saber cómo es.

-No es la primera vez que el tema de la identidad aparece en su obra...

-Las relaciones entre apariencia y realidad, verdad y mentira, me interesan mucho. Estoy obsesionado con los sitios en los que podemos encontrarnos con nosotros mismos.

-Supongo que se refiere a los que habitan su obra: los roperos, los rincones, el abismo que se abre bajo la cama y tememos tanto cuando somos niños...

-Creo que todos esos lugares metaforizan nuestro lado oscuro. Escribir es abrir esa puerta que poca gente se atreve a abrir. Leer es lo mismo: en la lectura hallamos respuestas imposibles de encontrar en cualquier otro ámbito de la realidad.

-En sus libros hay cierta obsesión, también, por los pasillos...

-El recorrido que hacemos cuando vamos del dormitorio a la cocina no es sólo ir de un sitio a otro de la casa. En realidad, vamos de un sitio a otro de nosotros mismos. En las casas antiguas había grandes pasillos. Hoy están desapareciendo, por razones económicas. Pero el pasillo era un espacio fantástico para un niño. Ahí revisaba sus miedos, todo su laberinto interior.

-¿Cree que la desaparición de los grandes pasillos hace más difícil ir hacia nosotros mismos?

-Es más difícil, no solamente porque no haya pasillos, sino porque estamos más alienados. Vuelvo a la pregunta: ¿de qué lado del espejo vivimos? Yo creo que del lado falso, del lado malo, fascinados por cosas de cartón. Estamos en el lado de la realidad que es un puro decorado. El protagonista de mi novela hace decorados para cine, y a veces no distingue entre un decorado y una casa verdadera. Se encuentra a veces más a gusto en el decorado.

-¿Estar en el lado malo es un hábito reciente?

-Es algo que se está acentuando. Estamos marcados por el consumo. Nuestro modelo de democracia es Estados Unidos. ¿Eso es un decorado o una democracia de verdad? También estamos perdiendo el lenguaje. El que utilizamos hoy es más pobre que el de hace 30 años. Me sorprende que los ecologistas se asusten cada que desaparece un escarabajo, y que nadie haga nada frente a la desaparición de las palabras. Con ellas desaparece la realidad: las cosas son en tanto las nombramos. Pero los jóvenes están perdiendo el lenguaje, tienen una mala relación con él.

-¿Cómo es la suya?

-Desde pequeño he estado fascinado por el mundo de las palabras. He tenido una relación un poco patológica con ellas. La relación entre la palabra y el objeto que nombra es arbitraria. Pero yo confundía la palabra con el objeto. No entendía por qué, cuando yo decía "casa", veía dentro de mi cabeza una casa, y cuando decía "ca", no veía media casa... Sigo teniendo con ellas una relación extraña. Creo que hay palabras que matan y palabras que curan. Una palabra puede hacer mucho daño. También mucho bien.

-¿Cómo trabaja con ellas?

-Esta novela me costó más trabajo desescribirla que escribirla, despojarla de todos sus elementos retóricos. Me gusta ese tipo de literatura que parece simple, y en la que el ruido del motor no llega nunca al lector. El ejemplo es La metamorfosis de Kafka, que en su simpleza aparente es la novela que mejor ha contado el siglo XX.

-En la primera línea de "La metamorfosis" hay mucho de la literatura de Juan José Millás. Un hombre despierta un día convertido en un insecto: la cotidianeidad toca lo fantástico.

-Kafka es uno de los autores más importantes de mi biografía lectora. Por él sé que lo más fantástico ocurre en lo cotidiano, y que no hay gente más rara que la normal. Me gusta la literatura en la que lo reconocible se convierte de pronto en amenaza. Los asesinos seriales, por ejemplo, suelen ser gente amable, que ayuda a los niños a cruzar los semáforos.

Kafka nos ha enseñado que con frecuencia las cosas más atroces se revelan en mundos aparentemente normales.



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