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La poesía, un arma contra la violencia

Sonia Sierra| El Universal
Domingo 22 de octubre de 2006
Ganador del llamado "Nobel alternativo", el Festival Internacional de Poesía de Medellín es un punto de reunión entre creadores y una ciudad que vive el peligro y la adversidad

Moravia es un cerro de Medellín -segunda ciudad colombiana- que creció nutriéndose con la basura que por años arrojó el resto de la ciudad. Se alzó hasta convertirse en el hogar de pepenadores y, sobre todo, de desplazados de la guerra, campesinos a quienes la amenaza de las bandas de paramilitares o las guerrillas izquierdistas los obligó a dejarlo todo para no acabar "cargando lápida".

Hasta ese "botadero" llegó hace años un grupo de poetas africanos y colombianos que coincidía en la ciudad en el Festival Internacional de Poesía de Medellín.

"La gente tenía miedo de ir con los poetas; pero empezaron a salir: primero fueron los niños, luego las madres, los padres... eran desplazados, incluso había paramilitares. Ese estrato también recibió a la poesía", dice Fernando Rendón, director del encuentro que el mes pasado fue reconocido en Estocolmo con uno de los premios Nobel Alternativos 2006 que otorga la Fundación Right Livelihood Award.

El jurado argumentó el reconocimiento al festival por "haber hecho florecer la creatividad, la belleza, la expresión libre y la comunicación en medio del miedo y la violencia, y haber podido superar las dos cosas".

Como al cerro de Moravia, el festival ha llegado también a las esquinas más altas de las llamadas comunas Noroccidental y Nororiental -tristemente célebres durante los años 80 y 90 como escenarios de violencia-, cárceles, hospitales, universidades, bibliotecas, teatros, museos, sedes sindicales, colegios, casas de cultura, parques, tabernas, coliseos, estaciones de ´metro, fábricas, iglesias y reservas ecológicas.

A partir del festival, por esta ciudad han pasado autores como el alemán Hans Magnus Enzensberger, el chileno Gonzalo Rojas, el poeta italiano Giuliano Scabia, el argentino Juan Gelman y el premio Nobel de Literatura Wole Soyinka. El iraquí Muhsin Al-Ramli, que leyó en junio de este año para el público su poema No a liberar a Irak de mí, acabó identificándose con los transeúntes de la ciudad que lo saludaban a la voz de "Yo soy Irak", a la cual él respondía: "Yo soy Colombia".

Creado por poetas reunidos en torno de la revista Prometeo (fundada en 1982), el festival ha contado también con la presencia de los mexicanos David Huerta, José Emilio Pacheco, Juan Bañuelos, Irma Pineda, Adolfo Castañón, Coral Bracho, Homero Aridjis, Natalia Toledo, Elsa Cross y María Baranda, entre otros.

Justamente, algunos de ellos son quienes han destacado el espíritu singular que en torno de la poesía se da en la ciudad y la respuesta multitudinaria ante este género literario.

Tras su visita en 1999, Hans Magnus Enzensberger escribió un artículo donde decía: "Un enigma es todo esto; todos se preguntan cómo es posible una metrópoli de la violencia que arde en deseos de escuchar poesía... Tal vez sea preciso viajar hasta el otro confín de la Tierra para salirse de esa atmósfera de insensibilidad que reina en nuestro ámbito cultural, y para convencerse de que unos cuantos versos -¡quién lo hubiera imaginado!- pueden -todavía hoy- insuflar espíritu a toda una ciudad, como en tiempos homéricos".

¿Qué explica este fervor alrededor de los poetas? Fernando Rendón dice que "en Colombia hay una violencia áspera y la gente se refugia en la poesía porque cree que ésta la puede salvar". En su origen, el festival nació como una respuesta cultural y pacífica ante la crisis de violencia que padeció la ciudad en la década de los 80 y 90 a manos de los cárteles del narcotráfico. Nació en uno de los años más duros para la ciudad, una época de explosiones de carros bombas y asesinato sistemáticos de jóvenes, por un lado, y policías por el otro.

Dice Rendón, "el festival se ha convertido en un democratizador de la cultura, de la reunión, un espacio donde convergen diversas culturas sin distinción".



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