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Hay patologías que ayudan a vivir: Alberto Ruy Sánchez

Sandra Licona| El Universal
Martes 04 de julio de 2006
Apasionado del cine y el baile, el escritor ha desarrollado una exploración poética y narrativa en torno del deseo y el erotismo femenino en diversos libros, también con raíces árabes y musulmanas

En Alberto Ruy Sánchez la pasión por el cine, la literatura, el arte popular y la pintura se combinan con su vocación de editor y promotor que da batallas por la cultura. Pero, además, hay un gusto particular: el baile.

Aprendió a bailar -cuenta- porque cuando vivía en Francia (de 1975 a 1982) y salían a divertirse, su mujer (Margarita de Orellana) "se iba a la pista de baile con el primer negro que pasaba", mientras él se quedaba platicando con la novia de éste. "Margarita baila muy bien, es de origen cubano, a ella la arrullaban con música de Celia Cruz y Bola de Nieve (Ignacio Jacinto Villa), y cuando empezamos a salir, íbamos a todos los antros del Centro donde tocaban los viejos cubanos.

"Yo bailaba con la típica torpeza que hace que mis hijos (Santiago y Andrea) digan que aunque yo quiera bailar salsa, lo único que me sale natural es la Danza del venado. Entonces me decidí a aprender. Sigo sin bailar bien, pero bailo mucho, como dice Margarita."

Una prueba de esa otra pasión es que, junto con su equipo de trabajo de la revista Artes de México (incluida su esposa), tomó clases de expresión africana, hace algún tiempo, en Casa Lamm

- Además de afectiva, ¿tiene una relación de tipo literario con sus familia, sobre todo con sus hijos?

- Traté desde siempre de no ser encimoso, y no soy de las personas que levantan el dedo y le dicen a la gente lo que tiene que hacer. Con mis hijos he tenido una relación poco directiva, pero es un hecho que viven entre libros y ahora que han salido de la adolescencia compartimos más cosas, pero los libros que les apasionan son los que ellos mismos han descubierto, por ejemplo, desde niños se apasionaron por los libros de Pancho (Francisco) Hinojosa, que es un autor infantil excepcional. Santiago ha comenzado a estudiar antropología y compartimos algunas lecturas, pero a él le interesan temas como los que cuenta Oliver Sacks, que son increíblemente trágicos, patologías neurológicas, cada una más interesante que la otra. Andrea se inclina más por el mundo árabe, pero no por influencia mía, sino porque estudia Relaciones Internacionales. Son bastante independientes en sus opiniones y en sus gustos, aunque físicamente tienen mucho de mí y de Margarita.

Defensor de la Ley del Libro, miembro del patronato de la Biblioteca Vasconcelos y director, desde 1988, de Artes de México, revista que ha recibido más de 50 premios internacionales, Ruy Sánchez acaba de publicar Nueve veces el asombro, en el que Mogador y el deseo vuelven a estar presentes.

- El deseo, ¿patología o vicio?

- Mi vicio son los libros y tratar de frenar el ego. Todas las cosas buenas y malas en la vida son producto de una patología, pero hay patologías que te ayudan a vivir. Por ejemplo, vivir con la misma persona 30 años, leer y escribir, en mi caso, necesito hacerlo todos los días. Por otra parte, me interesa mucho la dimensión estética de la vida, creo que incluso la mejor política se define si ésta pone atención o no a la dimensión estética de la vida.

- ¿El deseo forma parte de esta dimensión estética de la vida?

- Es un interés que se ha ido modificando y que toma muchas formas, se inició más bien como una preocupación por entender mi condición limitada de típico macho mexicano al comenzar a vivir con mi esposa (Margarita) hace muchos años, y el interés por comprender la naturaleza del deseo femenino y del deseo masculino.

Ruy Sánchez inició en la década de los 80 una exploración poética y narrativa en torno del deseo y el erotismo femenino, que arrancó con su novela Los nombres del aire, la cual se convirtió en un libro de culto, y continuó con los títulos En los labios del agua y Los jardines secretos de Mogador.

En su más reciente libro, editado por Alfaguara, el escritor intenta responder a las preguntas más frecuentes que le hacen sobre Mogador, esa ciudad mítica que, junto con Marruecos, le ha revelado a Ruy-Sánchez las raíces árabes y musulmanas de su propia identidad.

- ¿En qué momento está su reflexión en torno del deseo?

- Muy pronto te das cuenta de que no hay una solución, que es una pregunta siempre viva.

- Y que en su caso ha producido muchos libros, ¿no?

- Y muchos más en proyecto porque siempre impregna cualquier preocupación, además el interés por el tema ha crecido en el mundo entero.

- Escribió hace un tiempo un libro que se titula Con la literatura en el cuerpo, ¿usted nació con la literatura en el cuerpo o se la encontró en el camino?

- Tengo una noción de la literatura que está vinculada con la experiencia familiar de escuchar historias y compartirlas. No es una preocupación libresca en un principio, sino de tradición oral, familiar. Vengo de una familia sonorense, emigrada a la ciudad de México, y en las reuniones familiares, desde niño, siempre las abuelas, los abuelos, los tíos y mis papás contaban historias, ahí comenzó el germen literario. Siempre he sentido un corte radical entre la gente que vive la literatura como si fuese una referencia prestigiosa y otra que la siente dentro, en el cuerpo. Hablo de la literatura con "l" minúscula y del cuerpo como el de alguien a quien le gusta que le cuenten historias.

- ¿Esas historias estaban vinculadas con el desierto?

- En gran parte sí, porque las historias más antiguas de la familia tienen que ver con el pueblo donde nació mi abuelo paterno: Álamos, un pueblo minero donde sucedió, además, una de las historias fundadoras de la familia, que es el accidente por el cual mi abuelo perdió parte de la mano jugando con pólvora, cuando le explotó un cohete. Fue una cosa muy importante porque, además, este abuelo era una persona llena de expresividad y capacidad para entrar en contacto con los demás, tanto que hacíamos la broma de que era tan cariñoso que te podía acariciar incluso con los dedos que le faltaban.

- Es curioso, pero su literatura no tiene que ver con el lenguaje árido y seco de la gente que viene del norte.

- Tiene que ver con el hecho de que yo fui y vine muchas veces. Cuando iba para Sonora me decían que hablaba como Cantinflas, y cuando venía a la capital decían que hablaba como Piporro. Me acostumbré a ser de todas partes. Lo mismo me sucedió viviendo en Europa, fui por ocho meses y me quedé ocho años. Me fui en 1975. Había intelectuales de primerísima en Francia.

- Su formación en Francia no sólo fue en el ámbito literario, sino en el de la reflexión política.

- Es que es inevitable, siempre me ha interesado la actualidad y, al mismo tiempo, he tenido un aborrecimiento por los partidos que le dicen a la gente qué pensar. Más que la política, me ha interesado la filosofía política, el periodismo, el cine, pero finalmente lo que más me interesa es la literatura.

Conocido entre sus amigos como El Pollo, Ruy Sánchez vive rodeado de libros y entre fotografías de sus seres queridos, en una casa de grandes dimensiones donde las entradas de luz hacen los pliegues que guardan su intimidad.

-A la hora de definir si su obra es novela poética o poética narrativa, ¿con cuál se queda?

- Desde muy pronto llegué a la conclusión de que los géneros literarios son convicciones culturales, de la misma manera que el acento con que se habla en cada región. Tengo que ser lo que necesito ser y no definirme con anterioridad. Somos lo que uno va eligiendo, y lo mismo pasa con los géneros literarios, es decir, siempre parto de lo que necesito expresar, el cómo va a ser clasificado no me importa. De hecho hay tradiciones literarias más antiguas en las cuales las distinciones no son tan claras: por ejemplo, en el mundo árabe, las figuras poéticas son más complejas y variadas de las que tenemos hoy.

- Su literatura está cerca de esa tradición.

- Y también del mundo barroco, donde hay géneros y subgéneros que toman un poco de todo, pero las influencias no vienen sólo de las tradiciones literarias, sino de la pintura y el cine, siempre me ha interesado mucho lo visual. Por ejemplo, la creación de Los jardines secretos de Mogador, como realidad literaria, está íntimamente vinculada con la película Las amargas lágrimas de Petra Von Kant (1972) de Rainer Werner Fassbinder, donde los protagonistas viven una pasión, filmados casi en medio plano, y al fondo hay un tapiz donde otros personajes, pintados, son como sus ecos. En la literatura hace falta esa parte referencial, que también tiene la obra de Samuel Beckett. Mis editores venden mis libros como novelas, pero el título más inclasificable de todos es el que acabo de publicar, Nueve veces el asombro. Una revista de poesía, Sibila, lo publicó en España como un poema, otra publicación en Francia lo dio a conocer como ensayo, y la edición canadiense del mismo texto (en francés) lo clasifica como novela.

- Los jardines secretos de Mogador se convirtió en un libro de culto y a usted lo volvió una especie de " pop star" de la literatura, ¿cómo lo asume?

- Uno lo vive sabiendo que no se lo merece, que es un regalo y, como tal, se agradece. El hecho de que sean muchas mujeres las que me leen tiene que ver con mi preocupación por tratar de entender el universo femenino. Mis libros están hechos de largas y prolongadas conversaciones y, en muchos casos, prácticamente son encuestas, muy personales, sobre el erotismo en la mujer, incluso durante el embarazo. Es algo que va y viene. Cuando presentas un libro te conviertes en alguien público, pero con antelación estás en la imaginación de la gente. Uno empieza a funcionar en el deseo de los otros.



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