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Reaniman herencia musical de Sofía Cancino

Juan Solís| El Universal
Domingo 15 de enero de 2006

La ópera fue la gran pasión de la maestra Sofía Cancino. Su labor en la docencia, en la promoción y, en menor medida, en la ejecución del bel canto provocó el reconocimiento de los amantes del género.

Sin embargo, hay una faceta en su vida artística que aunque poco explorada revela un talento mayor: la composición.

Sofía Cancino fue autora de poco menos de un centenar de piezas, entre obras para orquesta sinfónica, óperas, orquesta y coro, música de cámara, piano solo y piano y voz.

De hecho se cree que Cancino puede ser la primera compositora mexicana en crear una sinfonía en el siglo XX, y una de las pioneras del minimalismo.

De ahí que Esperanza Pulido en su libro La mujer mexicana en la música (1958) se haya referido a Cancino como "un gran talento", que compuso "obras mayores como óperas y sinfonías".

A pesar de todo, la obra de Cancino de Cuevas permanece inédita. Su hija, Beatriz Cancino, con la ayuda del cornista Alejandro Duprat, se ha dado a la tarea de ordenar y registrar la obra de su madre con el fin de que alguna orquesta se interese por tocar su música.

La señora Cancino

Sofía Cancino nació en la ciudad de México el 29 de julio de 1897. Su esmerada educación la obtuvo en el Colegio Francés.

Según datos consignados en el Diccionario de la ópera mexica na, de Octavio Sosa, ingresó a clases de piano en la academia del maestro Pedro Luis Ogazón, de la cual egresó en 1919.

Fue un hecho trágico el que, según su hija, provocó que Cancino optara por seguir la carrera de composición. Su hermana más chica se casó y tuvo hijos. El tercero nació enfermo. Estaba en una incubadora. Un día, a la hora que le tocaba comer, Sofía Cancino lo sacó. El niño murió en sus brazos.

Escribió entonces una marcha fúnebre. A partir de eso, alguien le sugirió estudiar composición.

"Mi mamá ya estaba casada cuando se metió a estudiar a la Facultad de Música -recuerda Beatriz Cancino-. Yo tenía como seis años. Eso era asombroso en su época. Que una señora se metiera a estudiar era admirable."

"A mi papá no le hacía nada de gracia, ni a su papá tampoco. Pero es que ella tocaba el piano de maravilla. Tenía la música adentro."

Cancino se trasladaba desde la cale del Carmen, en San Ángel, hasta el centro de la ciudad para estudiar. En ese entonces la escuela estaba ubicada en un sector del edificio de Mascarones, en San Cosme, donde tenía su sede la Facultad de Filosofía de la Universidad.

Cancino estudió composición con maestros de la talla de Jesús M. Acuña, Manuel M. Ponce y Julián Carrillo. En 1938 obtuvo el título de "Maestra en música, carrera de composición", según se lee en el título profesional conservado por su hija.

La composición y la promoción no fueron las únicas actividades en la vida de Sofía Cancino de Cuevas. También ejerció la crítica musical en diversas publicaciones.

La maestra, que dominaba el inglés, el francés y el italiano, además del español, también escribió ensayos y cuentos. Murió en la ciudad de México el 16 de diciembre de 1982.

La compositora

Si bien del catálogo se desprende que Cancino compuso algunas piezas para piano voz en 1931, es hasta los últimos años de su estancia en la Facultad de Música que su producción se torna más copiosa.

Sosa señala que el Concierto para piano y orquesta, que se encuentra extraviado, se estrenó en 1937.

Por su parte, Beatriz Cancino sólo recuerda que "en el año de 1938, en el Auditorio de la Preparatoria, en San Ildefonso, tocaron una de sus obras. Hubo grandes aplausos", aunque no puede precisar cuál fue la pieza.

En 1940, el Poema Sinfónico Gallo en Pátzcuaro, para orquesta y coro masculino, concursó en un certamen convocado por la UNAM. El ganador fue el maestro Rafael Tello con su pieza Tríptico mexicano. La obra de Cancino recibió una mención honorífica.

Aunque no tiene fecha, es posible que de esa época sea el Poema Sinfónico Sintético "C´est la vie...", que Duprat ubica como una posible anticipación del minimalismo.

El canto

"El amor de mi madre era la ópera, la voz humana -recuerda doña Beatriz-. Ella era contralto. Estudió canto con Roberto Silva, el papá del actor David Silva."

Sofía Cancino siempre dio un sitio privilegiado a la voz humana en sus composiciones.

Escribió cuatro óperas: Gil González de Ávila (1938), Annette (1945), cuyas partituras se en encuentran en poder de su hija, así como Michoacana y Promesa d´artista e parola di re, que están extraviadas.

Aunque ninguna de sus obras llegó a estrenarse, Cancino realizó una labor ardua en la promoción operística.

El 16 de agosto de 1947, alumnos de la Escuela de Ópera Sofía Cancino de Cuevas y la Dirección General de Educación Estética de la UNAM montaron en el Palacio de Bellas Artes La Cenerentola, de Rossini, en lo que constituyó su estreno en México.

Carlos Díaz DuPond en su libro 100 años de ópera en México, recuerda que "el maestro (Umberto) Mugnai, quien ya radicaba en México dando clases, acometió una empresa que se antojaba imposible: reconstruyó de memoria toda la partición orquestal de La Cenicienta, de Rossini, y un grupo de aficionados encabezados por la señora Sofía Cancino de Cuevas la representó en Bellas Artes. Recuerdo que Cristian Caballero tomó parte como cantante y director de escena."

El 12 de noviembre del mismo año, de nueva cuenta la Escuela de Cancino, la UNAM y el Instituto Mexicano Europeo de Relaciones Culturales montaron un par de piezas en el Palacio de Bellas Artes: La serva padrona, de Pergolessi, y el estreno en México de Bastián y Bastiana, de Mozart.

En ambas obras, la dirección musical estuvo a cargo de Sofía Cancino de Cuevas, quien tomaría la batuta de nuevo 14 días después, en el estreno en el Palacio de Bellas Artes (ya se había estrenado en el extinto Teatro Nacional, en 1832), de Il matrimonio segreto, de Cimarosa.

Díaz DuPond recuerda que en 1954 "la señora Sofía Cancino de Cuevas, infatigable aficionada a la ópera, montó en el Teatro del Seguro Social del Paseo de la Reforma, las óperas Bastián y Bastiana, de Mozart, e Il Signor Bruschino (ossia Il figlio per azzardo), de Rossini."

El legado

La obra de Cancino permanece prácticamente inédita. Hace un par de años su hija, Beatriz Cancino, ha encargado al cornista Alejandro Duprat poner en orden el archivo de su madre y crear un catálogo con todas sus piezas.

La tarea ha llevado al músico a pensar que Cancino puede ser la primera compositora mexicana en haber creado una sinfonía.

Duprat también logró integrar una lista con las obras de Cancino que a pesar de estar registradas entre su obra, se encuentran extraviadas, entre ellas: un Concierto para piano y orquesta, la Segunda Sinfonía, y las óperas Michoacana y Promesa d´artista e parola di re.

En la actualidad, las obras que permanecen en poder de la señora Cancino se encuentran en trámite de registro ante la sociedad de Autores y Compositores de México. El objetivo principal es que alguna orquesta se interese en estrenar cualquiera de las creaciones de la compositora.



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