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"Solares, devoto cazador de fantasmas"

Yanet Aguilar Sosa| El Universal
Martes 13 de enero de 2015

La obra del escritor nacido el 15 de enero de 1945, que mañana recibirá un homenaje en el Palacio de Bellas Artes por sus 70 años de vida. (Foto: Carreño )

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En el marco del homenaje que recibirá mañana el novelista por sus 70 años, amigos y colegas lo definen como autor imprescindible para la literatura mexicana

yanet.aguilar@eluniversal.com.mx  

La habilidad para construir personajes, una investigación histórica y bibliográfica rigurosa y una literatura extraordinariamente pulcra y pulida hacen de Ignacio Solares un novelista de “ligas mayores”. Sus pares en la literatura lo califican de “explorador constante del poder y sus vericuetos”, “devoto cazador de fantasmas”, escritor “imprescindible para la literatura mexicana de nuestro tiempo”, “católico confeso” que “nunca cae ni en dogmas ni prejuicios”, y autor de “novelas históricas donde un suceder alterno revela luces y tinieblas de la Historia”.

La obra del escritor nacido el 15 de enero de 1945, que mañana recibirá un homenaje en el Palacio de Bellas Artes por sus 70 años de vida, es visitada por amigos como Vicente Quirarte, Hernán Lara Zavala y Mauricio Molina, y por su editor desde hace 15 años, Ramón Córdoba, quienes en conjunto califican a este escritor como un novelista muy pulcro y pulido y poseedor de un estilo muy personal.

Apasionado de la fiesta brava y del psicoanálisis, autor de varias novelas históricas que han abordado a personajes como Francisco I. Madero, Plutarco Elías Calles, Felipe Ángeles y Bernardo Reyes, Ignacio Solares es un escritor reconocido por sus pares que ha explorado la narrativa, el teatro, el ensayo y el periodismo cultural. Es editor desde 2004 de la Revista de la Universidad de México y hombre fiel a la UNAM a carta cabal, desde que ingresó a la Facultad de Filosofía y Letras a mediados de la década de los 60.

Su obra literaria está determinada por los sueños, las preocupaciones religiosas y místicas, los infiernos del inconsciente, las teorías psicoanalíticas y las alucinaciones. Es lector voraz y escritor acucioso, exigente del ritmo y la sonoridad, de sustentar sus novelas históricas en una investigación histórica y bibliográfica profunda; indaga todo de los personajes del pasado de México a los que se adentra, así lo ha hecho en novelas como Madero, el otro, La noche de Ángeles, La invasión, El jefe máximo y El sueño de Bernardo Reyes. Es un apasionado de la literatura, de la UNAM y de las ideas del inconsciente colectivo de Carl Jung y del autoanálisis de Sigmund Freud.

Creador de personajes. Ignacio Solares es un maestro en la elaboración de personajes. Esa habilidad es reconocida por el escritor Vicente Quirarte, quien asegura que los personajes de Solares se enfrentan a situaciones límite y su heroísmo nace a pesar de ellos mismos. También lo califica como un “explorador constante del poder y sus vericuetos”, “devoto cazador de fantasmas” y autor de “novelas históricas donde un suceder alterno revela luces y tinieblas de la Historia”.

“El principal mérito de Solares como narrador es convertir a sus personajes en seres que nos reflejan y retratan nuestras miserias y grandezas. Otra de sus grandes virtudes como contador de historias es la naturalidad con la cual las ofrece. La anécdota y la metáfora están allí, sin afectaciones, impecablemente fundidas. La gimnasia del periodismo ha dotado a Ignacio Solares de una prosa de frases breves donde el esfuerzo no se nota: el escritor lo ha vertido en el proceso de la escritura. De ahí que sea uno de nuestros autores imprescindibles y ejemplares”.

El rigor en el estilo, la sonoridad y el ritmo es celebrado por el editor de Alfaguara, Ramón Córdoba. “Hay obras a las que uno siente que se les podría recortar con tijera grande y con tijera chica mucho, y no perderían porque al final de cuentas lo que están diciendo es muy claro. A ver, intentemos eso mismo con cualquier obra de Ignacio Solares, y no se puede, pierde ritmo y sonoridad. Es decir, Ignacio es un novelista muy pulcro, muy pulido, con un estilo muy personal, identificable claramente entre muchos otros; y cuyas obra tienen ese rigor”.

Para Córdoba no hay duda de que la manera de trabajar de Solares incluye las tijeras. “Creo que trabaja sobre todo con la goma y con las tijeras, cada palabra que está tiene que estar puesta en el lugar preciso, donde más signifique y cumplir una función específica. Es envidiable Ignacio para todos aquellos que pretendemos escribir porque queda muy claro que es dueño de un oficio tal que estoy seguro que cuando tiene clara la idea de lo que quiere contar, se sienta y la escribe, no se está dando topes en la pared como muchos otros”.

Revelador de las luces y tinieblas. Hernán Lara Zavala, otro de sus amigos escritores, señala que la carrera literaria de Solares se distingue por dos características principales: su marcado interés por la historia de México, y muy particularmente por el periodo de la Revolución, en el que analiza literariamente las complejas personalidades, excentricidades, supersticiones, traumas y psicologías secretas de líderes como Madero, Ángeles, Carranza, Villa, Obregón, Calles, Bernardo Reyes —entre otros— y su interés por la metafísica, las experiencias extra sensoriales, el espiritismo, la parapsicología, las teorías de Freud y Jung y los misterios que se plantean en la vida que pueden ir de lo religioso a lo fantasmagórico hasta llegar a lo alucinatorio.

“Esta rara combinación es lo que le ha otorgado a su narrativa un sello distintivo, pues en sus novelas históricas hay siempre un anhelo de penetrar más allá de lo meramente historiográfico, de lo realista o anecdótico para tocar el elemento paradójico o contradictorio que caracteriza a la mayoría de las figuras públicas. Signo de ello son los títulos que ha elegido como Madero, el otro, La noche de Ángeles, El gran elector o Un sueño de Bernardo Reyes. Lo más significativo de su obra dramática está también en las personalidades de la Revolución Mexicana pero son más sintéticas en su anécdota y más dramáticas en su concepción, como en El jefe máximo”, afirma Lara Zavala.

Esas son también características que celebra Mauricio Molina. El escritor y subdirector de la Revista de la Universidad reconoce que en la obra narrativa de Ignacio Solares es posible distinguir dos vertientes aparentemente opuestas pero profundamente complementarias: “Por una parte la exploración de lo histórico, en donde podemos encontrar obras como Madero, el otro, La noche de Ángeles, La invasión, El jefe máximo y la muy reciente El sueño de Bernardo Reyes; y por otra parte encontramos una profunda indagación de lo fantástico, como lo podemos constatar en Casas de encantamiento, El espía del aire, en algunos de los relatos que componen La instrucción y otros cuentos y en la noveleta No hay tal lugar, donde quedan plasmadas sus preocupaciones religiosas y metafísicas”.

Ignacio Solares, ganador del Premio Xavier Villaurrutia en 1998 por su novela El sitio, ha trabajado también una vertiente literaria donde prevalece lo que él mismo llama “lo invisible”, así como ese otro aspecto que priva en toda su obra: “un profundo espíritu religioso que lo une también a Dostoyevski, a Bernanos, a Mauriac y a Graham Greene”, como señala Hernán Lara Zavala, quien agrega que “a pesar de declararse católico confeso, Solares nunca cae ni en dogmas ni prejuicios”. También celebra el amor de Ignacio Solares por la literatura que sólo es comparable con su ilimitada pasión por los toros, una pasión que lo ha llevado a ser juez en la Plaza México y a ejercer la crónica taurina, que publica en las páginas de EL UNIVERSAL.

La conclusión a la que llega Mauricio Molina sobre la obra del autor nacido en Ciudad Juárez es puntual: “Detecto en la obra de Solares una complicidad con James Joyce cuando Stephen Dedalus, uno de sus personajes, afirma: ‘la historia es una pesadilla de la que trato de despertar’. Solares oscila entre ambos mundos: el de la historia y el sueño”.



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