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"La danza va más allá de usar un cuerpo"

Alida Piñón| El Universal
Viernes 15 de mayo de 2015


El bailarín y coreógrafo Luis Fandiño tiene más de 60 años de carrera. Germán Espinosa / EL UNIVERSAL

Fue la danza de José Limón a inicios de la segunda mitad del siglo XX lo que le incitó a incursionar en esta disciplina. Germán Espinosa / EL UNIVERSAL

Hoy en día es una de las leyendas vivas de la danza mexicana. Germán Espinosa / EL UNIVERSAL

Fue testigo de la época nacionalista, figura clave de la danza moderna y uno de los parteros de la danza contemporánea, y fue considerado como el más grande bailarín del país. Germán Espinosa / EL UNIVERSAL

Además, su labor docente ha contribuido a la edificación del arte de Terpsícore en México. Sus conceptos, dicen especialistas como Margarita Tortajada, fueron alternos a las tendencias hegemónicas, y continúa practicándolas en la Escuela Nacional de Danza Clásica y Contemporánea del INBA. Germán Espinosa / EL UNIVERSAL

LEYENDA. El profesor Fandiño continúa impartiendo clases en la Escuela Nacional de Danza Clásica y Contemporánea del INBA. (Foto: GERMÁN ESPINOSA / EL UNIVERSAL )

Con 84 años de vida y más de 60 de carrera, el nombre de este bailarín está en la historia del arte

ana.pinon@eluniversal.com.mx

Iniciaba la segunda mitad del siglo XX cuando Luis Fandiño descubrió algo asombroso: la danza de José Limón. “Cuando lo vi pensé: yo quiero hacer eso, bailar; nunca pensé en que quería bailar como él, no tenía ese nivel de atrevimiento, sólo pensé que quería ser yo, bailar como yo; nunca tuve interés en competir, desee hacer muy bien aquello a lo que había decidido dedicar toda mi vida”.

El maestro Luis Fandiño tiene 84 años y es una de las leyendas vivas de la danza mexicana. Fue testigo de la época nacionalista, figura clave de la danza moderna y uno de los parteros de la danza contemporánea, y fue considerado como el más grande bailarín del país. Además, su labor docente ha contribuido a la edificación del arte de Terpsícore en México. Sus conceptos, dicen especialistas como Margarita Tortajada, fueron alternos a las tendencias hegemónicas, y continúa practicándolas en la Escuela Nacional de Danza Clásica y Contemporánea del INBA.

“Los jóvenes saben que soy maestro y así me conocen, pero no estoy seguro de que sepan mi historia, no sé si saben que estuve en la Academia Mexicana de la Danza, en el Ballet Nacional de México, pero no importa”, dice el maestro mientras recibe saludos de aquél que pasa a su lado.

Con más de 60 años de trayectoria, cinco décadas dedicadas a la docencia, el nombre de Fandiño está inscrito con letras de oro en las páginas de la historia del arte mexicano.

¿Cuál es el mejor método para formar a un bailarín?

El bailarín no es el que se mueve bien, la danza va más allá de usar un cuerpo. Un bailarín es aquél que interpreta la condición humana y el mundo no sólo a través del físico, sino también de las emociones. Un buen bailarín debe ser capaz de expresarlo todo, el llanto, la alegría, la cotidianidad, la profundidad, la muerte, la vida.

Sus clases, se dice, nunca son las mismas.

El método que enseño lo aprendí a través del tiempo, no es gratuito. Mi método consiste en involucrar los movimientos cotidianos, pero se hacen de manera consciente. Cualquier actividad de la vida requiere de una técnica, por ejemplo, una buena mecanógrafa debe saber cómo colocar sus dedos en el teclado.

Pero dominar una técnica, como la Graham, no los hace intérpretes.

No me niego a pensar que las técnicas sirven o no sirven, para mí son caminos. Creo que pocos bailarines saben por qué esos creadores usaron ese tipo de expresión corporal, por eso sólo usan la parte superficial. ¿Por qué creen que Martha Graham pensó en determinado movimiento y no en otro? No lo saben, por eso los que se ciñen a una técnica son repetidores de un estilo que no les pertenece.

¿Usted los enseña a ser únicos?

Sí. No sé cómo iniciarán mis clases porque un día le puedo pedir a alguien que haga un movimiento y de ahí partimos. Mi método es que es primer movimiento sea el germen de algo más grande para crear una secuencia de manera consciente.

¿Y cómo se codifica?

No se puede, no tiene nombre. No es como la danza clásica que tiene ya los nombres de los pasos y después sólo se combinan para crear algo. Yo creo que la danza debe ser creación constante, lo que hoy fue una cosa, mañana puede ser otra.

Se dice que hoy hacen movimientos más estilizados. ¿Se debe a recursos como el yoga?

Ahora se hacen cosas que son simplemente complementos. Yo nunca tomé clases más que danza y puedo decir con mucha vanidad que en mi época fui el mejor bailarín de México, porque asumí el compromiso de usar bien mi cuerpo y tuve maestros que me enseñaron más cosas que sólo a moverme. Decidí dedicar mi vida a la danza y he sido feliz, todo lo que tengo me lo dio la danza, no fue un sacrificio. A mí la danza me salvó y por eso me he dedicado a ella. Tenía 20 años cuando la vida me cambió.

¿Está de acuerdo con la idea de que la danza contemporánea se alejó de sociedad a la que sirve?

No lo sé. Había coreógrafos que llevaban sus problemas al foro, cuando a nadie le interesa saber la vida íntima de los artistas, y lo peor es que lo empezaron a hacer con muy pocos recursos expresivos.

¿Abusaron de la abstracción?

No, lo abstracto es usar la esencia. Por ejemplo, para hablar del amor no tienes que contar una historia, el amor se puede expresar con el movimiento y el público debe descubrir que el bailarín está amando en el foro, pero no con la obviedad sino con sus movimientos. Cuando uno se enamora tu cuerpo cambia y actúas y te mueves de diferente manera.

Entonces habla de un bailarín con un gran bagaje cultural.

Por supuesto y que además hayan tenido experiencias de vida, no para transmitir las que ha tenido, pero sí para ser capaz de recrear la experiencia de un modo más evolucionado. Hay gente que se dice artista y no lo es, hay muchos bailarines, muchos escritores, muchos cantantes, muchos pintores, pero para mí no todos son artistas; quizá sólo son buenos intérpretes de su disciplina, pero el arte es otra cosa, el artista conjuga tantos elementos que lo convierten en un ser diferente, con una obra que conmueve al otro, a nosotros, al ser humano.

En el pasado, el artista enarbolaba banderas. ¿Cree que hoy hay una orfandad ideológica en la danza?

No estoy convencido de lo que se hace ahora, pero siempre encuentras algo que puedes decir que está bien estructurado. Pero vivimos otro mundo, un mundo que es más rápido en el que se hace cualquier cosa y difícilmente se llega a la esencia, se andan por las ramas porque no tienen la capacidad técnica para expresarse. Muchos recurren a elementos ajenos a la danza, como el video, en vez de bailar. Yo no quiero ver imágenes, los quiero ver a ellos, que me hablen de los temas.

El mundo se ha contagiado de estilos y he visto que para hablar del amor, de la alegría y hasta del sufrimiento hacen los mismos movimientos, porque no lograron crear un lenguaje propio. Hay notables excepciones, me da gusto ver bailarines con propuestas personales, no me gusta ver a los repetidores del mundo.

Cuando sus alumnos se gradúan, ¿qué espera que recuerden?

Cuando les hablo o cuando estoy impartiendo clase, les doy lo mejor de mí, eso es lo que he pretendido y tal vez puedo estar equivocado pero sí sé que es lo mejor de mí, lo mejor de más de 60 años de vida en la danza. Espero que recuerden lo que les he dado, pero sobre todo espero que todos y cada uno de ellos sea mejor que yo, no sé si buenos o malos bailarines en el sentido del involucramiento emocional, pero sí buenos ejecutantes. Todo lo que ellos hacen ahora, yo no lo pude haber hecho cuando era bailarín.



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