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Las conquistas de Carlomagno, el artesano oaxaqueño

Sonia Sierra| El Universal
Miércoles 22 de octubre de 2014

Carlomagno es uno de los ganadores del Premio Nacional de Ciencias y Artes 2014, en la rama de Artes y Tradiciones Populares. Cortesía: Museo de Arte Popular

Cuando tenía 22 años y ganó el Premio Nacional de la Juventud en Artes Populares , se propuso fundar un museo para el arte popular. Cortesía: Museo de Arte Popular

A sus 49 años, Carlomagno es uno de los más creativos artesanos en el trabajo del barro negro. Cortesía: Museo de Arte Popular

Ha sido reconocido entre los Grandes Maestros del Arte Popular de Oaxaca, del programa de Fomento Cultural Banamex; ha llevado sus obras a exposiciones en México y otros países. Cortesía: Museo de Arte Popular

Este año, exhibió sus trabajos en el Museo de Arte Popular de la Ciudad de México (MAP), donde este jueves 23 de octubre presentará el catálogo de aquella muestra. Cortesía: Museo de Arte Popular

La creación de piezas de alta calidad con el barro negro es una de las dos facetas de Carlomagno; la otra es la de gestor y promotor del trabajo artesanal en alguno de los más de 700 talleres que existen en San Bartolo. Cortesía: Museo de Arte Popular

Carlomagno y sus siete hermanos trabajan el barro. Conocen todas las etapas de la producción; incluso les llegó a tocar ir a la mina en burro por el barro. Cortesía: Museo de Arte Popular

Las conquistas de Carlomagno, el artesano oaxaqueo

Carlomagno Pedro Martínez es maestro artesano, gestor cultural y director del Museo Estatal de Arte Popular de Oaxaca. (Foto: OMAR ALONSO )

Ganador del Premio Nacional de Ciencias y Artes, en Artes y Tradiciones Populares, su obra combina la creación en barro negro y la promoción de las tradiciones

ssierra@eluniversal.com.mx  

Cuando tenía 22 años y ganó el Premio Nacional de la Juventud en Artes Populares, Carlomagno Pedro Martínez se preguntó por qué en los catálogos y libros con artesanías de barro negro se escribía en los pies de foto “autor anónimo” o “autor desconocido”, cuando él los conocía a todos.

Tenía entonces 18 años de haber moldeado su primer silbato en barro negro, y 12 de que haber hecho con su hermana Adelina su “primera quema” de artesanía y la posterior venta en la ciudad de Oaxaca. Hoy recuerda aquel día: se fueron en un camión con chivos y guajolotes; e iban “pegados” de su tía Guadalupe León: “Los señores de Mitla se peleaban los idolitos que habíamos restaurado, y nos trajimos un chiquihuite de cosas para la casa”. Fue un primer reconocimiento a su trabajo pues en la ciudad empezaron a preguntar por los “idolitos del Peloncito”; como le decían cuando tenía ocho años.

La alegría que vivió a los 22 años —que lo llevó a hacer el compromiso de fundar un museo para el arte popular— se repitió el 10 de octubre cuando al ir en una combi desde Oaxaca hacia su casa, en San Bartolo Coyotepec, recibió una llamada y lo comunicaron con el secretario de Educación Pública, Emilio Chuayffet, quien le dijo que era uno de los ganadores del Premio Nacional de Ciencias y Artes 2014, en Artes y Tradiciones Populares.

“Cuando llegué aquí a mi pueblo, fui a ver a mi madre a su local de artesanías, ella tiene 78 años, y le dije: ‘¡Qué crees, mamá: me dieron el Premio Nacional de Ciencias y Artes!’ Me abrazó bien fuerte, se puso a llorar de alegría, me santiguó como hacen los indígenas y me dijo: ‘¿Te acuerdas que te dije que aprendiste a hablar de un año y a los cuatro ya hacías los silbatitos? Ya venías señalado por Dios, mijo”.

Los pasos

A sus 49 años, Carlomagno es uno de los más creativos artesanos en el trabajo del barro negro; ha sido reconocido entre los Grandes Maestros del Arte Popular de Oaxaca, del programa de Fomento Cultural Banamex, y ha llevado sus obras a exposiciones en México y otros países.

Este año exhibió sus trabajos en el Museo de Arte Popular de la Ciudad de México (MAP), donde mañana jueves presentará el catálogo de aquella muestra. Fue el propio director del MAP, Walther Boelsterly, quien lo postuló para el Premio Nacional.

La creación de piezas de alta calidad con el barro negro es una de las dos facetas de Carlomagno; la otra es la de gestor y promotor del trabajo de artesanos que están en alguno de los más de 700 talleres de barro negro que existen en San Bartolo, y de las obras de otros de la entidad: desde los talladores de madera de Arrazola, hasta las piezas que hacen en San Pedro Cajonos, a más de cuatro horas de la capital.

“Provengo de una familia que somos de la nación zapoteca, de los valles centrales de Oaxaca. Esa conciencia la he llevado siempre: el papá de mi papá era un hombre muy longevo –murió hace dos años de 103 años- y me decía que habló la lengua madre hasta los siete años: ‘La dejamos de hablar porque llegó la escuela al pueblo’.

“Mi abuelo, papá Manuel, su nombre era Adrián Manuel Pedro Andrés, contaba que su abuelo fue cantarero, como se le llama a la gente que trabaja el barro; el bisabuelo, de la familia de los Pedros, también trabajó el barro. Por parte de mi madre, sus papás se vinieron de la agencia de Reyes Mantecón, en el mismo San Bartolo, y se asentaron aquí; a ella y a su hermanita Inés, la madrina les enseñó a trabajar el barro, y hacían silbatitos. Mi papá, como quedó huérfano de mamá, con una vecina aprendió a trabajar el barro desde los seis, siete, años. Por eso, orgullosamente yo vengo de una familia de artesanos del barro negro”.

Carlomagno y sus siete hermanos trabajan el barro. Conocen todas las etapas de la producción; incluso les llegó a tocar ir a la mina en burro por el barro -sólo iban los cuatro hombres porque no se permite que las mujeres lleguen a las minas-.

“Todo el proceso lo hacemos: ponemos a asolear el barro, lo remojamos, lo amasamos; como no trabajo cantidad en grande lo amaso con las manos, pero si es mucho pedido es con los pies; el proceso del bruñido, del cocimiento, se hace como tradicionalmente”.

En su casa, donde vive con su esposa Paula Maricela Guzmán López, originaria y vecina de San Bartolo (aunque no es artesana sino de familia de panaderos) y sus hijos Carlomagno y Heli Cosijopi, el artesano tiene su taller provisto de un horno de hace 35 años que hizo su padre, con ladrillo rojo y lodo, muy distinto de todos los demás.

En el día trabaja en la dirección del Museo Estatal de Arte Popular Oaxaca (que finalmente abrió sus puertas e 1994), visita artesanos en sus comunidades, organiza algunas de las cinco o seis exposiciones que programan al año ese recinto, busca difundir el trabajo artesanal en Internet u obtener apoyos en México y otros países. En la noche, en su taller, hace el trabajo que le apasiona: crear con el barro.

“Para la cuestión artística, (se) debe estar de un buen estado de ánimo. El trabajo de arte es muy celoso; el trabajo del barro, si uno está estresado no sale bien. Siempre fue mi meta no repetir las piezas; algunas parecen las mismas, no lo son. Yo trabajo mucho sobre el tema de la muerte, las leyendas y los cuentos oaxaqueños y mexicanos. En mi trabajo actual, me voy a lo profundo, a la influencia de la religión y a realzar los orígenes mexicanos. Me gusta hacer las representaciones de los tzompantlis, de la cultura, de la fauna mexicana; el búho como anunciador de la muerte, la lucha de los moscones, el coyote que aulla...”

Carlomagno también es lector, afición vinculada a la historia de su nombre: “La madre biológica de mi papá, Magdalena Carreño, murió cuando tenía 22 años, y él 13 meses. Se lo encomendó a su madrina de bautizo, la abuela Herminia, y le dejó su herencia: una máquina de coser y sus libros de enseñanza primaria, porque mi abuela vino a este pueblito a dar clase. A mi papá le dejó entre sus libros las historias de Carlomagno. Mi padre siempre quiso llamar a un hijo así, y cuando nací, el 17 de agosto, era el día de san Carlomagno monje”.

La gestión

Hace tres años, cuando los artesanos de San Bartolo ganaron el Premio Nacional de Ciencias y Artes, ahí, en el patio del museo hablaron de las necesidades de generar estrategias para su difundir su trabajo. Esas demandas aún no se han resuelto.

“Los artesanos de Oaxaca y de México son la gente más noble que tiene la patria; el museo funciona por su voluntad; casi siempre ponen todo”, dice Carlomagno en entrevista telefónica.

El gobierno del estado da aproximadamente 670 mil pesos anuales al museo; ahí se incluye el pago a 10 personas. Para los artesanos, todavía no hay respuesta a su petición de un mercado ni se ha respondido a propuestas del sector privado para brindar recursos en contrapartida de un apoyo estatal.

“Los llevan para allá y para acá; no están pidiendo nada que no sea lícito: un mercado para exponer dignamente sus artesanías. Todo el tiempo confunden a la artesanía como si fuera una fábrica, una industria, y esto es arte. Si realmente les interesa fomentar la creatividad, que nos manden creativos que den ideas de cómo destrabar, quitar el estancamiento porque la creatividad es la que hace interesante una pieza. Las artesanías necesitan un fondo para fomentar, no queremos que nos regalen; que nos presten, pero de manera legal, no agiotista, y verán si no despegan las artesanías de México.”



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