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"Dr. Q", un puente entre México y Estados Unidos

Sonia Sierra| El Universal
Lunes 20 de enero de 2014

IDEALES. El doctor Alfredo Quiñones-Hinojosa, conocido como el “Dr. Q”, asegura que es necesario que México invierta en educación y ciencia. (Foto: YADÍN XOLALPA EL UNIVERSAL )

Llegó como inmigrante y ahora Alfredo Quiñones-Hinojosa es uno los mayores investigadores de neurociencia en el Hospital Johns Hopkins; hoy promueve que los líderes de México inviertan en los jóvenes, en ciencia y desarrollo

ssierra@eluniversal.com.mx  

Después de que fue inmigrante y trabajó como jornalero en Estados Unidos, de que estudió Psicología en la Universidad de California y se graduó con honores en Medicina en la Universidad de Harvard y luego de que ahora encabeza el programa de cirugía de tumores cerebrales en el hospital Johns Hopkins y desarrolla estudios en torno del papel de las células madre en el cáncer cerebral, el doctor Alfredo Quiñones-Hinojosa (Palaco, Baja California, 1968) mira cada vez más a sus orígenes.

“Un día te das cuenta de que estás viviendo una vida en la cual estás olvidando tus raíces”, relata en entrevista a su llegada a la ciudad de México, proveniente de Baltimore. El motivo del viaje fue recibir un homenaje del Hospital ABC y dar a conocer a un grupo de médicos los avances de sus investigaciones en torno del cáncer cerebral y células madre; en una próxima visita espera difundir estos avances ante un público más amplio.

La visita lo llevó a reunirse con líderes de diversas instituciones y sectores del país para impulsar proyectos con miras a invertir en la juventud, así como en ciencia y desarrollo. Entre otros, se reunió con el rector de la UNAM, José Narro Robles, y con el actor Demián Bichir.

“En los jóvenes hay una sed, un apetito enorme. Me gusta darle a la juventud esperanza, que se den cuenta de que hay gente afuera o en el país con un interés enorme en que salgan adelante. Mi responsabilidad es decirles que sí se puede, que hay obstáculos, pero que entre más pesimista sea uno esos obstáculos se hacen gigantescos... No me quejo, tuve una infancia y adolescencia muy hermosas, hubo momentos difíciles, pero me siento muy agradecido por lo que México hizo por mí. Yo no me formé en Estados Unidos, sino que Estados Unidos me dio la oportunidad de salir adelante; antes de irme yo ya era Alfredo Quiñones”.

Más conocido en EU como “Dr Q”, nombre que dio a la biografía de su vida que publicó en 2013 en español, el también profesor de oncología y neurocirugía en el Johns Hopkins, cuyo departamento de neurocirugía es el número uno en Estados Unidos, es afable con todos; no cambia cuando pasa de estar frente a un líder económico o político a conversar con un ciudadano que lo reconoce porque lo vio en televisión y se acerca a contarle que él también saltó al otro lado de la frontera.

“El trabajo científico, el trabajo clínico y el trabajo filantrópico no son diferentes facetas; es mi vida, es como un organismo donde todo está interconectado”.

—¿Por qué estudiar el cerebro?

—El cerebro es la frontera inexplorada. Es el símbolo de esperanza. Ahí lo tienes todo, ahí lo puedes perder todo. No nada más soy neurocientífico sino también neurocirujano y tengo casos súper complejos, donde los pacientes luchan entre la vida y la muerte. Se encuentra todo en nuestro cerebro: memoria, amor, pasión, como nos movemos y comportamos. De niño miraba Viaje a las estrellas por lo mismo: por aquella frontera inexplorada; miro al cerebro como un universo increíble.

—¿Por que se especializa en el cáncer cerebral?

—Es el más peligroso y más maligno que hay en el cuerpo, ningún otro cáncer te quita tu personalidad. Es un cáncer devastador para el cual no existe cura. Me decían que no desperdiciara mi vida en el estudio del cáncer... esa es la forma como hemos visto el cáncer: como algo que no tiene ninguna solución. Yo lo miré como una oportunidad, como un campo de estudio científico donde mi pasión de encontrar una cura puede que le dé esperanza a los pacientes. Los pacientes quieren que les des esperanzas, que tengas una forma positiva de mirar la vida.

Avances

Hace 100 años la mortalidad en cirugía del cerebro era de 90% a 95% —dice Quiñones, quien al año practica entre 225 y 250 cirugías de este tipo—. Hoy se puede hablar de un periodo de sobrevivencia de pacientes de 14 a 20 meses, promedio. Estudios con células madre alientan a hallar un mejor tratamiento.

“Es un trabajo que hemos estado haciendo hace unos años, de un joven mexicano, Tomás Garzón, uno de mis postdocs en mi laboratorio, ahora es el primer residente aceptado en el hospital Johns Hopkins. El trabajo es sobre la migración de células cancerosas en el cerebro; lo publicamos, yo como su mentor y él como postdoc”.

Quiñones busca un lenguaje claro para explicar la enfermedad: “Adentro de estos cánceres hay billones de células, les damos radiación y quimioterapia y se quedan dormidas un ratito pero a los seis meses regresa. Hace unos cinco años nos dimos cuenta de que el tumor se queda en unas cuantas células y que se forma de nuevo, más agresivo; esas celulitas, creemos, son las células madre en el cáncer. Lo que no sabemos es cómo identificarlas. El estudio de tejidos en el laboratorio nos permite ver cómo migran, qué tratamiento dar y por qué siguen vivas a pesar del tratamiento”.

El laboratorio de Quiñones recibe apoyo en EU de instituciones como la National Institute of Health. El gobierno de Obama formó un programa para neurociencias, al que da más de 100 millones de dólares.

“Lo que pasa con esa inversión, y en México tenemos que pensar así, es que esto hace que la juventud siga pensando: se hacen descubrimientos, éstos llegan a ser patentes que toman las compañías, se forman campos biotécnicos alrededor de las universidades... Eso debe pasar en México; las compañías empiezan a invertir porque ven que la investigación y el desarrollo son básicos. Así es como Estados Unidos se sigue solventando aun con la crisis económica.

—¿Qué pasa en el país?

—Hay interés por fomentar la educación, la ciencia. Se dan cuenta de que si no invertimos en el futuro de nuestra juventud va a haber un gap, una brecha, una falta de creatividad. Están empezando a invertir, la década que viene será de mucha más inversión en el campo científico, que para mí es el más importante para que cualquier país salga adelante. En México tenemos una bifurcación de clases, mucha gente pobre; tenemos que formar la clase media y se forma por la educación y la ciencia; así se consiguió en Estados Unidos, y es lo que hacen China, India e Israel.

Se está haciendo mucho trabajo, en la UNAM, en el ABC y otros hospitales. El país está saliendo adelante, la economía está mejorando. Estados Unidos está mirando el papel de México más seriamente, no nada más en lo social, sino científicamente. Eso me fascina: jamás he dejado de ser mexicano, aunque he vivido fuera más de 20 años. Regreso a formar puentes entre nuestros países porque México y Estados Unidos se necesitan los dos.

—¿Y el Estado?

—Debe invertir en la educación, que la educación llegue hasta las esquinas. El Estado tiene que ser creativo. Pero la responsabilidad es mutua. Lo digo por experiencia: llegué a Estados Unidos y jamás pensé que el Estado tuviera que darme nada.

Regresar

Quiñones entendió un día, gracias a las palabras de su amigo y colega Michael Lawton —con quien creó la fundación Mission Brain— que debía dar algo más a su gente, a su país. De ahí que, por ejemplo, cada verano de los últimos tres años, ha venido en una misión médica a un hospital público de Guadalajara donde, acompañado por cirujanos de los dos países, lleva a cabo cirugías especializadas en complejos casos de cáncer de cerebro. En esas misiones lo ha acompañado su hija mayor.

Tras publicar su biografía —además de numerosos artículos en revistas especializadas—, Quiñones tiene dos proyectos editoriales en puerta: un video-atlas de cirugía del cerebro y otro con las historias y la forma como se relaciona con los pacientes; las lecciones aprendidas.

“Los pacientes y sus seres queridos me han dado un regalo: la oportunidad de tener ese cerebro en mis manos y saber que cualquier toque con estas manos puede cambiar el destino de su vida; una responsabilidad enorme. Lo miro como un regalo que me da Dios cada día; lo seguiré haciendo muchos años. Los jóvenes quieren ser atletas, actores, les digo que esas son carreras cortas. Yo seguiré sintiendo estas emociones por muchos años”.

Su sitio: www.doctorqmd.com/



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