César Aira, el escritor argentino que ha publicado más de 80 libros y es considerado uno de los escritores más potentes que tiene la lengua castellana en este momento, aceptó que su literatura ronda siempre tres o cuatro obsesionantes escenarios: su pueblo de la infancia, el barrio donde vive en Buenos Aires, un territorio del que poco sabe llamado Punjab, y acaso Rosario, Argentina, a donde va cada año y tiene tantos amigos que ha retratado en sus libros.

"Mis escenarios son mi pueblo natal, Coronel Pringles, un pueblecito en la provincia de Buenos Aires, donde nací y viví hasta los 18 años; el barrio de Flores, un barrio de la ciudad de Buenos aires donde vivo y donde he hecho un poco la mitología... , y el otro escenario es la India, la China, tengo una preferencia por una región que ni sé bien dónde está pero me gusta el nombre Punjab, creo que cerca de Pakistán; y también la ciudad de Rosario que es una ciudad que amo y donde voy todos los años, donde tengo muchos amigos a los que he retratado en mis novelas que suceden en Rosario. Son escenarios de la imaginación", afirmó Aira.

El narrador nacido en 1949 sostuvo anoche una conversación con su amigo, el poeta Darío Jaramillo, y con su editor en México, Marcelo Uribe, esto durante la 33 Feria Internacional del Libro de Oaxaca, donde Argentina es el Invitado de Honor y César Aira, el más importante autor de esa delegación.

Allí, ante decenas de lectores y admiradores, Aira dijo que muchas de las ubicaciones de sus novelas son homenajes, por ejemplo, si la sitúa en un gimnasio, tiene que ver con el deseo de homenajear lugares donde ha sido feliz, donde ha encontrado gente que le ha gustado, en una forma de tributo o agradecimiento.

De esa particularidad que tiene su literatura, se dio cuenta hace poco al participar en un ciclo sobre literatura y venganza y en que tenían que hablar sobre cómo los escritores escriben para ajustar cuentas con gente que les ha hecho daño o que no quieren, y donde el ejemplo más clásico es, dijo Aira, La divina comedia de Dante, que pasa a juicio a todos sus compatriotas.

"En mi caso, me di cuenta hablando de este tema con esta gente, es que nunca he hecho eso, que nunca lo haría porque creo que ensuciaría la literatura, ensuciaría el placer de escribir que tiene que ver más con el cariño, con placer, con el gusto, con la solidaridad, no entendido en términos beatos", afirmó.

El autor de El pequeño monje budista, Cumpleaños y Los dos payasos entre muchos otros, habló también de los viajes que son inspiradores naturalmente y le gustan pero que lo único que tienen de malo es que no puede escribir cuando viaja, porque lo hacen salir de la rutina y se distrae fácilmente.

Dijo que él preferiría aquello de Raymond Ruseell, otro de sus escritores favoritos, cuando dijo que de los muchos viajes que había hecho y había dado la vuelta al mundo varias veces, no había nada en sus libros que proviniera de la experiencia, sino que todo había venido de la imaginación.

"Es un poco excesivo decir eso porque además que la imaginación es una forma de experiencia, la imaginación se alimenta de la experiencia de lo que se vive, pero en general lo mío, cuando hay algo autobiográfico está oculto, le sucede a un chino en China o a un monje budista en el fondo de un bosque de Corea y es algo que me pasó a mí. Si aparezco yo en la novela o alguien muy parecido a mí, lo que está pasando no me pasó en la vida real", afirmó el reconocido escritor.

sc