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Historias de reportero | Carlos Loret de Mola

Tokio de miedo

Carlos Loret de Mola nació en Mérida, Yucatán, México, en 1976. Tiene una licenciatura en Economía por el Instituto Tecnológico Autónomo ...

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Jueves 17 de marzo de 2011

TOKIO, Japón.— En situaciones de crisis, los reporteros solemos movernos en manada: se avanza a mejor ritmo, con menos riesgo y hay posibilidad de hacer frente común a cualquier adversidad. Es una vieja enseñanza de corresponsales de guerra.

Estaba en el aeropuerto listo para tomar un vuelo hacia Yamagata, Japón, el sur de la “zona cero” impactada por el terremoto y posterior tsunami, cuando para hacer tiempo en lo que daban luz verde al abordaje marqué a un colega que trabaja para una cadena de televisión de Estados Unidos.

—No vengas a Sendai. Ya nos vamos todos. Nuestros jefes nos han instruido que salgamos de inmediato por el peligro de la radiactividad.

Desde la madrugada, equipos de NBC, ABC, CBS, CNN, reporteros noruegos, españoles, periodistas de todo el mundo —enviados especiales a la cobertura de lo que empezó de sismo, avanzó a tsunami y terminó siendo amenaza nuclear— abordaron vehículos y aviones para desplazarse fundamentalmente hacia Tokio, la capital.

¿Algo sabrán en Estados Unidos que no sepamos los demás? ¿Algo les habrá comentado el Pentágono que de golpe decidieron sacar a sus periodistas de la zona de cobertura? No sería la primera vez que pasa.

Ha sucedido en Irak, Afganistán, Haití, en condiciones diferentes, cuando las cosas están a punto de estallar.

¿Los reactores nucleares de la planta Yokoshima están en peores condiciones de lo que reconocen gobierno y empresa privada dueña?

Se sabe que si alguno de los cuatro gigantes cúbicos hirviendo llega a explotar quedarían liberadas al aire partículas radiactivas que se moverían a la velocidad y con la dirección del viento. Normalmente en estas épocas, el aire apuntaría hacia el nor-noreste de la planta, por lo que toda la región devastada por el terremoto y el tsunami recibiría el golpe directo de la radiactividad.

Si por el calentamiento global no se cumple esta ruta pronosticada y el viento corre hacia el sur, a 12 horas le queda Tokio, la zona metropolitana más poblada del planeta, con 30 millones de habitantes.

—It’s the nuclear plants, stupid! (son las plantas nucleares, estúpido)— remató amistoso otro colega a quien expresé el dilema sobre si debía transmitir desde la zona devastada por el terremoto o aguardar en la capital mirando hacia los reactores radiactivos.

Como si no hubiera sucedido hace apenas cinco días, como si no hubiera matado a cosa de 10 mil personas, como si pueblos enteros no siguieran bajo los escombros, la historia de la destrucción del terremoto-maremoto ha dejado de estar en la mente de los japoneses, aterrados ahora por un enemigo que no se siente como el sismo ni se ve como la ola: la radiactividad que mata.

Huyen hacia el sur del archipiélago, los que pueden se van del país (periodistas incluidos), otros portan cubrebocas y sólo salen a la calle cuando es indispensable.

Tokio tiene miedo. Está lejos del bullicio y el tráfico habituales. Mira hacia el noreste, a cuatro monstruos de uranio que pueden perdonarlo... o no.

SACIAMORBOS

El sismo fue buena noticia para una sola persona: el primer ministro Kan.



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