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Martes 07 de diciembre de 2010


Tú sigue participando, más suerte para la próxima (Foto: Miguel Espinosa / EL UNIVERSAL)

Ayer escuchaba decir a Isabel Miranda de Wallace que todo lo que ella ha vivido en estos cinco últimos años no se lo desea ni a los secuestradores que mataron a su hijo. Así de infierno ha sido.

Me tocó. Admirable mujer que se ha crecido a las circunstancias. De maestra a verdadera detective privada de primer nivel. Que demuestra lo que se puede hacer cuando hay verdadera voluntad y decisión de encontrar a los culpables, ponerlos tras las rejas con la ley en la mano. La ley. No la ley del Talión.

En el camino no sólo ha resuelto su caso, sino ha ayudado a muchos otros e incluso fue una de las autoras de la nueva ley sobre el secuestro, donde se contemplan medidas para resarcir el daño que los delincuentes han provocado a la ciudadanía. Merecidísimo el Premio Nacional de Derechos Humanos que están por entregarle.

Me indignó, como ciudadana, escuchar la claridad con la que dijo que toda esta pesadilla no la hubiera vivido si las autoridades, de todos los niveles, hubieran hecho caso a sus denuncias.

Al momento de hacer esta declaración, se encontraba en la zona de Cuemanco, en el DF, acompañando a Jacobo Tagle —el último eslabón del grupo de secuestradores que le faltaba por capturar—, para localizar el lugar donde, según él, depositaron los restos de su hijo Hugo Alberto, plagiado y asesinado en junio de 2005.

El viernes pasado, una mujer, de quien la Procuraduría de Justicia del estado de México omite sus datos por seguridad, denunció a Jacobo Tagle por violencia intrafamiliar: la golpeó estando embarazada. Ella descubrió también sus múltiples personalidades, tanto en identificaciones oficiales como en accesorios para cambiar su apariencia.

Desde el primer día de la desaparición de Hugo Alberto —y sólo teniendo como referencia la última llamada que le realizó su hijo—, Isabel, con sus propios medios, inició una búsqueda que hasta al cierre de esta columna aún continuaba.

Y es que ella lo ha dicho claro: necesita encontrar los restos de su hijo. Lo que sea. Hacer duelo. Entonces, sólo entonces, esta incansable mujer podrá llorar.

¿Y si después la nombramos procuradora general de la República?

Vaya crisis interna que se vive en todos los partidos políticos. Ni para dónde hacerse.

Hoy, querido lector, lectora, le propongo hacer un brevísimo repaso de cómo se las están gastando.

En el PAN, ya con Madero como presidente, conformaron su nuevo Comité Ejecutivo Nacional. Pequeñísimo detalle: Roberto Gil Zuarth, ex candidato a ese cargo, argumentó que Madero había roto un pacto para la integración de este organismo interno. Mmmh, es decir, ¿lo chamaqueó?

Según el ex subsecretario de Gobernación, él proponía un comité “plural” incluyendo a varios de sus seguidores y así lo habrían acordado.

¿Tan rápido se rompió el hechizo de unidad? Eso parece. Quedaron fuera varios de los simpatizantes de Gil, como Patricia Flores, ex jefa de la Oficina de la Presidencia de la República. Bueno, al menos, y por corresponder con la famosa cuota de género, entraron María Luisa Cocoa Calderón Hinojosa y las diputadas Gloria Luna y Dolores del Río Sánchez.

Ayer, el PRI dejó entrever que hará Operación Curita, para retomar el diálogo con el PAN. Recuerde que Paredes & Co. rompieron con ellos, luego del acuerdo no cumplido de César Nava para no realizar alianzas con otros partidos adversos al tricolor. Por cierto, ¿cómo se pondrán las cosas cuando arranque formalmente el proceso de selección de su nuevo líder?

Y en el PRD, el G-8, bonita forma de llamar ahora a las tribus, exige a Jesús Ortega que deje la presidencia nacional del partido. Plural este grupo —Dolores Padierna, Armando Quintero, Martí Batres, Camilo Valenzuela, entre otros—, amenazó con incluso tomar las instalaciones de su partido para, literalmente, sacarlo.

Bueno, y cosas de la política: el Chucho Mayor hizo operación AMLO —¡quién lo dijera!— y los acusa, incluyendo al precioso góber Enrique Peña Nieto, de armar complot en su contra.

Diría Mafalda: ¡Sonamos!

Hoy recuerdo a Daré Omar Valenzuela Contreras, quien no debió morir en la Guardería ABC.



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