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Atando cabos | Denise Maerker

El mensaje de don Alejo

Realizó sus estudios profesionales en Ciencias Económicas y Sociales en la Universidad Católica de Lovaina, Bélgica, la Maestría en Cienci ...

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Lunes 29 de noviembre de 2010

¿Qué significa que un hombre se atrinchere en su propiedad y mate y muera defendiéndola? ¿Que era un hombre valiente? Sí, sin duda, pero sobre todo, que se sentía o sabía totalmente solo.

Los símbolos importan. Que don Alejo Garza Tamez, un hombre de 77, ante la amenaza de que lo despojaran de su propiedad, se haya atrincherado en su rancho y enfrentado hasta la muerte a un grupo de hombres armados nos habla, sobre todo, del estado de indefensión y de soledad en el que se encontraba. No pensó en pedir ayuda, explicó su hija, porque, seguramente con toda razón, no confiaba en las autoridades.

Los medios y los comentarios se han centrado en el carácter heroico de don Alejo, que sin duda lo fue; el diccionario dice: héroe, varón ilustre y famoso por sus hazañas.

Su historia ha sido narrada con acentos épicos: “Un anciano de 77 años se llevó por delante a cuatro sicarios antes de morir peleando como el mejor soldado: con dignidad, honor y valentía”. Y los comentarios de lectores y televidentes se deshicieron en elogios: “Mis respetos, señorón, descanse en paz”… “deberíamos de ser así, todos tener el valor y no dejar ke nos chinguen”… “Murió por la patria”… “es la única forma”… “si cada uno de nosotros matara a uno de esos cobardes analfabetas nos libraríamos muy pronto de la pestilencia del país”… “mis respetos para este hombre, ojalá y nos sirva de ejemplo esto porque desgraciadamente hoy en día no hay otra opción, JUSTICIA POR NUESTRA PROPIA MANO”… “Don Alejo que deshonra no ser su hijo, pero qué orgullo como mexicano saber que hay alguien que entregó su vida por su propiedad y su dignidad”.

Para muchos lo que hizo don Alejo debería ser un ejemplo para todos. Yo no lo veo así. Es un caso que me duele, pero no me inspira. Me indigna que en muchos lugares del país no exista otra opción para defenderse y defender el patrimonio arduamente logrado que ceder o resistir hasta la muerte. Me indigna la soledad en la que se sintió don Alejo, la total ausencia del Estado. Me indigna que no existan ahí y en otras partes del país autoridades confiables y que la legítima desesperación lleve a muchos a pensar que sólo a balazos lo vamos a resolver. ¡Ese ha sido el error de este gobierno!

Debemos aspirar a reconstruir nuestra convivencia a través de métodos no violentos. No idealizando al que elige la forma y la hora de su muerte y alabando al que se lleva a varios por delante. Esta batalla no se va a ganar porque todos muramos con dignidad, está en juego algo que trasciende el honor de cada uno de nosotros y es la posibilidad futura de una sociedad pacificada. Es a lo que creo que debemos aspirar, no a convertirnos en un país de valientes que en solitario y sin esperanza enfrentan a los malos —quienesquiera que estos sean—, sino en una comunidad en la que podemos vivir sin armas y sin miedo, y donde los conflictos se resuelvan según reglas generales aplicadas por autoridades respetadas.



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