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Itinerario Político | Ricardo Alemán

Periodistas. ¿Qué vamos a hacer?

Nació en la ciudad de México en 1955 e inició en 1980 su carrera profesional como reportero del diario "A.M." de León Guanajuato. Ha trabaj ...

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Lunes 02 de agosto de 2010

En poco más de tres décadas de diarismo, es la primera ocasión que el autor de este espacio emplea la primera persona del singular. La convicción y el consejo de viejos maestros enseñó que el último lugar en ser noticia son los medios y, por añadidura, los periodistas.

Y en efecto, algo grave, si no es que muy grave, está ocurriendo para que la integridad y la vida de los periodistas sea noticia, para que poderes fácticos como el crimen y el narcotráfico intenten someter a los medios, sea mediante la violencia, el dinero, el miedo o la amenaza de muerte a sus periodistas.

Me asustó, me alarmó, me indignó y me resulta intolerable —y por eso la primera del singular— la cobardía de los barones del crimen que se valen del fusil, de la privación de la libertad, del miedo y el terror para intentar callar al mensajero —a los periodistas—, y para intentar adueñarse por la fuerza del instrumento reproductor del mensaje, que son los medios.

Me asustó, alarmó, indigó y me resulta impensable el odio que decenas, centenares o miles de inquilinos de abajo —de éste y otros medios— muestran hacia los periodistas. Asusta, alarma e indignan los niveles de intolerancia, de ignorancia y estupidez que se lanzan contra los medios y los periodistas, por el hecho de pensar diferente, ser independiente, rechazar “lo políticamente correcto”. Asusta e indigna el tamaño de la ignorancia sobre el papel de los periodistas en la sociedad y sobre las reglas que regulan el periodismo.

Pero más que la cobardía de los barones del crimen y los rabiosos odios sociales hacia los periodistas, lo que más asusta, alarma, indigna y lo que resulta aun más intolerable es la apatía de los propios periodistas sobre la que puede ser la mayor crisis que vivimos desde los tiempos del partido único, las mordazas oficiales y la “prensa vendida”.

Asusta, alarma e indigna la mezquindad de muchos de los que ejercemos el periodismo como oficio, profesión o pasión —mezquindad exhibida hoy mismo en torno al secuestro de cuatro colegas—, y la incapacidad de extender la solidaridad más allá de una palmada en el hombro o una palabra de aliento; asustan —en palabras de Aguilar Camín, hace dos décadas—, “los egos robustos” que no vemos más allá que del “yoyismo” de cada quien y de cada día.

¿Qué vamos a hacer en esta ocasión? ¿Otra vez dejaremos que el olvido y el valemadrismo nos regrese al respectivo espacio de confort? ¿Otra vez hasta que gritemos de nuevo el consabido ¡basta!?... para comenzar de nuevo. De algún lugar tendrá que salir una propuesta. Ya es impostergable la organización periodística. ¿Y qué tal la Amedi, de Raúl Trejo Delarbre, como paso inicial? Es propuesta.



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