aviso-oportuno.com.mx

Suscríbase por internet o llame al 5237-0800




Economía Informal | Macario Schettino

Los impuestos son mejores

Macario Schettino se dedica al análisis de la realidad, en particular la de México, desde una perspectiva multidisciplinaria: social, políti ...

Más de Macario Schettino



COLUMNAS ANTERIORES


Ver más columnas
Hace unos días, un grupo de personas incendió un antro en Cuernavaca

Jueves 27 de mayo de 2010

Aunque no queda claro aún por qué ese vandalismo, el rumor de que se trató de una extorsión ha sido fuerte. Tal vez así sea, tal vez no, pero sin duda en muchas otras partes del país hay efectivamente un proceso mediante el cual un grupo exige dinero a un particular o un negocio a cambio de no dañar su propiedad o su persona.

Esto es lo que se llama extorsión.

Indudablemente este hecho criminal ocurre, entre otras razones, por la incapacidad de la policía local para evitarlo. En algunos lugares porque esa misma policía participa de la extorsión, y en otros porque, aunque quisiera evitarlo, no tiene ni personal ni recursos para hacerlo. Al final, lo que está ocurriendo es que los particulares están pagando una especie de “impuesto de guerra”, si quiere llamarlo así. Y, aunque no lo quieran creer, esto pasa por no querer pagar los impuestos normales. Permítame explicarme.

En el origen del estado moderno, en particular el occidental, está precisamente la seguridad a cambio de los impuestos. Cuando se hunde el imperio Romano de occidente, allá por el tercer siglo de esta era (desapareció en el quinto, pero desde el tercero era pura ilusión), muchos lugares que habían sido colonizados y controlados por Roma se quedaron abandonados. La gente seguía viviendo ahí, pero ya no había fuerzas romanas para protegerlos. De pronto llegaba un grupo de “bárbaros” armados, asaltaban el pueblo, lo quemaban y se iban. Con muchas dificultades la población intentaba rehacer su vida, reconstruir su pueblo, y cuando ya habían logrado algo, aparecía otro grupo de “bárbaros” y los volvían a saquear.

Para evitar este cuento de nunca acabar, muchos pueblos decidieron optar por un “bandido estacionario”, alguien que les iba a quitar parte de su dinero, pero no quemaría sus casas, ni saquearía sus bodegas, ni dañaría a su familia, lo más importante. Este bandido estacionario es el estado moderno: nos quita parte de nuestro dinero a cambio de evitar que otros nos saqueen y dañen. Pero si nuestro bandido estacionario no puede cumplir su parte, estamos en un problema porque habrá grupos de “bárbaros” que intentarán quedarse con todo lo nuestro. Ése es el crimen organizado en su versión extorsionadora.

Esta versión de la delincuencia organizada, aunque muchas veces se origina en el narcotráfico, no es propiamente eso. En consecuencia, no tiene nada que ver con lo que hagan en Estados Unidos, o con la legalización de las drogas. Es un problema nuestro, que tenemos que resolver nosotros. Y, aunque suene extraño, ese problema pasa por financiar bien a nuestro bandido estacionario.

Indudablemente hay muchas cosas que tenemos que corregir en nuestro sistema de procuración, impartición y administración de justicia que no implican dinero, sino otras cosas (vigilancia, control de confianza, mejores métodos, etc.), pero no tengo ninguna duda de que tenemos un problema inescapable de dinero. La forma más fácil de verlo es a través de la policía municipal. De una vuelta por su pueblo y vea a sus policías, y si puede, pregunte cuánto ganan. Y luego dígame si hay manera de que estos personajes, mal alimentados, mal preparados y mal pagados, arriesguen su vida por cuidar la de usted. Salvo casos muy excepcionales, yo creo que el caso está claro.

Necesitamos en México cosa de 500 mil policías bien preparados y equipados para garantizar la seguridad de las personas y sus bienes. Y necesitamos que cada uno de ellos esté dispuesto a hacer su trabajo razonablemente bien. ¿Cuánto cree usted que se les debe pagar? Imaginemos por un momento que un salario de 10 mil pesos mensuales es razonable, al que se le debe añadir no sólo prestaciones, sino la garantía de jubilación temprana que toda policía tiene en el mundo. En pocas palabras, tendrá usted que multiplicar el sueldo por 2.5 veces para tener el costo de cada policía. Si seguimos este ejemplo de 10 mil pesos mensuales, el costo de esta policía es de 150 mil millones de pesos al año. Nos gastamos la mitad de ese dinero hoy entre seguridad pública, procuración de justicia, defensa y marina. Hacemos como que pagamos, hacen como que trabajan, y acabamos pagando doble: impuestos y extorsión.

México gasta medio punto del PIB en defensa y marina, 0.2% en seguridad y 0.1% en procuración de justicia. Algo parecido a esto último en impartición de justicia, es decir, Poder Judicial, y una miseria en administración de justicia, incluyendo penales. Si cree usted que con ese gasto se puede tener un país seguro, se equivoca. Y tal vez lo único que nos faltaba es que los criminales se dieran cuenta. Ya ocurrió.

Deberíamos invertir 2% del PIB en defensa y marina, y otro tanto en seguridad y todos los pasos de justicia. Es decir cuatro veces más de lo que gastamos, un incremento de tres puntos del PIB. Eso sólo puede ocurrir si lo pagamos en impuestos, pero dicen que no quieren pagar más, porque dicen que el gobierno debería dar los servicios gratis. Bueno, pues así no hay manera de hacer nada.

Si queremos resolver el problema de seguridad, entre otras cosas que tenemos que hacer se encuentra un incremento significativo en el gasto que destinamos a ese rubro. Sólo pagando buenos salarios, con buenas prestaciones, se podrá tener una policía calificada. Esto no garantiza su honradez, pero ayuda mucho. Lo que sí garantiza es un notorio incremento del orgullo del cargo y del espíritu de grupo, condiciones indispensables para un cuerpo de seguridad eficiente.

Algo parecido a esto, pero menos dramático, nos ocurre en el sector salud. No en educación, por cierto, en donde me parece que el dinero es suficiente y el problema es otro. México tiene que tener un mayor gasto de gobierno para que se puedan dar las condiciones básicas sobre las cuales podemos hacer todo lo demás. Todos los países exitosos gastan, medido como porcentaje de su economía, al menos el doble de México, la mayoría el triple. Es imposible vivir en primer mundo si se quieren pagar impuestos de cuarto mundo. Y si no resolvemos pronto este asunto, vamos a seguir pagando a la mala, es decir, en especie.



Comenta la Nota
PUBLICIDAD.