aviso-oportuno.com.mx

Suscríbase por internet o llame al 5237-0800




Línea directa | Ezra Shabot

Más violencia

Académico de la UNAM por 22 años, periodista en medios escritos y electrónicos. Conduce la tercera emisión de “Noticias MVS”, y los pro ...

Más de Ezra Shabot



COLUMNAS ANTERIORES


Ver más columnas

Viernes 21 de mayo de 2010

La imagen de México como país violento se generó desde las épocas de la independencia y hasta el movimiento revolucionario de 1910. El periodo institucional no logró eliminar esa percepción de país salvaje, la cual se agudizó a partir del surgimiento de la delincuencia organizada como un poder en competencia de espacios con el Estado. Desde los años ochenta del siglo pasado, la descomposición de los aparatos de seguridad del régimen autoritario sumada a la falta de un sustituto eficaz para el presidencialismo absoluto, abrieron la puerta a una violencia sistémica que hoy, en medio de una guerra con el Estado, refuerza la visión de un México sin ley y en donde la fuerza se impone sobre la razón.

Aunque en términos estadísticos se pueda demostrar una reducción de la criminalidad en los últimos años, el problema es de calidad y no de cantidad. Secuestros, asesinatos de civiles en el combate contra el narcotráfico, y un poder económico y bélico sin precedentes por parte del crimen organizado, cambian totalmente el escenario frente a lo sucedido anteriormente. La “desaparición” del ex candidato a la Presidencia, Diego Fernández de Cevallos, se ubica en este contexto, y no es que en el pasado no se hayan cometido secuestros contra personajes ricos o poderosos, sino que en el momento actual este hecho por sí mismo, se convierte en un golpe profundo al sistema político y sus mecanismos de defensa.

Por supuesto resulta imposible pensar que el gobierno federal pudiera brindarle protección especial a todos y cada uno de los personajes ligados a la estructura de poder, y mucho menos ante una figura que, como Diego, era reacio a moverse con guaruras u otro tipo de defensa. Sin embargo, y más allá de los motivos reales que causaron la “desaparición” de Fernández de Cevallos, el mensaje es claro para la clase política en su conjunto por parte de aquellos que con facilidad o utilizando medios complejos, son capaces de dañar la integridad física de los poderosos y por supuesto del resto de la población: estamos aquí y podemos dañarlos.

La guerra contra los cárteles del crimen organizado fue declarada en diciembre 2006, y lo que hoy estamos viviendo desde el asesinato de candidatos en Tamaulipas, hasta el secuestro de Fernández de Cevallos, son parte de los combates y de los ajustes de cuentas entre las bandas y con el propio gobierno. La pregunta es: ¿hasta cuándo será posible determinar la derrota de los criminales y cuánto daño aún pueden causar estos grupos a la sociedad mexicana?



Comenta la Nota
PUBLICIDAD.