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Itinerario Político | Ricardo Alemán

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Nació en la ciudad de México en 1955 e inició en 1980 su carrera profesional como reportero del diario "A.M." de León Guanajuato. Ha trabaj ...

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Cada vez son más —y de mayor sonoridad— las voces que gritan que es un fracaso la estrategia seguida por el gobierno federal en la lucha contra el narcotráfico y el crimen organizado

Domingo 21 de marzo de 2010

Ofensiva criminal en Monterrey y Mazatlán

La corrupción derrota al Estado, no los narcos

Cada vez son más —y de mayor sonoridad— las voces que gritan que es un fracaso la estrategia seguida por el gobierno federal en la lucha contra el narcotráfico y el crimen organizado. Está claro que muchas de esas voces son las que apuestan al fracaso de Calderón, en tanto que otras expresiones sólo buscan notoriedad. Pero tampoco faltan los argumentos puntuales y los datos duros de los enterados sobre el tema.

Sin embargo, la balanza parece dar la razón a los agoreros del fracaso, sobre todo por el recrudecimiento de las hostilidades entre bandas criminales y el mayor número de choques de grupos mafiosos con militares y/o marinos, que han resultado en masacres como la de jóvenes en Juárez y el recrudecimiento de las peleas en Nuevo León, Sinaloa y Guerrero. Y recientemente el asesinato de tres personas vinculadas al consulado estadounidense de El Paso, en Ciudad Juárez.

No debe sorprender que todos aquellos que en 2006 enarbolaron la bandera del “fraude” de Felipe Calderón contra AMLO, hoy agiten el estandarte del fracaso de Calderón —no sólo en la lucha contra el narco, sino en todo lo que haga o diga el “espurio”—, como tampoco es novedad que el PRI que apuesta a regresar a Los Pinos en 2012, se haya convertido en el “partido del no” a todo tipo de reformas, como la fiscal, política, energética y laboral, sin faltar la de seguridad.

REINA LA ESPECULACIÓN

Lo curioso, en todo caso, es que nadie o muy pocos de los agoreros del fracaso ofrecen evidencias contundentes y datos duros sobre una hipótesis que muchos sólo repiten como loros, a partir de emociones hepáticas y humores mañaneros, mientras que en el otro extremo —el del gobierno—, ocurre algo parecido, si no idéntico. Un día sí y otro también se presentan lugartenientes, operadores, números dos o tres de tal o cual capo; montañas de droga y dinero, arsenales de armas y cartuchos... como evidencia de los golpes ejemplares contra el crimen.

Sin embargo, nadie parece dispuesto a reconocer que no existe un termómetro, una regla o un instrumento mecánico, electrónico, social o político que permita medir el tamaño del triunfo o de la derrota de las partes en guerra. Y nadie lo sabe, porque una guerra como la mexicana con el narco, con una frontera de tres mil kilómetros con el mayor consumidor de drogas, es inédita. No existe con qué comparar esa guerra.

Lo que todos sabemos son los miles de muertos en todo el territorio nacional —algunos hablan de 15 mil y otros de 20 mil, desde enero de 2007—, pero nadie se atreve a sostener una cifra oficial y puntual, con nombres y apellidos, con datos fundamentales para saber si eran o no sicarios, víctimas colaterales de la guerra entre bandas, o de los choques entre cárteles y militares.

Se sabe que los ciudadanos de Juárez, Culiacán, Mazatlán, parte de Michoacán, Durango, de casi todo Tamaulipas, han perdido derechos y libertades básicas; como el derecho a la tranquilidad, a no tener miedo, a transitar libremente, al esparcimiento y la vida nocturna; que el Estado ha perdido la capacidad de gobernar ciudades como Juárez, regiones completas como las sierras de Sinaloa, Guerrero, Durango y Chihuahua; que no son confiables instituciones fundamentales como las policías municipales, estatales y federales; los ministerios públicos, los jueces y toda la estructura judicial, sea local o federal.

NO SABEMOS NADA DEL NARCO

¿Pero qué se sabe de las bajas de los cárteles; del impacto que tienen en su estructura las detenciones, los asesinatos masivos, los decomisos de droga, de dinero, de armas? ¿Qué se sabe de sus fortalezas o debilidades? ¿En serio ninguno de los cárteles ha sido seriamente diezmado, debilitado, o estará a punto de la extinción? ¿En serio no ha servido de nada la ofensiva militar?

Conocemos buena parte de las actividades de instituciones como el Ejército y la Marina; conocemos de sus bajas, fracasos, triunfos. ¿Pero qué sabemos de las bajas, los fracasos y triunfos de los cárteles? Nada. Y si no sabemos nada de una de las partes en guerra, no podemos hablar de triunfos o derrotas. Pero existe algo peor. ¿Qué significa la contraofensiva del narco en ciudades como Monterrey, Mazatlán y Acapulco, en los estados de Nuevo León, Sinaloa y Guerrero. ¿Esas ofensivas lanzadas contra la sociedad y el Ejército, son muestras de triunfo o derrota de los cárteles?

EL ENEMIGO EN CASA

Lo que queda claro de esa contraofensiva criminal lanzada contra el Ejército y la Marina —en Monterrey, Mazatlán y Acapulco—, es que el gobierno, los militares y marinos, no sólo se enfrentan a los narcotraficantes y criminales organizados, no sólo a sus sicarios, sino que se enfrentan a la corrupción y complicidad de policías —municipales, estatales y federales—, munícipes, gobiernos estatales omisos y simuladores y, por si fuera poco, a casi todo el sistema judicial.

Lo que muchos callan es que buena parte de los lugartenientes, operadores y números dos o tres de tal o cual capo —cuyas capturas son vendidas a la opinión pública como verdaderos espectáculos mediáticos—, son liberados en el anonimato, por falta de pruebas. Y no es que sean inocentes o chivos expiatorios. No, el problema es la brutal complicidad que existe en todo el circuito policiaco y judicial; que va desde la PGR y la SSP, pasando por policías de casi todo el país, los ministerios públicos, y que llega a jueces y magistrados. Se pudiera decir que la corrupción del Estado derrota al propio Estado. Y entonces la guerra debía ser contra lo corrupto del Estado, no contra los narcos. Al tiempo.



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