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Tintero económico | Alejandro Villagómez

Incentivos, crimen y castigo

Doctor en Economía por la Universidad de Washington. Especialista en macroeconomía, política monetaria y fiscal, ahorro y pensiones. Profeso ...

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La actividad criminal en nuestro país se está convirtiendo en un componente más de nuestra vida cotidiana “normal”

Miércoles 17 de marzo de 2010

No hay día que pase sin que estemos expuestos a titulares en los medios dando cuenta de algún evento delictivo, que ahora se han convertido en masacres sistemáticas. Es como vivir dentro de una película de gangsters, en donde por cierto, el robo simple y delito menor parecen ser cosas de niños.

La inseguridad y el crimen son un gran problema nacional que significa un enorme costo económico y social. Vale la pena realizar cualquier esfuerzo que contribuya a entender sus causas, la mejor manera de enfrentarlo y alcanzar una solución de largo plazo. En sentido, la teoría económica puede aportar su grano de arena. Aunque ningún análisis será completo, ofrezco algunas reflexiones.

Una vertiente fundamental en este análisis refiere a la Teoría de Incentivos, por cierto, piedra importante en el análisis económico. Esto es, se reconoce que todos los individuos actuamos y respondemos desde que nacemos a los incentivos que enfrentamos día con día, y que son los que nos empujan a realizar ciertas acciones respecto a otras. Estos incentivos, que pueden ser económicos, morales o sociales, en muchas ocasiones entremezclados, son los que van moldeando a las instituciones y normas de conducta (formales e informales) que rigen nuestro actuar cotidiano.

Todos los conocemos y los utilizamos buscando obtener ciertos patrones de comportamiento de un individuo, aunque esto no quiere decir que lo hagamos correctamente, lo cual ocurre cuando nuestro análisis de las causas del fenómeno que queremos modificar no es adecuado. El uso inadecuado de incentivos suele conllevar a resultados opuestos a los deseados.

Cuando el crimen aumenta la reacción inmediata es aumentar el castigo asociado. Sin embargo, la experiencia podría mostrar que los resultados no han sido necesariamente los esperados, seguramente porque este incentivo por sí solo es insuficiente. Después de todo, el costo de oportunidad asociado a una acción empujada por un esquema de incentivos existente puede variar entre individuos.

Probablemente para una persona con expectativas favorables profesionales y familiares, 30 años de cárcel implican un enorme costo de oportunidad, no así para otra en condiciones diametralmente opuestas. Parte de su comportamiento estaría moldeado por aquellos incentivos que enfrentó desde pequeña, lo que me lleva a enfatizar que muchas causas que explican un fenómeno se remontan mucho tiempo atrás. Se dice que el crimen es resultado de la falta actual de empleo y oportunidades, lo cual es parcialmente cierto, pero es importante considerar el desfase temporal o efecto de largo plazo. Seguramente muchos de los criminales actuales mantendrían su actividad a pesar de ofrecerles empleos. Habría que considerar que muchos de ellos crecieron durante la década perdida de los 80, en un entorno de pocas oportunidades, enorme pérdida de bienestar y mayor pobreza. Este factor explica parte del aumento progresivo de la criminalidad en las últimas dos décadas.

El análisis económico del crimen no es tema nuevo. La idea original fue planteada de manera formal por el Nobel Becker en 1968 en un modelo que enfatiza el aspecto disuasivo como factor central para afectar la decisión de un individuo para cometer un crimen. A partir de entonces se ha desarrollado una amplia literatura que amplía y enriquece el marco teórico para el análisis. La idea básica es que los individuos, en su toma de decisiones, realizan un análisis costo-beneficio de su acción y actúan en función de un conjunto de incentivos. Si el beneficio de la acción es mayor que el costo asociado, entonces vale la pena realizarla. Hay que notar que este costo no ocurre necesariamente, sino que sólo tiene una probabilidad de ocurrencia.

Es por eso que el modelo original sugiere que para reducir la incidencia del crimen habría que aumentar su costo con medidas disuasivas. Esto incluye aumentar las tasas de arresto o encarcelamiento; la actividad policial (en número y calidad) o las penas. Por desgracia, la literatura empírica sobre el tema no arroja resultados contundentes de que este factor realmente explique variaciones en la incidencia criminal o haya sido útil en distintos países. Esto puede explicarse por distintas razones, incluyendo la posibilidad de que muchos criminales consideren que su vida en prisión no es mucho peor que afuera, o que consideren que el ser prisionero tiene un bajo impacto en sus vidas futuras (técnicamente se considera que estos individuos tienen altas tasas de descuento o preferencias miopes por lo que esta amenaza tienen un peso relativamente pequeño). Es importante enfatizar que lo anterior no implica que aumentar las penas sea inútil. Pero sí podría pensarse que como una acción aislada no genera los resultados esperados.

Existen muchos planteamientos adicionales que ayudan a entender mejor este tema. Por ejemplo, se pueden agregar algunas de las ideas propuestas por otro Nobel (North). En particular destaca el papel crucial de la credibilidad en la ejecución o aplicación del castigo (enforcement). Por ejemplo, de poca utilidad será aumentar la pena al criminal si este considera que la probabilidad de ser capturado es baja o si aún dentro de la cárcel puede continuar con sus actividades o si su estancia será corta. Es decir, no sólo basta cambiar el marco legal, sino aumentar la credibilidad en su aplicación. Estas son sólo algunos temas (de muchos otros) en los que el análisis económico puede contribuir a enfrentar el serio problema de criminalidad en nuestro país. Vale la pena enfatizar que este análisis no busca sólo resolver el problema coyuntural, sino sentar las bases para su disminución en el futuro.

*Investigador del CIDE

 



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