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Serpientes y Escaleras | Salvador García Soto

Juárez, botín político

Autor de la columna “Serpientes y Escaleras”, Salvador García Soto es uno de los periodistas críticos con amplia presencia en los medios ...

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Miércoles 10 de febrero de 2010

Tan dudosa como la faramalla de un gobernador que en seis años fue indolente y negligente y hoy se muda a Ciudad Juárez, la “nueva estrategia” que mañana presenta el presidente Felipe Calderón para contener la violencia y descomposición social que vive esa frontera parece más una medida mediática que un plan serio para enfrentar la problemática social de la urbe fronteriza.

¿O es posible que en una semana se diseñe, aterrice y consulte una estrategia que resuelva problemas que se generaron en años, décadas de abandono y olvido a la sociedad juarense?

 

Lo que presentará mañana Calderón será en todo caso una catálogo de acciones, planes e inversiones tomadas del modelo colombiano, que ha sido diseñado e implementado desde Washington. Ciudades como Cali, Bogota y Medellín han llevado a cabo estrategias de recomposición del tejido social y combate al narco que han sido exitosas y en las que se basará la propuesta calderonista para Juárez.

 

También en Brasil, en el rescate de las favelas de Río de Janeiro o en la ciudad de Rosario, en Argentina se han probado esas estrategias que básicamente apuestan a una fuerte e inmediata inversión social, en acciones concretas para promover el deporte, la educación, los apoyos a madres trabajadoras, el acceso a internet, la construcción de parques y espacios de convivencia, todo con la idea de romper las bases sociales de la delincuencia y reconstruir paulatinamente la convivencia social.

 

En México el referente más inmediato de estrategias como las que intentará el gobierno federal en Juárez sería Chiapas y los intensos programas de desarrollo social que se aplicaron en ese estado, principalmente en la región de Los Altos, tras la irrupción del EZLN. Estrategias de contrainsurgencia o contraterrorismo, que apuestan a romper la base social a los grupos subversivos, como en el caso chiapaneco, o a los narcos y pandillas, como las que hoy aterrorizan a Ciudad Juárez.

 

Es obvio que una estrategia de ese calibre no se puede armar en una semana y que el presidente Calderón recurrirá al modelo impulsado por Washington en otros países de Latinoamérica. Habrá que ver si ese modelo funciona en Juárez y si lo acompañan de la necesaria inversión pública para que no sea sólo un acto de propaganda mediática, sino políticas de largo plazo.

 

 

 

En espera de ver qué presentan y si hay seriedad en su instrumentación, lo más rescatable es el cambio de actitud que mostró el gobierno de Calderón: hace una semana todavía decían en el gobierno que no modificarían su estretagia de guerra contra el narco porque “va muy bien”, y hoy ya reconocen que sin el componente social y la atención de problemas como la educación, el empleo y el desarrollo social, no podrán resolver la emergencia de Ciudad Juárez.

 

Sería deseable ver que esa inflexión en el gobierno calderonista comienza a nivel nacional y que para combatir al narco se aplican algo más que balas y fuerza militar y se enfrenta la problemática social que abastece de jóvenes y de ejércitos al narcotráfico.

 

 

 



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