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Atando cabos | Denise Maerker

No estamos listos

Realizó sus estudios profesionales en Ciencias Económicas y Sociales en la Universidad Católica de Lovaina, Bélgica, la Maestría en Cienci ...

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Miércoles 02 de diciembre de 2009

Ayer, en este espacio, mi joven colega y amigo Carlos Loret de Mola esgrimió un viejo, viejísimo argumento para oponerse a la reelección de legisladores y presidentes municipales: no estamos listos. Nuestra democracia no es lo suficientemente buena para adoptar una medida que, sin embargo, funciona en todas las otras democracias del mundo, excepto en Costa Rica y México. Su argumento es que la reelección está muy bien en la teoría, pero en México sólo hemos avanzado en el control de lo que ocurre el mismo día de las elecciones y todo lo que ocurre antes es “la ley de la selva”. Además en México, dice Carlos, los dados están cargados a favor de los partidos que ostentan el poder y aprovechan su posición para rebasar los topes de gasto de campaña, usar los programas sociales y comprar votos. Entonces, concluye, primero hay que limpiar la realidad electoral y sólo entonces las reelecciones. Lo mismo decían los priístas en 1964 cuando se discutió por primera vez la posibilidad de que los legisladores se reeligieran, una propuesta por cierto presentada entonces por Vicente Lombardo Toledano.

Los especialistas son cuasi unánimes en cantar las ventajas de la reelección. Favorece la rendición de cuentas porque obliga a diputados y alcaldes salientes a comparecer nuevamente frente al mismo electorado. Gracias a la reelección puede surgir un grupo más amplio de profesionales de la política, diputados que sean capaces de entender un presupuesto, con habilidad negociadora, especialistas en ciertas áreas. Hoy la mayoría vota siguiendo ciegamente la línea de unos cuantos porque no tiene la información ni la experiencia para formarse una opinión propia de los temas. La reelección también cambia las perspectivas de quienes ocupan esos puestos. Ya no se trata de una orgía gastalona y viajera de tres años sino de cuidar la imagen y la institución, de pensar a largo plazo.

Sin duda la democracia mexicana es perfectible, pero el argumento de que no estamos listos sólo invita al inmovilismo, no al cambio. Refleja además fatalismo: mejor quedarnos como estamos que buscar algo mejor. Y siempre es conveniente para quienes tienen el poder o piensan que lo pueden obtener en las actuales circunstancias.

La no reelección de los legisladores no fue una propuesta de la Revolución Mexicana sino la forma que encontró Calles para crear un partido hegemónico y evitar más enfrentamientos armados dándole espacio a todas las corrientes “revolucionarias”. México no es el mismo de 1933, y nuestros objetivos no son los de Calles.



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