Opinion

SASHA MONTENEGRO TIENE ALGO QUE CONTAR

Un ex presidente, una ex actriz y un nieto de un ex funcionario de gobierno protagonizan la historia que publica este mes la revista Esquire. Nos referimos al tema porque nos cuentan que la crónica ha causado revuelo en el seno de la familia del extinto José López Portillo, entre los amigos de Sasha Montenegro y, por supuesto, entre quienes conocen a Gilberto Flores Álvarez, un ciudadano de 51 años que supuestamente asesinó a sus abuelos a machetazos y que, por tal motivo, pasó una década de su vida en la cárcel.

En entrevista con Manuel Martínez Torres, Flores Álvarez rompe el silencio guardado por muchos años y asegura que él no mató a su abuelo el 6 de octubre de 1978. “(Fue un) crimen de Estado. El presidente (José) López Portillo tuvo que saber y supo, que (los Flores Muñoz) no habían sido asesinados con machete, ni estaban intoxicados (con Valium, según la versión oficial) y el Procurador (General de Justicia del Distrito Federal, Agustín Alanís Fuentes) también lo sabía”, dice el nieto de quien fuera, al momento de su muerte, director de la Comisión Nacional de la Industria Azucarera (y antes secretario de Agricultura y Ganadería de 1952 a 1958, en el sexenio del presidente Adolfo Ruiz Cortines).

La justicia mexicana condenó a Flores Álvarez a 28 años de prisión aunque, según dijo en la entrevista con Esquire, a principios de los años 90 lo liberaron gracias a la intervención de Divina Morales de Gutiérrez Barrios, esposa del entonces secretario de Gobernación, Fernando Gutiérrez Barrios.

Lo que inquieta al círculo cercano a López Portillo es que Flores Álvarez asegura que Sasha Montenegro, segunda esposa del ex presidente, dice tener pruebas de que había corrupción de alto nivel en el sector azucarero, razón por la cual habrían mandado matar a Gilberto Flores Muñoz.

“Te voy a decir algo: en un México dictatorial como aquél, no se movía ni una pulga sin que el presidente supiera. Mi abuelo había denunciado severas situaciones contra azucareros, alcoholeros y distribuidores de azúcar y ya estábamos amenazados”, afirma.

Si estos dichos son ciertos (cosa que parece validarse con el nerviosismo que, nos cuentan, revolotea en la familia del ex presidente), entonces Sasha Montenegro tiene algo interesante que contar.

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