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Plan B | Lydia Cacho

El hombre que odiaba a las mujeres

Mi nombre es Lydia Cacho Ribeiro, nací en 1963 en el Distrito Federal. Soy periodista y escritora. Desde hace 21 años vivo en Cancún desde d ...

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Jueves 10 de septiembre de 2009

El rumor en la Procuraduría General de la República fue que nadie quería la silla caliente. Esa silla huele a muerto, dijo un Ministerio Público, refiriéndose a que Medina Mora tenía meses paralizando casos, unos por órdenes, otros por intereses políticos y otros más porque García Luna usurpa funciones de procurador. Y le ponen leña al fuego entregando la silla a Arturo Chávez Chávez, ex delegado estatal de la PGR, ex procurador de Chihuahua. Lo que nos faltaba: el rey de la impunidad del feminicidio y de las casi 2 mil desapariciones forzadas en Chihuahua designado como encargado de la procuración de justicia del país.

¿Nadie le dijo a Calderón que la recomendación 44/98 de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos sobre Chávez exige que se le aplique la ley por fabricación de culpables y por negarse a investigar? Y que su mano derecha operaba para el cártel del Golfo. O que en denuncias formales por desapariciones forzadas Chávez aparece como indiciado. Él presume su amistad con El Jefe Diego y el secretario de Gobernación. Esos son sus méritos.

Le corresponde al Senado ratificar al procurador y resulta que nadie se acordaba de que Chávez fue quien acuñó la frase “las violan y las matan por prostitutas”, avalando 100 feminicidios en chihuahua.

Si el Presidente de la República fuera el capitán de barco le advertiríamos que cuando la nave hace agua se enciende la bomba de achique y se trae a un experto, nunca se abre un boquete más grande. Pero no somos un barco, sino un país lleno de rabia, agotado por la violencia y la inseguridad, por la pobreza y los impuestos, en donde las mujeres viven una violencia cada vez más sádica, un país en que los pederastas poderosos salen ilesos de la PGR.

Para esa silla caliente de procurador urge nombrar a una persona de probidad demostrada, que ayude al discurso presidencial de que los derechos humanos sí le importan. A menos que poner a Chávez, el hombre que odiaba a las mujeres, sea el mensaje que Felipe Calderón nos manda a las mexicanas. ¿Será posible?



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