Opinion

Apenas pisó México, el presidente francés abrió una valija repleta de elogios para su anfitrión, sobre todo por la valentía con la que el gobierno mexicano enfrenta la guerra contra el crimen organizado. Esa fue su tarjeta de presentación.

También habrá recurrido a su arsenal diplomático y poder de persuasión para convencer a su homólogo de aplicar el artículo 18 de la Carta Magna y cumplir con el Tratado de Estrasburgo (1983), para que la Florence Cassez pueda purgar su sentencia en una cárcel del primer mundo, a cambio de otorgar a México la categoría de socio frecuente. La joven fue sentenciada por la justicia mexicana a 96 años de cárcel por cuatro secuestros, delincuencia organizada y posesión de armas prohibidas. La condena se redujo a 60 años, la semana pasada. ¿Por presión ante la visita de Sarkozy y Carla Bruni?

“Debemos alzar la voz para dejar claro un mensaje inequívoco: ¡no a la impunidad, la justicia no se negocia y ni un paso atrás a la hora de castigar a quienes tanto daño hacen a nuestra sociedad con asaltos, trata de personas, narcotráfico y secuestro!”. Así lo exigen Alejandro Martí, Isabel Miranda de Wallace, María Elena Morera y cualquier otro que pretenda un México seguro. Sin negar el derecho de la criminal a defenderse, nuestra sociedad está obligada a exigir a las autoridades escuchar primero la voz de las víctimas, en este caso, Cristina Ríos Valladares y su hijo Cristian, de 11 años, quienes fueron secuestrados y vejados durante 52 días eternos. Esa familia, víctima de Los Zodiaco, liderados por Israel Vallarta y su amante europea, luchan por rearmar los pedazos de una vida rota para siempre.

Cassez fue identificada pese a sus proclamas de inocencia y hacerse pasar por víctima de un perverso montaje de la justicia mexicana. El argumento es válido entre algunos medios y 140 legisladores franceses “ilustrados”, que califican a México como país de salvajes. Se ha vuelto famosa.

Según Alejandro Martí, Sarkozy y su guapa señora deben saber que “no se trata de un linchamiento colectivo, sino de cumplir y hacer cumplir la ley a toda costa… México es un país que necesita restablecer la credibilidad en sus instituciones, en la aplicación del castigo a los que quebranten las normas, sin distingo de raza u origen”.

Escribe: “Será difícil para Calderón tener que decirle no al visitante… México es un país en guerra y no podemos ceder ante el enemigo. Un traficante es un enemigo, como un ladrón o una secuestradora, venga de donde venga… La ley y la justicia son primero… No somos mercaderes de principios… El presidente Sarkozy, por su parte, haría bien en recordar y leer algunas hojas de Los ensayos de Montaigne, quien solía escribir sobre ‘el esplendor que debe haber en toda acción que nazca de la verdadera justicia’”.