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Mirada al mundo | Paul Krugman

El destructivo centro

Premio Nobel de Economía 2008, considerado entre los economistas más destacados del mundo. Autor de más de 18 libros y columnista estrella d ...





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¿Cómo se le dice a alguien que elimina cientos de miles de empleos estadounidenses, priva a millones del cuidado de la salud y una nutrición adecuada y perjudica a las escuelas, pero ofrece un bono de 15 mil dólares a la gente rica que se cambia de casa?

Miércoles 11 de febrero de 2009

Un orgulloso centrista. Esto es lo que los senadores que terminaron fijando el tono de la legislación de estímulo acaban de lograr.

Incluso si el plan original de Obama —alrededor de 800 mil millones de dólares en estímulos, con una parte sustancial de ese total destinado a los poco efectivos recortes fiscales— hubiera sido aprobado, no habría sido suficiente para tapar el agujero que se avizora en la economía estadounidense, que la Oficina de Presupuesto del Congreso calcula se elevará a 2 billones 900 mil mdd en los próximos tres años. Sin embargo, los centristas realizaron su mejor esfuerzo para hacer el plan más débil y más malo.

Una de las mejores características del plan original era la ayuda a los gobiernos estatales necesitados de recursos, la cual hubiera proporcionado un impulso rápido a la economía y preservado al mismo tiempo servicios esenciales. Pero los centristas insistieron en un recorte de 40 mil mdd a ese gasto.

Asimismo, el plan original incluía un muy necesario gasto en construcción de escuelas; 16 mil mdd de ese gasto fueron eliminados. Incluía ayuda a los desempleados, especialmente para el cuidado de la salud. Recortado. Estampillas para comida. Recortado. En general, se recortaron más de 80 mil mdd del plan, y el grueso de esos recortes afectaron precisamente las medidas que contribuirían más a reducir la profundidad y los perjuicios de esta crisis.

Por otro lado, los centristas aparentemente no tuvieron objeciones con una de las peores disposiciones del proyecto de ley del Senado: un crédito fiscal para quienes compren casa. Dean Baker, del Centro de Investigaciones sobre Política Económica, llamó a ésta la cláusula “véndele la casa a tu hermano”; costará mucho dinero y no hará nada para ayudar a la economía.

A final de cuentas, la insistencia de los centristas de confortar a los acomodados y castigar a los afligidos, de reflejarse en el proyecto final, generará un desempleo y un sufrimiento sustancialmente mayores.

¿Cómo sucedió esto? Creo que la culpa la tiene la creencia del presidente Barack Obama de que se puede trascender la división partidista, pues esa noción dio forma a su estrategia económica.

Después de todo, mucha gente esperaba que Obama presentara un plan de estímulo realmente fuerte, que reflejara tanto la sombría situación económica como el propio mandato de las urnas.

No obstante, ofreció en cambio un plan que era evidentemente demasiado pequeño y demasiado dependiente de los recortes fiscales. ¿Por qué? Porque quería que el plan tuviera un amplio apoyo bipartidista y pensó que así sería. Hace poco estrategas de la administración hablaban de obtener 80 votos o más en el Senado.

Los anhelos pospartidistas de Obama podrían también explicar por qué no hizo algo de crucial importancia: hablar firmemente sobre cómo el gasto gubernamental puede ayudar a impulsar la economía. En vez de eso, dejó que los conservadores dirigieran el debate, esperando hasta finales de la semana pasada antes de decir finalmente lo que se necesitaba decir: que un mayor gasto es lo esencial del plan.

Y Obama no obtuvo nada a cambio de este acercamiento bipartidista. Ni un solo republicano votó a favor de la versión del plan de estímulo de la Cámara de Representantes, el cual, por cierto, estaba mejor enfocado que la propuesta original de la administración.

En el Senado, los republicanos vituperaron algunas disposiciones, aunque el gasto derrochador que supuestamente detectaron (gran parte del cual estaba plenamente justificado) era una parte trivial del monto total de la legislación. Y lamentaron el costo del proyecto, aun cuando 36 de los 41 senadores republicanos votaron a favor de sustituir el plan de Obama con recortes fiscales por 3 billones de dólares —así es, 3 billones de dólares— en un plazo de 10 años.

Así que el papel de Obama quedó reducido a negociar los votos de esos centristas. Y los centristas, como podía esperarse, adelgazaron el plan no basándose en un argumento económico coherente, hasta donde se puede decir, sino simplemente para demostrar su espíritu centrista. Probablemente habrían demandado que se recortaran 100 mil mdd de cualquier cosa que propusiera Obama y, al presentarse con una apuesta inicial tan baja, el presidente garantizó que el arreglo final fuera demasiado pequeño.

Son los riesgos de negociar con uno mismo.

Ahora, negociadores de ambas cámaras deben reconciliar sus versiones del estímulo. Es probable que el proyecto final elimine algunas de las peores disposiciones de los centristas, y Obama podría regresar para un segundo asalto. Pero esta fue su mejor oportunidad para lograr acciones decisivas, y se quedó corto.

¿Ha aprendido entonces Obama de esta experiencia? Los primeros indicios no son buenos.

Más que reconocer el fracaso de su estrategia política y los daños a su estrategia económica, el presidente intentó poner una cara feliz pospartidista ante la situación. “Demócratas y republicanos se unieron en el Senado y respondieron en forma apropiada a la urgencia que este momento demanda”, declaró el sábado, y agregó que “la escala y el alcance de este plan son correctas”.

No, no lo hicieron, y no, no es así. (Traducción: Gregorio Narváez)



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