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México y el mundo | Juan María Alponte

En el segundo centenario de Darwin

Profesor titular de la FCPyS de la UNAM, escritor y periodista. Ha colaborado en periódicos y revistas nacionales e internacionales. Ha escri ...




Charles Darwin, el autor de uno de los libros más polémicos del siglo XIX —The origin of species, El origen de las especies—, nació en Inglaterra el 12 de febrero de 1809

Martes 03 de febrero de 2009

(Primera parte)

Charles Darwin, el autor de uno de los libros más polémicos del siglo XIX —The origin of species, El origen de las especies—, nació en Inglaterra el 12 de febrero de 1809.

Pertenecía a una familia ilustrada y científica. El padre, Robert Waring Darwin, médico notable, era hijo de otro médico famoso, Erasmus Darwin. Publicó éste una extensa obra sobre el mundo orgánico: Zoonomía o las leyes de la vida orgánica. Se ha dicho que es un antecedente del darwinismo.

Nos queda de Charles Darwin un librito memorialístico: Recuerdo del desarrollo de mis ideas y carácter. En él relata sus estudios y peregrinaciones en pro de su vocación. Asumido por su padre después de dos cursos, que su hijo no tenía intención de ser médico, lo interrogó. Acéptese que el hijo decía de su padre que era un hombre impresionante: 1.88 de altura y más de 150 kilogramos… “y nunca dejó de engordar”. Vistas las cosas desde esa mole”, se tiene que entender que abandonar la medicina no fue un diálogo fácil.

El padre le preguntó si quería ser religioso (como Malthus, el autor del Principio de la población, que también fue martillo de una inmensa polémica), y el mozo Charles Darwin puso manos a la obra; sin olvidar sus aficiones a coleccionar escarabajos e insectos, se puso a estudiar los preámbulos de su carrera sacerdotal. Hasta que no pudo más. Sus palabras. La Iglesia protestante no supo atraerlo. Se hubiera evitado la polémica de los “orígenes”. Pero el mozo explica las causas por las cuales abandonó la religión: “Podría decir, de acuerdo con la verdad, que nunca sentí deseo de atacar ningún dogma, pero nunca fui tan tonto como para decir o aceptar el credo quia incredible”. Lo dijo en latín (creo porque es increíble), para que no hubiera dudas.

Lo cierto es que Darwin se permite una reflexión lúdica: “Si pienso con qué fervor fui atacado después por los ortodoxos, me parece divertido (sólo los sabios verdaderos, nunca solemnes, me permito interrumpirle, hablan así) que algún día hubiera tenido la intención de ser clérigo”.

Sin problemas económicos, el joven Darwin exploró universidades y estudios, y finalmente su vocación lo condujo a la botánica. Dejó en su librería el tomo de Paley (Evidencias de la cristiandad), pero se entusiasmó al ver que en el libro del entomólogo Stephens (autor de Ilustraciones de los insectos británicos) se anunciaba a los lectores: “capturados por Charles Darwin”. La existencia memorable, enriquecedora, nos permite observar los procesos culturales desde la pasión deslumbrante de la búsqueda. Un primo de Darwin, W. Darwin Fox, era entomólogo y le facilitó el camino hacia su evolución. Su amistad, dice en sus Recuerdos, por otra parte, con el profesor Henslow, de la Universidad de Cambridge, lo conduciría, de la mano de otros colegas inteligentes, hacia la botánica. Subrayo, en torno de su vocación algo que me interesa destacar: el papel de Humboldt, el “nuestro”, en la formación de Charles Darwin. En efecto, el admirable Alexander von Humboldt, naturalista y geógrafo alemán, con su Narrativa personal y su Kosmos, con el libro de Herschel (Estudio de la filosofía natural) “despertaron en mí un afán ardiente por añadir, aunque en lo más humilde, una contribución a la noble estructura de las ciencias naturales…”.

Antes decía, “nuestro Humboldt”. Lo digo por su libro, Ensayo sobre el reino de la Nueva España, que fue la primera mirada moderna sobre México desde el exterior, al inicio del siglo XIX. En mi clase de historia, en la facultad, señalé su importancia. Nadie lo conocía. Cuando Bolívar lo encontró en París le preguntó: “¿América está lista para la independencia?”. Alexander Humboldt: “Sí, pero todavía no conozco a sus liberadores”. Darwin añade: “Copié largos pasajes de Humboldt sobre Tenerife y los leí en una excursión”. Pronto encontraría su hora.



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