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Itinerario Político | Ricardo Alemán

Juárez, narco y… “ojo por ojo”

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Lunes 19 de enero de 2009

Pasó de noche para muchos que en el México de 2009, en Ciudad Juárez, parece surgir la versión mexicana de los colombianos Pepes. ¿De qué hablamos?

Casi nada, que en la violenta Chihuahua, y sobre todo en su capital —que guste o no es una de las ciudades donde se vive un Estado fallido—, el pasado jueves apareció un “comando” de vengadores del crimen organizado y el narcotráfico —mezcla escuadrón de la muerte y grupo paramilitar—, que anunció como su objetivo: “Terminar cada 24 horas con la vida de un criminal… (porque) más vale la muerte de una mala persona a que esta mala persona continúe contaminando nuestra región”.

Bajo el lema de “Patria y justicia, por una nación para todos”, el autodenominado Comando Ciudadano por Juárez (CCJ), hizo llegar su proclama a los medios de comunicación de Chihuahua, en la que explica: “Nuestro comando no está ligado a ningún partido y nuestra única preocupación es que Juárez recupere los niveles de tranquilidad que se tenían hace un par de años”.

El comunicado del CCJ señala que en los próximos días “difundirá un manifiesto para que los interesados en limpiar nuestra ciudad de estos criminales se puedan unir al comando”. ¿Cómo se sumarán al comando los ciudadanos interesados? Las instrucciones son escuetas. Dice el mensaje que fue enviado a los medios: “Si tienen identificado a criminales (sic) pronto podrán mandar (los datos) a una dirección electrónica para poder acabar con su vida”. ¿Qué tal?

Pero más que la sorpresiva aparición de los modernos “vengadores anónimos” —y por supuesto, de las reservas del caso con que debe tomarse la información y la evolución del tema—, la primera reacción debiera ser de interrogante frente a un fenómeno generado por las condiciones de un “Estado fallido” que se viven en Ciudad Juárez, en buena parte de Chihuahua, y en otros municipios como Tijuana, y regiones enteras de estados como Tamaulipas, Sinaloa, Durango…

Si realmente se gesta un grupo clandestino cuyo objetivo es cobrar los agravios y las muertes del crimen organizado, con el consabido “ojo por ojo” —y con sus mismas armas de terrorismo, violencia y crimen—, tendremos que aceptar que en regiones bien identificadas del país, como Ciudad Juárez y otros municipios de Chihuahua —y otras entidades de México—, se vive eso que tanto preocupa y molesta al gobierno de Calderón: un “Estado fallido”, precisamente en esas porciones del territorio nacional.

No sabemos si el CCJ es un comando real, de vengadores anónimos que tratan de actuar en serio y si ya operan en Chihuahua. Tampoco conocemos a quien o quienes lo integran, financian y el tipo de armas, estrategia, logística y apoyos que tiene. De ser cierto que existe tal comando, tampoco sabemos quién está detrás, o si existe un interés bien identificado como motor. Las dudas, en realidad, se podrían ir al infinito.

Lo que sí sabemos es que —sea o no una vacilada o sea un grupo que está dispuesto a actuar en serio— cuando los ciudadanos dan respuestas como la creación real o imaginaria de un “comando ciudadano” como el aparecido en Juárez, para contener la violencia, el crimen, la inseguridad… es porque el Estado no sólo ha fallado, sino que ha sido rebasado.

Todos saben que cuatro de cada 10 muertes ocurridas en México entre 2007 y 2009 —a causa del crimen y la violencia— se han producido en Juárez y Chihuahua. ¿Es o no esa entidad, y sobre todo su capital, un Estado fallido? ¿Cuántos municipios como ése, en donde el Estado falló y ha sido rebasado, existen en el país? Está claro que no se trata de un fenómeno generalizado, pero ése no es atenuante de nada. Y es que si lo vemos a través de la Ley de la capilaridad —aplicada al papel del Estado—, sólo aparece un grupo social justiciero donde existe un vacío de poder institucional, de gobierno, del Estado, en hacer cumplir la justicia.

Resulta que entre 1990 y 1993 —años del terrorismo lanzado por el cártel de Cali contra el gobierno de Colombia— apareció en las principales ciudades un grupo vengador conocido como Perseguidos por Pablo Escobar, a los que la voz popular bautizó como Los Pepes, quienes mataron a medio centenar de socios, parientes y amigos de Escobar —y a quienes la gente en general vio como “una bendición”—, hasta que desaparecieron cuando Pablo Escobar fue muerto. Luego se supo que la CIA, la DEA y paramilitares estaban detrás.



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