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México y el mundo | Juan María Alponte

Iturbide y Bolívar: documentos-memorias

Profesor titular de la FCPyS de la UNAM, escritor y periodista. Ha colaborado en periódicos y revistas nacionales e internacionales. Ha escri ...





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Domingo 21 de diciembre de 2008

El 29 de mayo de 1822, Iturbide, comunicaba, a Simón Bolívar, “su ascensión al trono de México”. Inicia: “Ciudadano Libertador: Recibid, lo primero, con agrado mi admiración por vuestro heroísmo, mis deseos de imitar las virtudes militares de que disteis repetidos testimonios, y no esquivéis vuestra amistad a un hermano y compañero que se honrará de merecerla…

Carezco de la fuerza necesaria para sostener el cetro; lo repugné y cedí al fin para evitar males a mi patria, próximo a sucumbir de nuevo, si no a la antigua esclavitud, a los horrores de la anarquía…”. (Bolívar en la Cancillería mexicana. Archivo Histórico Diplomático Mexicano, Número 15).

Fusilado en 1824, cuando tenía 40 años, ocho meses y 21 días, su viuda Ana María Huarte (“de una familia de la misma ciudad de Valladolid y tan distinguida como la de Iturbide”, dice Alamán en su Semblanza) escribía a J. R. Malo, 11 de octubre de 1828, diciéndole que había pedido a Bolívar que acogiese a su hijo mayor, Agustín el grande (el “grande” porque Iturbide bautizó, “Agustín”, a dos hijos y uno era el grande y el otro el pequeño) en el ejército colombiano.

Bolívar accedió. Existe correo entre el encargado de Negocios de México en Colombia y la Secretaría de Relaciones de México sobre el tema.

El 6 de enero de 1825, Bolívar le decía al general Francisco de Paula Santander algo que, con el paso del tiempo y la sabiduría de la existencia estremece: “Dios nos libre de la carrera y la muerte de Iturbide… el tal Iturbide ha tenido una carrera meteórica, brillante y pronta como una exhalación; este hombre ha tenido un destino singular: su vida sirvió a la libertad de México y, su muerte, a su reposo. No me canso de admirar que un hombre tan común como Iturbide hiciese cosas tan extraordinarias; Bonaparte estaba llamado a hacer prodigios; Iturbide no; y por lo mismo los hizo mayores que Bonaparte…” (del mismo documento).

¿Pensaba, Bolívar, en los rumores envenenados que decían que, él mismo, quería fundar una monarquía? Quien le escuchaba, el general Francisco de Paula Santander (1792-1840) se preparaba, astutamente, para sucederle. Eso, entonces, no lo sabía Bolívar. Años después de su conversación con Santander (Archivo Diplomático, página 18) teniendo ya, a su lado, al joven Agustín como oficial de su guardia, en carta, a Rafael Urdaneta (13 de julio de 1829) le decía: “Yo no soy el hombre para el proyecto de monarquía; tengo a mi lado a Iturbide, que me recuerda la suerte de su padre”. Sólo siendo apto para la vida se puede entender su misterio.

Ana María de Iturbide, preocupada por el tránsito de su hijo al ejército del Libertador, decía a J. R. Malo: “…Creo que el gobierno de México no tomará a mal esta providencia…Tiene derecho a disponer de sí…Mi conducta, la suya y de toda mi familia hemos acreditado por cuatro años que no aspiramos a otra cosa que a vivir una vida privada; creo que ni el más suspicaz podría imputarnos en este paso miras o proyectos de ambición…”.

Le permitía a Bolívar, a su vez, hacer una frase aleccionadora: “…Tengo a mi lado a Iturbide que me recuerda la suerte de su padre”.

El 19 de julio de 1824 hicieron saber a Iturbide que sería fusilado a las 6 de la tarde. “Él mismo, dice Alaman (a quien debemos leer, pese a una vieja admisión de su conservadurismo, porque amplía la visión de la historia) avisó a la guardia que le custodiaba que había llegado la hora.

Al eclesiástico que le acompañaba le entregó su reloj y el rosario que llevaba al cuello para que se lo mandase a su hijo mayor y una carta para su esposa”. ¿Los tenía, Agustín el mayor, cuando vio morir el 17 de diciembre de 1830 a Simón Bolívar, abandonado de casi todos, en la mansión de un español en San Pedro Alejandrino? No lo sé.



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