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El mundo según Guerra | Gabriel Guerra Castellanos

Obama: Ahora viene lo difícil

Es presidente y director general de Guerra Castellanos y Asociados, empresa líder en temas de comunicación estratégica.

Tiene una ampl ...





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Viernes 07 de noviembre de 2008

Barack Obama logró ya lo impensable. Será presidente de una nación que hace menos de medio siglo todavía reprimía a los suyos, en la que ser negro sigue representando un reto y un obstáculo a superar en la vida cotidiana.

Logró lo impensable y lo hizo con elegancia y con holgura en los resultados. No fue la suya una victoria controvertida ni cuestionada, ni marcó tampoco una división profunda en la sociedad o entre grupos étnicos. Si bien ganó de manera abrumadora el voto negro, lo hizo también con los hispanos y obtuvo un muy respetable resultado entre el electorado blanco.

En lo que tal vez representa el mayor mérito de su campaña, motivó a millones de personas que nunca habían votado a hacerlo en esta ocasión, interesó a millones de jóvenes en la política, hizo de una sociedad apática y conformista una que se metió a fondo al proceso electoral, que participó activamente, que se tomó muy a pecho los temas y las personalidades de los candidatos.

Lo hizo sin dramatizar su propia condición, sin recurrir a la demagogia barata que tan fácil le hubiera resultado a otro candidato con sus características. Imposible decir que la raza y el color no influyeron, pero Obama no hizo de ésta una elección entre lo blanco y lo negro, sino entre lo nuevo y lo viejo. El entusiasmo que provocó entre millones fue una afortunada combinación de la afirmación mutua y no excluyente de sectores tradicionalmente marginados con otros que no lo son: ni fue la campaña de negros contra blancos ni la de pobres contra ricos, fue la más incluyente que uno pudiera imaginar.

Algunas cifras de una encuesta de salida a nivel nacional de CNN sirven para sustentar lo anterior: Obama obtuvo 53% del voto popular y le ganó a McCain tanto entre hombres (49-48%) como mujeres (56-43%). Los jóvenes se le volcaron, con los menores de 30 años dándole una ventaja de 34 puntos porcentuales sobre su rival. De hecho, el único segmento por edad de la población que ganó McCain fue el de los mayores de 65 años.

Algo similar sucedió en las demás divisiones y cruces de la encuesta de CNN, pues Obama logró romper muchas de las barreras reales o imaginarias que existían para un candidato negro. Si bien no logró la mayoría del voto de los blancos, sí obtuvo un muy respetable 43% y además ganó muy cómodamente un segmento cuya participación aumentó en este proceso electoral: el de los jóvenes blancos, que le dieron 54% de sus votos. Los así llamados independientes (ni demócratas ni republicanos) le dieron también una amplia ventaja.

Todo esto apunta a una nueva configuración del mapa político estadounidense que podría romper con muchos de sus paradigmas tradicionales. Además del obvio de que un negro sí puede ganar la Presidencia, hay otros menos dramáticos que no son insignificantes, comenzando por la composición geográfica de la victoria de Obama y siguiendo con los índices de participación de sectores de la población que eran tal vez secundarios o irrelevantes para los estrategas de las campañas presidenciales en el pasado.

Si la gestión presidencial de Obama es exitosa, no sería descabellado hablar de una nueva generación de estadounidenses que crezca viendo que se puede pensar en términos que trasciendan las etiquetas ideológicas tradicionales, los conceptos anticuados de raza y género.

Esa nueva generación no tiene necesariamente que identificarse con un partido, pero sí con una nueva manera de ver las cosas. Pero para eso falta, por supuesto, lo más difícil: Obama tendrá que ser tan buen presidente como fue candidato.



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