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México y el mundo | Juan María Alponte

Memorias juveniles: Díaz y Juárez

Profesor titular de la FCPyS de la UNAM, escritor y periodista. Ha colaborado en periódicos y revistas nacionales e internacionales. Ha escri ...





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Decía Porfirio Díaz: “Nací en la ciudad de Oaxaca el 15 de septiembre de 1830

Domingo 26 de octubre de 2008

Decía Porfirio Díaz: “Nací en la ciudad de Oaxaca el 15 de septiembre de 1830. Cuando tenía ya seis años fui enviado a la escuela de primeras letras, llamada en Oaxaca, ‘Amiga’, en que se enseñaba a los niños a leer solamente, reunidos los de ambos sexos y siendo todos de muy tierna edad. Allí se aprendía muy poco. Después fui a una escuela municipal donde aprendí a leer y a escribir, en cuanto esto se enseñaba entonces, es decir, mal, más tarde y casi siendo ya hombres, era cuando teníamos que aprender; y en 1843, cuando contaba yo 13 años, entré al colegio Seminario Conciliar de Oaxaca…”.

Decía Benito Juárez a sus hijos: “El 21 de marzo de 1806 nací en el pueblo de San Pablo Guelatao, Oaxaca… En algunos ratos desocupados mi tío me enseñaba a leer, me manifestaba lo útil y conveniente que era saber el idioma castellano y como entonces era sumamente difícil para la gente pobre y muy especialmente para la clase indígena adoptar otra carrera científica que no fuese la eclesiástica, me indicaba sus deseos de que yo estudiase para ordenarme. Estas indicaciones y los ejemplos que se me presentaban de algunos de mis paisanos que sabían leer, escribir y hablar lengua castellana y de otros que ejercían el ministerio sacerdotal despertaron en mí un deseo vehemente de aprender…”. No creo, dice Alponte, que exista una frase tan rotunda, enhiesta, poderosa y admirable como esa: “El deseo vehemente de aprender”.

Decía Porfirio Díaz: “Los recursos que entonces se exigían para graduarse de bachiller en artes, conforme al plan de estudios vigente, eran dos años de latinidad y tres de filosofía. El primer año de latinidad se llamaba Mínimus y Menores. En 1843 era profesor de Mínimus el presbítero don Nicolás Arrona, siendo rector el canónigo don Vicente Márquez, quien fue después canónigo y más tarde obispo de Oaxaca”.

“Con la Iglesia hemos topado, amigo Sancho”, decía Don Quijote. Tiempo antes y anticipadamente.

Decía Benito Juárez a sus hijos: “…El 17 de diciembre de 1818 y a los 12 años de edad me fugué de mi casa y marché a pie a la ciudad de Oaxaca a donde llegué en la noche del mismo día, alojándome en la casa de don Antonio Maza en que mi hermana Josefa servía de cocinera… En las escuelas de primeras letras de aquella época no se enseñaba la gramática castellana. Leer, escribir y aprender de memoria el Catecismo del padre Ripalda era lo que formaba el ramo de la instrucción primaria…”.

Decía Porfirio Díaz: “… Al acabar el curso de artes, me inclinaba yo a la teología y hasta había comenzado a preparar el estudio en las vacaciones…”. ¿Qué les parece?

Decía Benito Juárez a sus hijos, cansado de una escuela donde no aprendía nada: “…Entré a estudiar gramática latina al Seminario en calidad de capense (alumno externo) el 18 de octubre de 1821, por supuesto sin saber gramática castellana, ni las demás materias de educación primaria. Desgraciadamente, no sólo en mí se notaba ese defecto sino en los demás estudiantes… Comencé mis estudios bajo la dirección de profesores, que siendo todos eclesiásticos, la educación que me daban debía ser puramente eclesiástica…”.

En 2008 solamente uno de cada 10 estudiantes en edad universitaria pudo ingresar en los planteles de educación superior. Su dolor, su decepción, es nuestra.



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