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Bitácora Republicana | Porfirio Muñoz Ledo

Gustavo Iruegas



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Viernes 24 de octubre de 2008

Pocos días después de que México ingresara por cuarta vez al Consejo de Seguridad falleció Gustavo Iruegas en La Habana. La coincidencia es relevante por haber éste dedicado sus mejores empeños intelectuales y diplomáticos a la construcción de un sistema de seguridad nacional autónomo, multidimensional y de alcance global.

Fue Gustavo un profesional pundonoroso y un amigo leal. Escueto en lo público y cálido en lo privado, combinaba la disciplina laboral con infranqueables convicciones y el celo por sus competencias con un agudo sentido del interés general. Ingresó a la diplomacia por la puerta de la administración y dejó el servicio exterior por el amplio ventanal de la ideología.

Lo conocí cuando se desempeñaba como director de Protección para mexicanos en el extranjero y yo servía en las Naciones Unidas. Impulsaba el cumplimiento de nuestro deber esencial con los migrantes: la defensa de sus derechos humanos, a la par que en el foro mundial promovíamos su acatamiento en otros países y la suscripción por el nuestro de tratados fundamentales en la materia.

En ambos frentes contribuimos a modificaciones sustantivas en la agenda de las relaciones con Estados Unidos y en las prioridades de nuestra acción multilateral. Eran tiempos de la primera “reforma política”, bajo cuyos objetivos nos cobijamos. Era también el momento riesgoso de solidaridad con la revolución nicaragüense, que nos exigía credenciales internacionales irrefutables.

Gustavo había participado de cerca en el proceso centroamericano —donde conquistó sus primeras medallas—; pero había padecido sobre todo los excesos a que suele conducir el concepto y práctica de la “seguridad regional” en consonancia con los requerimientos de la potencia dominante. De ahí su militancia radical, que lo llevó años más tarde a proponer la denuncia del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca.

Hace poco escribió que “la política exterior es uno de los campos de expresión natural de la razón de Estado”. Entendía la diplomacia como instrumento privilegiado de la defensa nacional. Por ello el estrecho vínculo que cultivó con la perspectiva castrense del mismo menester, hasta obtener el grado de maestro en Administración Militar para la Seguridad Nacional. Igualmente, su veta de activista patriótico.

Pensaba que “la primera mitad de la acción del gobierno debe dedicarse a la seguridad y la segunda al desarrollo”. Estimaba que “ambas tareas son indisolubles y han de perseguirse simultáneamente en lo externo y en lo interno”. La soberanía es una sola y comprende tanto la integridad e inviolabilidad del territorio como la jurisdicción efectiva del Estado para garantizar la seguridad pública y los derechos ciudadanos.

Explica que el orden interno carecería de sustento en ausencia de “paz social, fortaleza del gobierno y capacidad de las instituciones”. Que sería imposible protegernos contra “agresiones, amenazas, riesgos, presiones y adversidades”, si no “preservamos la calidad del territorio, del agua, del aire y ante todo de la vida de los habitantes”.

Advierte que “la comunidad internacional está condicionada por un entorno hostil y un orden regresivo en que el derecho cuenta poco y el poder del más fuerte lo decide todo”. Para compensarlo, aconseja en fórmula clásica: “El ejercicio de una política exterior propia, orientada a la satisfacción de los intereses nacionales y practicada con independencia diplomática”.

Esperaríamos de la Cancillería mexicana, en la que con tanto fervor colaboró, un gesto de grandeza en su memoria. El mejor podría ser la transparencia y probidad con que actuásemos en el Consejo, participación sobre la cual Iruegas se pronunció con acerbo escepticismo. Dudaba que en las actuales circunstancias fuera de provecho para México e incluso que iluminara a un gobierno aldeano con la compleja visión del mundo.

Por nuestra parte organizaremos un seminario de homenaje sobre las dimensiones verdaderas de la seguridad nacional. Afinaremos también nuestra lupa en el análisis de la cuestión energética y actuaremos en consecuencia, como él lo hubiera hecho.



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