Opinion

No me voy, me llevan (Foto: )

Dice Miguel Alemán Velasco en su libro Si el águila hablara que los presidentes de México pasan por varias etapas una vez que están en el poder. Hijo de un ex presidente, político y observador de la realidad nacional, afirma, en pocas palabras, que van perdiendo el piso poco a poco...

Eso es lo que más me preocupa de la reacción de Felipe Calderón o de su equipo (que no es lo mismo, si fue de su equipo está peor: el Presidente no sabe qué hacen) ante el grito de Andrés Leonardo Gómez Emilsson el pasado viernes.

Doy por hecho que sabe que el joven premiado en el rubro académico, chavo de coeficiente intelectual alto, becado en Noruega, le gritó “¡Espurio!” al Presidente. Que lo secundó Mario Jiménez Santiago, quien dijo: “¡No hay libertades!”. Que integrantes del EMP —nada más dijeron lo anterior (en un acto de suprema tolerancia y respeto)— los detuvieron y llevaron a declarar ante un MP. Que luego hasta de Los Pinos llegó un comunicado donde —oigan, muchas gracias— afirmaban que por ello no le fincarían cargos ni civiles, ni ¡penales! Puf.

Mucho más lo pienso porque es ilógico que esto suceda al mismo tiempo que la reacción inmediata del Presidente fue hablar de ¡¡libertad de expresión!!

Me recuerda lo que el otro día afirmaba un importante político en corto. Comparaba la percepción de ilegitimidad —decía él— de Carlos Salinas en 1988. Y todo lo que hizo él para “reanudar” el diálogo con todas las fuerzas políticas. Le quedó claro, dijo, que tenia que pagar un costo para la reconciliación. Y lo manejó bien… aunque muchos dirán que con graves costos a la libertad de expresión y de corrupción (remember el “hermano incómodo” o “mister ten percent”).

Y como Felipe Calderón no ve que la reconciliación no sucede por decreto...

Aunque también ningún Presidente había tenido antes a una figura —tan carismática, con tan buen manejo del timing político y medios, con tantos seguidores, y en un país con libertades— como Andrés Manuel López Obrador, quien no hace naaaaada por evitar la polarización. Pero tampoco ayuda en nada el Presidente.

Otra anécdota relacionada. Me lo cuenta una amiga que lo vivió: el año pasado reunieron en Los Pinos a un grupo de organizaciones civiles que trabajaron o querían trabajar en Tabasco por las inundaciones (aunque suene a deja vú).

Ante el Presidente, una de las organizaciones denunció que había problemas para entregar la ayuda a los damnificados. Sin enojo y con calma reveló el kilómetro específico en el que un retén del Ejército no permitía llevar comida.

Abel Cuevas, entonces coordinador de eventos del Presidente y hoy Oficial Mayor de Gobernación, montó en cólera y regañó a quien había invitado a esa organización. “Al Presidente no se le puede decir que las cosas están mal. Para eso no son los eventos. Ante la prensa, debemos decir que las cosas van de maravilla…”

Y así, ¿cómo se entera el Presidente de lo que sucede? ¿Se entera?

Cardiaca disputa por Acapulco. Para las 6 de la tarde las encuestas de salida daban resultados muy cerrados para las elecciones en el puerto, las más disputadas.

El PRI iría arriba por 1 o 4 puntos, según la encuesta de salida (Consulta Mitofsky y cifras priístas, respectivamente). Pero si se toma en cuenta la no respuesta —de 15%— podría ser para cualquiera de los tres punteros: Manuel Añorve, del PRI; Luis Walton, de Convergencia, o Gloria Sierra, del PRD (en orden de aparición).

Lo cierto es que fue una lucha de “hermanos”. El voto de la izquierda dividido podría darle el triunfo al PRI. A ver si el FAP reflexiona.

No estuvo exento de polémicas: el PRD interpuso ayer una denuncia porque en el partido Pumas-América se anunció la fundación de la señora Julieta Fernández de Añorve, quien gasta más en publicidad que en las sillas de ruedas que regala…

El PSD, antes Alternativa, se sentía seguro de que por obtener 2 % de la votación, ¡Ramón Sosamontes llegaría al Congreso!

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