aviso-oportuno.com.mx

Suscríbase por internet o llame al 5237-0800




Agenda del debate | José Carreño Carlón

Tres fantasmas a escena: 1968-2008

José Carreño Carlón: Premio Nacional de Periodismo por artículo de fondo, director de la oficina presidencial de comunicación, son algunos ...





COLUMNAS ANTERIORES

¿De inseguridad física, a inseguridad económica, a crisis política?
Del riesgo del poder sin contrapesos, al riesgo del vacío de poder


Jueves 02 de octubre de 2008

Enhorabuena, Miguel Ángel

En la prolongada cresta de inseguridad física que mantiene a la población en el terror, incluso los hallazgos macabros de la semana se han visto desplazados de la agenda por el terror de la inseguridad económica que se cierne en forma de mayor desempleo, pobreza ycarestía, como secuela de la fuerte caída del sistema financiero estadounidense.

Con esos terrores aparecen los gestos y gesticulaciones que elevan la apuesta por la erosión —hasta el eventual derrumbe— del gobierno de Felipe Calderón, sacudido por una peligrosa acumulación de violaciones de expectativas de la población.

Son los mismos tres fantasmas: el de la violencia, el de la crisis económica y el de la inestabilidad política, que cobran vida recurrentemente en la escena nacional desde hace 40 años, cuando el movimiento estudiantil de 1968 puso en entredicho los rendimientos del México posrevolucionario de crecimiento y estabilidad, bajo el control de un sistema político autoritario.

Al llegar hoy a este 2 de octubre de 2008, no hemos podido expulsar de nuestra agenda, en efecto, el fantasma de la violencia aparecido con la brutal represión del presidente Díaz Ordaz, el 2 de octubre de 1968, seguido por brotes guerrilleros en los 70, hasta llegar al narcoterrorismo y a la industria del secuestro de hoy. Tampoco se ha terminado de despedir el fantasma de las crisis económicas, que se materializó en ciclos sexenales desde el siguiente periodo presidencial, el de Luis Echeverría. Ni acaba de irse el fantasma de la crisis política que desde aquellos tiempos se hizo presente periódicamente con campañas de desestabilización y rumores de golpes de Estado y de renuncias presidenciales, hasta llegar a las actuales propuestas de remover al Presidente de su cargo.

Las diferencias de época no menguan los efectos perniciosos de la materialización periódica de estos fantasmas. En 2008 no se trata sólo de la violencia desatada desde el monopolio estatal de su ejercicio, como en 1968, sino de una violencia descentralizada en poderosas bandas criminales que penetran las instituciones del Estado y que igual hacen víctimas a personas, familias y comunidades, incluso con mayor alcance que el de la represión gubernamental de hace 40 años.

La violencia represiva de Díaz Ordaz desató en 1968 efectos de desmovilización de los impulsos democratizadores, mientras que la violencia criminal de hoy ha impuesto serias regresiones en sus zonas de influencia: la supresión de derechos (el primero, el derecho a la vida) al lado de la cancelación de libertades, empezando por las informativas y las de tránsito.

Otra diferencia que tampoco hace diferencia en cuanto a los estragos sobre la población es que la violencia institucional de 1968 partió de la concentración —sin contrapesos— del poder en un Estado fuerte, con una figura presidencial en la cúspide que subordinaba a todas las fuerzas del país y a todos los órganos del poder estatal: el Legislativo y el Judicial y los gobiernos de los estados y municipios. Mientras que la violencia criminal de 2008 encuentra las mejores condiciones de auge, al contrario, en la fragmentación del poder de un Estado débil, con una figura presidencial sin recursos para cohesionar a los sectores más significativos, ni al Congreso, ni siquiera a las fuerzas del orden público dispersas tanto a escala federal como estatal y municipal.

De aquí —y del fantasma en el umbral de la crisis económica— la tentación de llamar al fantasma del derrumbe presidencial, del vacío de poder, a ser llenado por el hampa, como ya ocurre en varas regiones del país.

En fin, a diferencia de la maestría con que el gran novelista estadounidense Philip Roth echó fuera de la escena a su fantasma en Exit Ghost (2007), su personaje-alter ego que había estado en sus novelas por casi 30 años, en México no nos podemos deshacer de los fantasmas que nos agobian desde hace 40 años.



PUBLICIDAD.