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Itinerario Político | Ricardo Alemán

Nadia: otro secuestro y crimen

Nació en la ciudad de México en 1955 e inició en 1980 su carrera profesional como reportero del diario "A.M." de León Guanajuato. Ha trabaj ...

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MP y jueces, en complicidad con criminales, decretaron suicidio
Bernardo López sigue libre, su familia lo protege y la justicia no llega


Jueves 07 de agosto de 2008

El secuestro y asesinato no son exclusivos del crimen organizado. También ocurren intramuros de casas de muchos o pocos recursos. Son los delitos de odio contra las mujeres.

El de Nadia es uno de esos casos. Secuestro y crimen que exhibe de nuevo la complicidad oficial, gremial y familiar, además de la corrupción institucional —que indigna y ofende como el crimen de Fernando Martí—, que ha propiciado la impunidad del culpable, ya que a cinco años del crimen sigue en libertad Bernardo López Gutiérrez, secuestrador y asesino de Nadia, ahorcada frente a sus tres hijos.

El de Nadia es un secuestro y crimen que confirma que la pobreza estimula la impunidad y corrupción institucionales. La impartición de justicia pronta y expedita, que los políticos cacarean como realidad, no es para los pobres. Y son variables la reacción y el impacto mediático, según la condición económica de los afectados.

Golpeada desde los 17 años —cuando se fue a vivir con Bernardo López Gutiérrez—, Nadia Muciño Márquez fue secuestrada por su pareja durante semanas, para luego ser golpeada y ahorcada por los hermanos Bernardo e Isidro López Gutiérrez, frente a sus tres pequeños hijos, los que en medio de crisis emocionales denunciaron a su padre. Pero antes, el Ministerio Público y los juzgadores en complicidad con los criminales habían decretado que Nadia se suicidó.

La historia se desarrolla entre mayo de 2003 y febrero de 2004, en Villa Nicolás Romero, Edomex. Nadia y Bernardo vivían juntos desde 1998. En esos años procrearon tres hijos, en medio de recurrentes golpizas de Bernardo López a su pareja. Nadia vivía en terror permanente, anulada por completo. Aún así, salía a trabajar porque no era suficiente el dinero que recibía para mantener a sus hijos.

Un día de mayo de 2003, Nadia no regresó a su casa, luego de su trabajo. Su familia la buscó durante días. Su esposo no se conmovió. Al paso de los días, los padres de Nadia descubrieron que Bernardo la había secuestrado en un rancho, en donde la golpeó y vejó a placer. La crisis pareció superada cuando Bernardo suplicó y pidió perdón. Nadia le creyó. Pero el 12 de febrero de 2004, Nadia apareció muerta en el baño de su casa, con una soga y un cable de luz en el cuello. El Ministerio Público no reparó en que toda la casa estaba en desorden, que Nadia tenía golpes en todo el cuerpo. El acta ministerial estableció “suicidio”.

Sin abogado, sin preparación académica alguna, y sólo con su dolor de madre a cuestas, María Antonia Márquez Hernández se negó a creer la versión oficial —porque había platicado con ella dos días antes de su muerte y ésta le confesó que se separaría de Bernardo—, y se dio a la tarea de buscar las pruebas. A los pocos días de la muerte de Nadia, su madre descubrió que la casa había sido quemada, y todas las evidencias con ella. Descubrió que desapareció la denuncia penal por el secuestro. Descubrió que la familia de Bernardo López Gutiérrez solapaba al criminal, en tanto que Donato Zamora Rosas y Alejandro Silva, líderes de comerciantes de Nicolás Romero, compraron a policías y ministerios públicos.

Las dudas de María Antonia se confirmaron cuando uno de sus tres nietos entró en una severa crisis emocional y platicó lo que vio el día del crimen. María Antonia acudió al DIF de Cuautitlán Izcalli, donde sus nietos recibieron tratamiento sicológico, de donde salieron para declarar ante el Ministerio Público, y en donde revelaron una historia espeluznante. Ese 12 de febrero llegaron a la casa de Nadia los hermanos Bernardo e Isidro López Gutiérrez. Habían bebido y continuaron en la casa.

Bernardo empezó a golpear a Nadia. La persiguió por toda la casa, que quedó en completo desorden. Nadia se defendió con uñas y dientes, pero Isidro le ayudó a someterla. Al final Bernardo la ahorcó con un cable eléctrico. Asustados por lo que habían hecho, Bernardo e Isidro arrojaron el cuerpo a la cisterna. No los convenció la coartada. Entonces Isidro propuso colgarla del baño. No lo consiguieron, pero simularon que se ahorcó. Ahí la dejaron y huyeron.

La noche de ese 12 de febrero de 2004, tres niños de cinco, cuatro y dos años, tocaron la puerta de una vecina. Le pidieron un cerillo “para prender una vela”. Sorprendida por la insólita visita, y sobre todo porque los niños estaban semidesnudos, la vecina preguntó: “¿Dónde está su mamá?”. La respuesta la dejó paralizada: “Está muerta en el baño”, dijo el mayor de los niños.

Desde el 12 de febrero María Antonia ha tocado todas las puertas, incluso la de Los Pinos, con Marta Sahagún. No ha logrado justicia. Pero no se dará por vencida. Bernardo López Gutiérrez sigue libre, su familia lo protege, su gremio lo oculta, y la justicia no llega. Y otro criminal anda suelto. El caso de Nadia está radicado en el Juzgado tercero Penal de Cuautitlán, México. ¿Le importará a alguna autoridad? Al tiempo.



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