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Itinerario Político | Ricardo Alemán

Desde China: “¡Soy amigo del Presidente!”

Nació en la ciudad de México en 1955 e inició en 1980 su carrera profesional como reportero del diario "A.M." de León Guanajuato. Ha trabaj ...

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¿Estará enterado el presidente Calderón que en su gestión —igual que en la de Fox— ya apareció el embajador “dormimundo”? ¿Le habrán informado que el representante diplomático de México en China remodeló la casa de la embajada a un costo millonario y que, por ejemplo, la ha pintado en cuatro ocasiones porque no fue de su gusto el resultado? ¿Sabrá el Presidente que el embajador Jorge Eugenio Guajardo acuñó la frase: “¡Soy amigo del Presidente

Domingo 09 de diciembre de 2007

Ya tiene Felipe Calderón a su embajador “dormimundo”

Jorge Eugenio Guajardo, representante de México en Beijing

¿Estará enterado el presidente Calderón que en su gestión —igual que en la de Fox— ya apareció el embajador “dormimundo”? ¿Le habrán informado que el representante diplomático de México en China remodeló la casa de la embajada a un costo millonario y que, por ejemplo, la ha pintado en cuatro ocasiones porque no fue de su gusto el resultado? ¿Sabrá el Presidente que el embajador Jorge Eugenio Guajardo acuñó la frase: “¡Soy amigo del Presidente... y háganle como quieran!”, con la que espeta a los mortales que se atreven a cuestionar sus dispendios?

No sabemos si Calderón está enterado de lo que pasa en la embajada de México en China, lo cierto es que luego de una reciente visita que realizó la secretaria de Relaciones Exteriores, Patricia Espinosa, a Beijing —para preparar una próxima visita del mandatario mexicano a China—, llegaron a la representación diplomática auditores de la Cancillería, que presuntamente revisaron los gastos de la misión diplomática, y a los que el embajador recibió con la receta de rigor: “No pierdan su tiempo, soy amigo del Presidente... y háganle como quieran”.

La denuncia

A pesar de que la comunidad de mexicanos que radica en la capital china la componen un puñado de personas —o acaso por eso y porque es creciente el número de empresarios mexicanos que viajan a ese país en busca de negocios—, a pocos meses de que Jorge Eugenio Guajardo González fue ratificado como embajador de México en China por el Senado de la República —el 10 de abril de 2007— comenzaron a llegar a nuestro país las noticias sobre las presuntas irregularidades cometidas por el joven representante diplomático (Excélsior, septiembre de 2007, columna “Desde cabina”, de Martín Espinosa), que prendieron los focos rojos en la Secretaría de Relaciones Exteriores. Sin embargo, no pasó nada.

Desde entonces se sabía que a su llegada a la sede diplomática de México en Beijing, el nuevo embajador decidió la remodelación completa de la casa —a un costo que algunos estiman en 110 mil dólares—, cambió por completo la decoración, la vajilla, el menaje y el inmueble fue pintado hasta en cuatro ocasiones, porque no quedaba a su gusto. Además, el embajador adquirió un lujoso automóvil BMW con valor de 41 mil dólares y contrató a dos choferes que no fueran chinos —uno para él y otro para su esposa—, que hablaran perfecto inglés, con salarios que quintuplican el asignado a las plazas de chofer que ya existían en la embajada.

El dispendio escandalizó a la reducida comunidad mexicana que en días recientes hizo llegar a “Itinerario político” el siguiente correo —cuyo contenido pudimos comprobar y del que mantenemos el anonimato—: “Ocurre que como ciudadana mexicana viviendo en el extranjero he intentado pedir información al IFAI por internet, pero no he recibido respuesta alguna y por eso acudo a su tribuna, siendo usted un periodista que puede acceder más fácilmente a la información a la que se supone que tenemos derecho los mexicanos.

“¿Podría usted acudir al IFAI o a cualquier otra instancia para averiguar cuánto ha gastado el gobierno mexicano —entiéndase los contribuyentes mexicanos— en la remodelación de la residencia del embajador de México en China? ¿Cuánto le costó a México contratar a jardineros europeos para arreglar los jardines de la embajada y la residencia? Según se especula aquí en China, y por eso su intervención puede ser esclarecedora, hablamos de más de 100 mil dólares.

“¿Podría usted preguntar también cuánto le costará a México el automóvil de superlujo que se compró el nuevo embajador, pues el Mercedes Benz que tenía la embajada le pareció poca cosa? ¿Podría preguntar también si el reglamento del Servicio Exterior Mexicano prevé que a la esposa de un embajador se le ponga a su entera disposición otro auto de lujo perteneciente a la embajada, con chofer también pagado por los mexicanos?

“Le pregunto también si como mexicanos tenemos derecho a saber cuánto ha gastado nuestro gobierno en los múltiples viajes del embajador a Shangai, la ciudad donde resido. Aquí entre los jóvenes mexicanos ya es costumbre encontrar a nuestro embajador y a nuestro jovencísimo cónsul pasados de copas en los principales bares y centros nocturnos de la ciudad, incluidos aquellos donde abunda la prostitución. Aquí se comenta que es una vergüenza para México el haber enviado a dos jóvenes panistas fiesteros y treintañeros como altos representantes diplomáticos en un país del peso y las características de China. La mayoría de los países envían a China embajadores seniors, ex ministros y viceministros expertos en temas asiáticos con varias embajadas en su haber. México, en cambio, mandó a dos jóvenes sin experiencia y que se ufanan de su cercanía con el presidente Calderón para hacer de su misión diplomática una suerte de francachela con cargo a la Federación”. Hasta aquí el correo.

Fobias y fiestas

Más que al IFAI, acudimos a esa reducida comunidad de mexicanos en China. Confirmaron todo lo anterior, pero hicieron nuevas revelaciones. El embajador y su familia detestan a los chinos “porque apestan a ajo”, discriminan no sólo a los asiáticos, sino a los empleados de la embajada, incluso a los mexicanos, al grado de prohibir a sus hijos que mantengan contacto con el personal de la embajada, “porque no los consideran de su nivel” —la embajada en China se localiza en un complejo donde también vive el resto de los empleados—, y se ha impuesto una suerte de terror con la amenaza constante: “Soy amigo del Presidente... y háganle como quieran”.

Recientemente se vivió lo que pudo ser un conflicto diplomático entre México y China. Resulta que al embajador y a su esposa se les ocurrió que los jardines de la sede diplomática no eran los adecuados. Ordenaron tirar los árboles para dar paso a un jardín inglés. Pero ocurre que las leyes ambientales de Beijing prohíben la tala, incluso dentro de los jardines privados —salvo por casos de riesgo inminente—, debido a los graves problemas de contaminación. Eso no le importó a nadie. En cambio, llegaron expertos europeos a instalar el jardín.

Lo de las fiestas del embajador es un caso aparte. No pocos recuerdan su gusto por la francachela, y son memorables las que se organizan con empresarios de Monterrey que viajan a China por negocios, y que encuentran en su paisano a un buen anfitrión, aunque prepotente como pocos. “Todos los días me comunico con el presidente Calderón por correo electrónico”, les dice. Así, otro caso que estuvo a punto de ruptura se dio con el empresario Jorge Vergara, a quien el embajador invitó a una cena a una ciudad cercana a Beijing —el señor Vergara viajaba en su propio avión—, y al que obligó a salir a media cena para que lo llevara de vuelta. El escándalo, según relatos, fue memorable.

¿Quién es el embajador?

Jorge Guajardo es originario de Monterrey, Nuevo León, donde nació el 12 de octubre de 1969. Es hijo de una de las familias más acaudaladas de esa entidad, y por la relación con su esposa se emparentó con la familia Sada. Realizó estudios de licenciatura en Política Internacional en la Universidad de Georgetown, y una maestría en Políticas Públicas en la Universidad de Harvard. Trabajó en puestos de relaciones públicas y mercadotecnia en diversas empresas transnacionales, y en el sector público se desempeñó como director de Comunicación y Prensa del gobierno del estado de Nuevo León entre 1997 y 2000. En el gobierno de Vicente Fox fue designado cónsul general de México en Austin, Texas, y de ahí pasó al puesto de embajador de México en China, a propuesta del presidente Calderón.

Entre el panismo de Nuevo León se le ubica como uno de los grandes amigos de Javier Zambrano, legislador federal a su vez amigo de Felipe Calderón desde los tiempos de estudiantes en la Libre de Derecho. Se dice que Jorge Eugenio Guajardo González fue uno de los promotores del foxismo entre el empresariado de Nuevo León —que por eso fue premiado como cónsul—, y que en la candidatura presidencial de Felipe Calderón se encargó de recaudar fondos económicos para contribuir al triunfo del hoy Presidente en esa entidad. Acaso por eso presume a todo aquel que lo quiere escuchar, que es “amigo personal del Presidente”. Es, según algunos panistas, “la cuota diplomática a los empresarios del Grupo Monterrey”.

Pero el malestar no aparece sólo en China, sino entre los diplomáticos de carrera, que consideran a Guajardo González un “diplomático de temporal”, porque llegó a una de las embajadas estratégicas no por sus méritos en el Servicio Exterior Mexicano, sino por su cercanía y amistad con el Presidente. En efecto, se cuestiona su inexperiencia y su escasa capacidad para la diplomacia, pero sobre todo sus excesos y abusos de poder, al grado de que en una reciente visita de la secretaria de Relaciones Exteriores a China, Patricia Espinosa, la canciller habría escuchado las quejas sobre el desempeño del embajador, y recibió la misma respuesta: “Soy amigo del Presidente”. Acaso por eso fue enviado un grupo de contralores para esclarecer lo que ya es un escándalo en el Servicio Exterior Mexicano. El “embajador dormimundo” en la gestión de Calderón.

El otro amigo

Y mientras tanto, Germán Martínez se convirtió ayer en el nuevo presidente del PAN, en una asamblea nacional durante la cual los consejeros convocados para elegir a su nuevo “jefe nacional” no tuvieron más alternativa que la del michoacano, el otro amigo del Presidente. En sus primeras declaraciones, Martínez trató de acabar con la imagen de que es producto del “dedazo presidencial”, al estilo del viejo PRI, pero lo cierto es que todos saben que su dirigencia y la nula competencia obedeció a que el grupo de Calderón buscaba recuperar el control del partido, luego de una década en la que los panistas llamados “tradicionales” literalmente fueron echados de la jefatura del partido por los grupos de la ultraderecha vinculada con El Yunque.

No es un asunto menor la crisis político-electoral que vive el PAN en todo el país luego de las cuestionadas elecciones de 2006, ya que si bien el partido se alzó con la victoria y se colocó como la primera fuerza en el Congreso, en los comicios que siguieron mostró una notable debilidad que, incluso, lo llevaron a perder algunos de sus bastiones fundamentales, como Yucatán, a nivel estatal, y Mazatlán, en el campo municipal. En efecto, en las 14 elecciones que se llevaron a cabo en el país en 2007 se alzó con triunfos reñidos como en Baja California y se convirtió en la segunda fuerza en Michoacán, pero en términos generales es un partido que muestra una tendencia a la baja, lo que pone en riesgo su sobrevivencia en la Cámara de Diputados como primera minoría en las elecciones de 2009.

Resultará difícil, si no es que imposible, que Germán Martínez logre superar el lastre de ser visto como un mero gerente del partido azul, ya que en esa lógica el verdadero dirigente despacha en la casa presidencial de Los Pinos. Y el asunto no tendría nada de extraordinario —el hecho de que el Presidente pretenda tener el control de su partido, como ocurre en todas o casi todas las democracias del mundo— si no fuera porque en sus más de 60 años de vida, una de las denuncias fundamentales del PAN fue el “secuestro” que operaban los presidentes del PRI. De ahí nació lo que fue más que un grito de campaña, una suerte de “tara” del sistema: el “partido del Presidente”. El PAN de Martínez Cázares ya es visto como eso, como el partido de Calderón.

El problema no está en que el gobernante pretenda el control del partido cuyas siglas lo llevaron al poder —así ocurrió, por ejemplo en el caso de AMLO, que desde la jefatura de Gobierno del DF se apoderó del PRD e impuso de dirigentes a “los leoneles” Godoy y Cota—, sino en el asalto del poder partidista nada democrático. Es decir, en el hecho de que desde el más importante centro de poder, como la Presidencia de la República, se aplaste toda oposición interna entre los azules, al grado de acabar con el juego interno, la discusión, la crítica y autocrítica, y en general con la vida democrática de un partido que, nos guste o no, es una institución no sólo parte del Estado, sino una entidad de interés público. Pero el problema tampoco está en la fuerza que desde Los Pinos aplastó a los opositores a Martínez Cázares, sino en la debilidad y hasta docilidad de esos opositores, que con tal de no perder su chamba, los puestos y hasta los “huesitos”, prefirieron claudicar.

En el camino

Ahora resulta que tanto el ministro Genaro Góngora, pretenso a la presidencia del IFE, como el ex candidato presidencial Andrés Manuel López Obrador niegan su amistad. Nomás faltó que dijeran ¿quién...?, ni lo conozco.



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