La Cumbre Iberoamericana: memorias
Profesor titular de la FCPyS de la UNAM, escritor y periodista. Ha colaborado en periódicos y revistas nacionales e internacionales. Ha escri ...
Viernes 16 de noviembre de 2007
La 17 Cumbre Iberoamericana ha tenido su lumbre dialéctica. El País de España, en primera página, define, así, el incidente: “Chávez descalifica al rey tras el rifirrafe en Chile”. La palabra rifirrafe, según la Real Academia, significa: “Contienda o bulla ligera y sin trascendencia”.
No diría que fue sólo “rifirrafe”. El presidente Chávez definió al ex presidente del gobierno español, José María Aznar, de “fascista”. La respuesta del presidente español fue rigurosa. Señaló al presidente Chávez que Aznar merecía respeto y que la descalificación no es el modelo adecuado en una conferencia de ese nivel. Añadió que Aznar fue elegido por el pueblo español en las urnas y que, sin más, entendía que merecía respeto aunque se estuviera en sus antípodas ideológicas. No dijo que él, sin duda, lo está, pero afirmó que, en el lenguaje democrático, el respeto es esencial. Una defensa, serena, de un adversario que él, personalmente, en el cuadro democrático, ha combatido, legítimamente para defenderle en la Cumbre. El presidente Chávez no ha nacido para los límites. Insistió y, en ese trance, el rey intervino con un perentorio “¿por qué no te callas?”. Es, seguramente, una de las pocas veces que don Juan Carlos ha perdido la paciencia y se atropelló en una protesta que Zapatero colocaba en un alto nivel: defender a un adversario político (situado en la derecha del Partido Popular) que puede simplificar la política, pero la connotación de fascista, en el sentido histórico de un régimen de partido único y una sola ideología, no tiene nada que ver con la España actual. Al revés, los dos partidos fundamentales del país, al margen de sus propios “rifirrafes” internos entienden, de sobra, que tienen que converger y que la polarización y la crispación que vive hoy España no elude pensar, racionalmente, que ya cuenta con personalidades que han aprendido la lección, peligrosa, de la confrontación.
El juicio contra el terrible acto terrorista que sufrió España en 2004 ha reivindicado la fuerza del estado de derecho. Colocó el problema en su dimensión jurídica: las evidencias y no la ideología. De un lado, el Tribunal eliminó cualquier participación de la ETA y, en segundo lugar, liberó al “egipcio” (principal sospechoso de dirigir el atentado) de toda condena por ausencia de pruebas aunque existieran sospechas más allá de las fronteras. En suma, el Tribunal se negó a montar un juicio de venganza y procedió al esclarecimiento. El resultado ha fortalecido la ley frente al dolor o la furia. El propio Partido Popular ha tenido que aceptarlo. Descontentos existen, pero el criterio del estado de derecho prevaleció por encima de las víctimas. En esas condiciones, después de una legislatura cruzada por duras contradicciones, como la negociación rota con ETA, llegaban los representantes españoles. El rey se excedió, cosa que un hombre que ha vivido situaciones inmensas, habrá comprendido. De todas formas la Cumbre (en el momento en que las elecciones funcionan y la economía “crece por arriba”) reveló que la región está escindida en varios lenguajes superpuestos. El “rifirrafe” ha sido seguido, por Chávez, por la interrogación de si el rey conocía o apoyó el golpe contra él. Así no se cruza, juntos, el río. A las mismas horas el World Economic Forum (Foro de Davos) proporcionaba su avance del Informe 2007-2008.Dice que, en competitividad, “los países latinoamericanos continúan la tendencia anterior: empeoran”. Chile ocupa el puesto 27; Costa Rica, 53; México el 58 (59 el año anterior); Nicaragua el 95; Bolivia el 97. Argentina pierde puestos, del 54 al 69; Brasil del 57 al 66; Venezuela del 84 pasa al 88. En suma, la tarea por delante es enorme y exige la inteligencia de la concordia.
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