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El ombligo de Venus | Edith González Fuentes

Orgullo mexicano

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El evento anual, bautizado como Festival Patria Grande, es un alimento para el espíritu

Jueves 18 de octubre de 2007

Orgullo mexicano

Como cada año, septiembre guardó una grata sorpresa: nuestra cultura prehispánica, en su impactante expresión dancística, se hizo presente en el Teatro Nacional de la Danza.

El evento anual, bautizado como Festival Patria Grande, es un alimento para el espíritu. Compartir con artistas que están en el tablado con la ilusión de conservar y difundir tradiciones es grato.

Es un deleite ver a esos estupendos danzantes que vienen de diversos puntos de la República a expresar sus costumbres, su alegría, su seriedad, su amor por lo que hacen, su disciplina y plasticidad .

El arcoiris empequeñece ante el colorido, la belleza y diversidad de cada vestido, falda, camisa, pantalón... . En la coreografía que cada compañía nos regala se percibe la armonía de pasos y movimientos, la sabiduría de lo ejecutado. Por cierto, el Festival reúne a comunidades del estado o región visitante.

En otras ocasiones el festival llegó a tener sedes alternas (como el Teatro de la Ciudad de México), pero esta vez, la onceava edición, no fue el caso.

Mala señal el pretender restarle importancia —ya alcanzada— a estas manifestaciones culturales. El PLIS ¿lo recuerdas? El Partido Lírico de la Izquierda Suspirante, exige a los políticos que malgastan el dinero de los contribuyentes en costosas e innecesarias campañas masivas de imagen, que mejor apoyen a estas expresiones populares; la historia y la cultura nacionales se los agradecerán.

Cambiando de sentido, respecto a la reforma electoral, me parece que se dejó de lado un importantísimo rubro. Veamos:

En las elecciones del 2003, organizadas para elegir delegados políticos en la ciudad de México, compitieron para administrar la delegación Miguel Hidalgo los señores Barrios Gómez y Aboitiz, del Partido de la Revolución Democrática y del Revolucionario Institucional, respectivamente. Ambos demostraron que el otro había rebasado el tope legal de gastos económicos en sus campañas políticas.

El Tribunal Electoral del Distrito Federal, en una sabia decisión, anuló las elecciones y prohibió que ambos políticos participaran en el nuevo proceso.

Desafortunadamente, el Tribunal Federal Electoral cambió el dictamen, con el argumento de que las violaciones probadas a la ley no eran razón suficiente para anular las elecciones debido a que no incidían en el sentido de los resultados. Aboitiz, con todo y sus irregularidades de campaña, gobernó la Miguel Hidalgo.

Me parece que en parte este último criterio, o sea, la defensa a ultranza del voto popular, estimula que los partidos políticos y sus candidatos no respeten el marco normativo, pues al fin y al cabo la impunidad gana y ellos gobiernan. Las multas que se derivan de las faltas administrativas demostradas son pagadas en última instancia por los ciudadanos, quienes a través de sus contribuciones mantienen económicamente a los partidos políticos. En resumen: negocio redondo, y el país en una gran crisis.

Eso es lo que sucedió, por ejemplo, en los casos de Tabasco y Colima. Los tribunales anulan las elecciones, pero los causantes de las irregularidades repiten como candidatos y obtienen la victoria ¿Y la ética de los partidos políticos?

¡No! Cuando se demuestra que un candidato no respetó la legalidad en su campaña política, debe ser inhabilitado para ejercer el cargo pretendido, pese a la voluntad popular expresada en las urnas.

Lástima que aquella determinación del Tribunal Electoral del Distrito Federal no se sostuvo; los partidos y sus candidatos en el Distrito Federal se cuidarían de observar las normas legales que rigen los procesos electorales y de paso incidirían en el resto de la República, pues no se puede ocultar el liderazgo político de la capital del país.

Un breve parpadeo: Jorge Abel López, futuro presidente municipal de Mazatlán, quizá por la euforia de su triunfo reciente, comentó que “Mazatlán es del PRI, pero el gobierno será de todos, sin distingo de partidos”. La ciudadanía reclama declaraciones responsables, ningún estado, ciudad o población de la República es patrimonio de partido político alguno.



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