Beethoven
Lunes 26 de marzo de 2007
La directora polaca Agnieszka Holland ha tenido en su filmografía cintas estupendas y otras en las que el cansancio y la falta de creatividad o de productores, delinearon una zona poco estimulante. Con su más reciente trabajo, Copying Beethoven (2006) traducido para la distribución mexicana como Beethoven. Monstruo inmortal, la directora (Varsovia, 1948) ha decidido inclinarse por un melodrama delicado en el cual la apuesta es segura, aunque se extrañe un poco más de riesgo.
Y es que una biografía de Ludwig van Beethoven, sobre quien el reino del lugar común hace de las suyas, no puede dar gusto a todos. Si el biografiado es un mito, las decisiones se complican. La directora eligió dibujar la personalidad del genio cuando éste se encontraba cercano al final de su vida, en una soledad realmente aguda, con un carácter irascible al límite y con una sordera casi total que lo incomunicaba con los demás.
Presentar al genio como un gruñón -según hacen muchas de las biografías- hubiera sido natural, pero Holland se atreve con la construcción de un ser ficticio, Anna Holtz, para generar un necesario contrapunto.
Como se ha dicho en otro momento, el género del biopic tiende a reescribirse permanentemente y Agnieszka Holland, al igual que en El último rey de Escocia, permite la aparición de Anna Holtz, un ser ficticio, para lidiar con los humores del genio.
Los guionistas y productores Stephen J. Rivele y Christopher Wilkinson investigaron profundo para organizar el contexto de la historia y crearon a Anna como posibilidad de abrir ventanas al mundo de Beethoven.
La directora se recarga, además de en una escritura interesante, en la propia obra del músico alemán, específicamente en todo lo que rodea la composición y el estreno en Viena (7 de mayo, 1824) de la Novena sinfonía. La secuencia en la que se difunde la obra dura poco más de 10 minutos y se rodó durante cuatro días con la orquesta sinfónica de Kecskemet y su coro; este último interpretó en directo algunas de las partes que acompañan el sonido de la grabación de Decca de 1996, que es la que aparece en la película.
Para dar sentido al guión y a la prodigiosa música de Beethoven, la directora eligió a un actor de primer nivel como Ed Harris y a una interesante Diane Kruger, que muestra algo más que belleza. La cinta se rodó íntegramente en Hungría (en la ciudad de Sopron y en Budapest) y consigue algunas de las características de la Europa del primer cuarto del siglo XIX, en la que se vive una evolución social y tecnológica, representada esta última por el personaje de Martin Bauer, (Matthew Goode), un ingeniero que se dedica a hacer puentes.
Si bien Copying Beethoven o Beethoven. Monstruo inmortal, según el mal gusto de los distribuidores, es una película que utiliza los cánones del melodrama con acierto, también esa inclinación le pone trampas, como el retrato plano del sobrino de Beethoven, Karl van Beethoven (Joe Anderson), que se convierte en una especie de caricatura de telenovela sin dejar ver las complejidad de sus relaciones con el famoso tío.
En todo caso, la apuesta de la directora recae en la selección de sus actores, especialmente Ed Harris, quien logra dar vida a un personaje airado, majadero, bruto, pero también tierno y sencillo. Holland aproxima a los espectadores a la génesis de la Novena sinfonía (que ha desgraciado más de algún cantante popular) y también a la de su Gran fuga para destacar la incomprensión de los contemporáneos de Beethoven y el posterior rescate de su obra.
La más reciente cinta de Holland tiene una que otra caída; sin embargo es un trabajo más que conseguido para mirar desde otros ángulos al compositor y permitir la cercanía con su extraordinaria fortaleza en momentos en los que la soledad, su terrible sordera y otras enfermedades hubieran sido para otros signos de absoluta decadencia.


