Opinion

Ahora sí que estoy... enchilado, ardido, ofuscado. Me siento como el perfecto idiota. Fuimos a un almuerzo con carnales de la infancia de la chava con la que salgo. La palabra fresa queda chica para describirlos. El lugar súper acá: ventanales traslúcidos, Talavera de la fina, olor a pan recién horneado.

Si a esos chavos y chavas me los tengo bien mediditos. No se sienten chilangos, sino parisinos, neoyorquinas, milanesas o hamburguesas por haber vivido un par de semanas en París, Nueva York, Milán o Hamburgo; la neta es que allá son igual de foráneos que aquí. Se mueven sólo en un par de colonias y en un par de lugares porque se la rolan en los mismos restaurantes, antros y hasta en el mismo cine. Y todos se visten casi igual. Para ellos lo más caché el fin de semana son los jeans, mocasines, alguna camisa chida y un blazer.

En temas trascendentes, todos están de acuerdo: qué buscan en la vida, opiniones políticas, económicas y nacionales... Pero pueden pelear a muerte por pennnn...itencias como llevar el mismo vestido a una boda o afiliarse a un otro club. Pese a ser iguales, entre ellos se sienten distintos.

En el almuerzo yo me puse bien avispa para actuar como ellos, en mi atuendo y hasta en la tonadita arrastrada con la que hablan: la famosa "papa en la boca".

Particularmente conviví con un carnal que, aunque muy fufurufo, era bastante culto. ¡Resulta que el muy salsita fue novio de María por cuatro años! Lo peor es que ese jijo de su pelona nos pichó la cuenta a María y a mí, para que yo me recuperara de mi inventada diarrea. Hubiera preferido quedarme sin medio varo a que el muy nalga me pagara la cuenta. Todo fue plan con maña y yo fui la burla de un clan de pirrurris durante todas las horas que estuvimos con ellos. Lo peor es que María lo supo todo el tiempo. Eso sí duele. Chale, no sé ni para qué me acerqué a ella en primer lugar. Porque aunque no sea mi chava ni quiera serlo, no se vale que haya afilado el más largo cuchillo para clavarlo hasta el fondo de mi corazón.

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