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Galaxia editorial | Juan Domingo Argüelles

Los poemas del exilio de Nedda G. de Anhalt



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Nedda G

Domingo 21 de enero de 2007

Nedda G. de Anhalt (La Habana, Cuba, 1934) ha incursionado exitosamente en el ensayo, el cuento, el reportaje, la entrevista y ahora la poesía, con sus Cuadernos del exilio (México, Praxis/Pen Club de México, 2006), en los que reúne su obra en verso producida entre 1993 y 2005.

Cuadernos del exilio es más una elegía que una oda, más un canto de dolor que una celebración, porque aunque mucho tiene que celebrar la poeta, sobre todo de su infancia y adolescencia cubanas, mucho más es lo que lamenta por la pérdida de la patria íntima. En cada página de este libro el personaje no es otro que una isla: una isla que se recuerda con melancolía porque es un paraíso perdido para siempre.

Así lo expresa en Cercanías: "Envidio a los ´turistas indignos´/ que te frecuentan,/ porque yo no puedo hacerlo./ Esos bárbaros que pasean/ por las calles y con miradas/ turbias aspiran la nobleza/ de tus aromas./ Me dan ganas de decirles:/ No crean todo lo que ven y escuchan./ La Isla tiene algo distintivo/ que deben descubrir./ Sería deseable,/ antes de partir,/ visitar esos sitios oscuros/ del mal donde siembran/ niebla./ Sus paredes, indiferentes,/ no registran los suspiros/ ni los gritos/ de los que pasaron por ahí./ Nadie habla de ello./ Pero ustedes podrían hacerlo/ si se acercan".

Incluso la alegría de la música y las canciones populares cubanas están nombradas desde la evocación melancólica, a la manera exacta del trovador que dice "yo, por burlar mis desventuras, canto". Como en el título mismo de uno de los poemas de este libro, lo que traza Nedda G. de Anhalt son sus señas de identidad: su cubanía y su destino insular "que la geografía enamora y la historia canta".

Así como las aguas circuyen la isla hasta habitarla de humedad y salitre, de este mismo modo la isla invade todas las páginas de Cuadernos del exilio: no hay una sola evocación que no remita a esa heredad con la que sueñan todos los días los exiliados. Por ello la autora del libro explica del siguiente modo el sentido de su canto: "Mi involucramiento con el dolor y la miseria en el frágil destino de una isla amada, perdida y ya nunca más encontrada, se resuelve en un conflicto que la poesía me ayuda a ´escuchar con mayor fidelidad su voz oculta´. Al hacerlo, me entiendo a mí misma".

Pero si alguna celebración hay en medio de todo este dolor por la pérdida de lo que se ama, esa celebración tiene que ver con la amistad y con la identidad de los que, lejos de su Isla, unen sus voces para nombrar esa pérdida. La poesía de Nedda G. de Anhalt está llena de exiliados, comenzando por el gran Martí y siguiendo con un amplio etcétera donde se encuentran Eugenio Florit, Severo Sarduy, Guillermo Cabrera Infante, Reinaldo Arenas, Lorenzo García Vega, Belkis Cuza Malé, Heberto Padilla, Carlos Franqui.

Parafraseando un poema de Cavafis, Anhalt propone actualizar del siguiente modo las páginas del nuevo libro cubano de las inscripciones: "Valientes fueron aquellos/ mambises/ que lucharon sin miedo/ en la manigua./ Si queremos presumir, como nación,/ con nombres como Maceo, Flor,/ Máximo, Calixto, Roloff, Agramonte/ y Martí, que pelearon/ contra el yugo español,/ hagámoslo./ (Escrito en el exilio/ en el año cuarenta y cinco/ de llevar encajado este/ velo histórico.)".

Alegato y testimonio, la poesía de Nedda G. de Anhalt es también deseo, anhelo de recuperación. Sabe que la Isla que dejó ya no existe; que se ha quedado con la esencia y con el recuerdo, pero sabe también que esa isla perdida, a la deriva, la busca incesantemente, nombrándola, llamándola en el idioma de la poesía.



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