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Libros y Otras Cosas | David Huerta

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La película de Martin Scorsese sobre Bob Dylan -titulada con un verso de una de sus canciones: No Direction Home - es un magnífico cuadro de época, además de ser algo así como el primer tomo de una biografía más larga

Miércoles 22 de noviembre de 2006

En torno a Bob Dylan

La película de Martin Scorsese sobre Bob Dylan -titulada con un verso de una de sus canciones: No Direction Home - es un magnífico cuadro de época, además de ser algo así como el primer tomo de una biografía más larga. Ignoro si Scorsese planea continuar con este tema. Pero las tres horas y pico de No Direction Home valen mucho.

Digo que la película es un cuadro de época. Me explico a continuación. Hay libros sobre los temas de aquellos años, los 60 del siglo pasado, desde luego; pero cuando hay un filme como el de Scorsese, bien montado, bien investigado, el testimonio adquiere una calidez y una inmediatez formidables. No me ocupo en estos renglones de Bob Dylan, con ser un tipo de veras interesante y admirable; sino de algunos de los otros personajes que aparecen en No Direction Home.

En primer lugar, la figura del irlandés Liam Clancy, amigo y mentor de Dylan en el Greenwich Village de 1961. Imponente y rollizo, Clancy domina el espacio mitológico de la neoyorquina Taberna del Caballo Blanco, el lugar donde Dylan Thomas -poeta, borracho y galés- se tomó los últimos, llameantes whiskies de su vida. El cantante irlandés rinde un homenaje doble: a aquel poeta delirante y al joven trovador de Minnesota que de aquel tomó su nombre.

Pete Seeger y Joan Baez representan el pasado cancioneril del que Dylan se desprendió para sencillamente convertirse en él mismo, aunque afirme que lo mejor es la continua mutación. Seeger es el viejo izquierdista de cepa romántica, paradigma del "artista comprometido"; Joan Baez fue la joven etérea de la voz cristalina que a todos deslumbró con la pureza de su guitarra y de su voz: una auténtica aparición, que en las inmediaciones de sus 60 años de edad es una combativa y nada complaciente memorialista de aquellos años. Los dos, Baez y Seeger, explican una porción fundamental de Dylan; Joan Baez, además, le compuso una canción muy hermosa, titulada Diamantes y herrumbre. Otro cantante y compositor: Dave Van Ronk, encarna el paradigma de aquellos bohemios y desafiliados.

Lugar especial en esta lista merece, desde luego, Allen Ginsberg. Ya devastado por la diabetes, el poeta beat por antonomasia da un testimonio lleno de generosidad e iluminaciones. Confieso que me conmueve profundamente verlo en esta película.

Pero la figura que más me interesó de la película es la de un militante de la Universidad de Berkeley, Mario Savio. Los seis renglones que lo volvieron célebre forman parte de un discurso de 1964; su tema: el cuerpo y la máquina. Savio obsesionaba a Edgar Hoover, mastín del FBI y uno de los anticomunistas más temidos de la historia. Qué comparación: Hoover, el vergonzante travestí ávido de prisioneros, delaciones y mugre; Mario Savio, el joven brillante de palabras luminosas. Menos de medio minuto aparece Savio en No Direction Home. Pero es de lo que más me apasiona en esas tres horas y pico.

* Escritor



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