Opinion

Pilar está bailando de nuevo en Nueva York, esto no sorprende a nadie, y por supuesto no sorprende a los neoyorquinos, que saben muy bien que un pequeño teatro, El Repertorio Español, se llena cada vez que se anuncia que Pilar vuelve a casa.

Éxitos de Pilar en esta ciudad enorme tienen la calidez de la fama que se multiplica en una constante reiteración.

Pilar es tan fiel a Nueva York, como Nueva York sigue siendo fiel al arte flamenco de misteriosa procedencia, de emocionantes giros, de gestos, de chispazos y, en ocasiones, de un duende que recorre el patio de butacas poniendo a las espectadoras la carne de gallina.

El escenario en el que, temporada tras temporada, baila Pilar Rioja en Nueva York, es sitio que se queda embrujado en cada una de sus intervenciones.

¡Ay, que te quiero,/ lo que/ yo te quiero!/ Sin ti, mi vida/ ¿pa´ qué la quiero?

Pilar es la mujer que mejor pisa, que pisa con más gracia, que pisa como quien vuela, que pisa con más garbo. Es el suyo un pisar que tiene muchas notas. Un pisar enérgico, digno, fuerte, leve, delicado y sutil. Un pisar que va del murmullo al susurro. Del golpe seco al golpe florido.

Y mientras tal pisar se desgrana en los escenarios, las manos, allá arriba, van de vuelo.

Mirando a Pilar Rioja, en este mundo de los pasos perdidos, uno recompone tanta danza y vista y gozada ante ella, en el paso del tiempo.

Tan acostumbrados estamos a que Pilar baile en Nueva York que lo consideramos cosa hecha y reconocida, aplaudida y reconsiderada.

Si quiere ver cómo baila Pilar, venga a verla a Nueva York. Aquí la vieja sabia andaluza retoma el gesto, retoma el misterio, retoma la razón de ser. Y yo me retomo a mí mismo al mismo tiempo que aplaudo lo que siempre aplaudí: la esencia de la danza, la esencia de Pilar.