El Gran León de Oro: cultos a la buena vida
Viernes 06 de enero de 2006
El Gran León de Oro puede definirse como "una cantina de postín". La expresión es un tanto antigua, pero justa para describir un albergue destinado a atender a gente elegante, o de "buen rostro", dentro de un recinto consagrado a la cocina mexicana sencilla, pero de sabor único.
Los néctares que conlleva el ejercicio de la cantina son tan variados o suntuosos como los prefiera el cliente y los pague la bolsa.
En esta cantina que presume con esmero sus glorias, el convidado se enfrenta a una carta larga y pausada, con referencias abundantes a los antojitos mexicanos y a platos heredados de la cocina hispana, como los chorizos y otros enredos.
El lugar es amplio como sucede con los salones de su perfil, aunque aquí, desde luego, el ambiente es de otro nivel, y los coches de lujo se forman a la entrada con naturalidad.
Para mitigar la sed
Hay tequilas pero no de muchos. Hay varios tragos largos para comenzar el rocío a viandas tan exóticas como los escamoles, los que ciertamente se sofocan en mantequilla con epazote y se presentan rozagantes ante una orden de tortillas.
El sitio es tan presuntuoso en el nombre como en el costo de sus platos fuertes. El ataque a unos camarones gigantes puede resultar oneroso y un pepito de filete puede superar la frontera de los 100 pesos, pero claro, como el establecimiento es de postín, hasta se puede.
Un buen caldo gordo de pollo o una sopa de médula son dos potajes que pueden asociarse a sopes y otras entradas que exigen masa de maíz como armadura. Los jugos de carne vienen bien concentrados como se apetece y el consomé de pollo presume el mismo porte. La sopa de mariscos de la casa es la reina de las opciones con caldo.
Tortas y entremeses
El Gran León ofrece una carta muy extensa que difícilmente podrían sostener otros sitios de más alcurnia. En la lista de entremeses uno encuentra cualquier plato típico de buena cantina, de los cocteles a los sopes y de los chorizos y otros embutidos a las empanadas argentinas. Hay un área de lonchería que presume una buena lista de tortas desde las de jamón, milanesa y pollo, hasta los tacos dorados, quesadillas surtidas y enchiladas de mole.
La sazón en El Gran León de Oro se comprueba con la asistencia de un pasaje ecléctico en perfil económico. Cuando hay una buena mesa al frente es difícil dejar de sentarse ante ella. Entre las especialidades de la casa destacan varios favoritos como el chamorro al horno, las fajitas, el cabrito al horno, las puntas de filete y una majestuosa oreja de elefante de gran sabor y textura.
Del mar y la tierra
En El Gran León de Oro se dan el lujo de ofrecer cortes argentinos, mexicanos, españoles y americanos. De esta forma un asado de tira se ubica en la misma lista que un new york, un chuletón o una arrachera.
No se presentan muchas protestas respecto a la calidad de la carne. Se sabe que el parrillero conoce su trabajo y labora en un rincón frente a un monstruo enorme de dos hojas en las que se editan un montón de viandas para los carnívoros que atestan el sitio.
Del mar se ofrece un excelente pámpano a la sal por el que habrá que esperar el tiempo reglamentario mismo que puede hacerse corto al calor de un buen trago.
Hay merluza gallega, romana o cocida y rueda de robalo al cilantro. Los camarones se preparan rellenos con queso manchego y envueltos en tocino y existen otras opciones mucho más jugosas y menos ricas en grasa. Para cuando finalice la sesión, con o sin dominó en el inter, posiblemente le habrán recomendado un buen café irlandés para prescindir del postre y endulzar el paladar. No necesita reservar pero no llegue tarde.



