aviso-oportuno.com.mx

Suscríbase por internet o llame al 5237-0800




Corte!... y Confesión | Ysabel Gracida

La sombra del caudillo en DVD



COLUMNAS ANTERIORES

Acervos de directores o actores han sido vendidos al mejor postor ante la falta de apoyo para que la producción cinematográfica hecha en México se quede en este territorio

Lunes 12 de diciembre de 2005

La falta de interés de algunas instituciones culturales mexicanas para catalogar, rescatar, cuidar y difundir el patrimonio cinematográfico del país, ha generado que firmas comerciales e industrias extranjeras se vayan quedando poco a poco con los derechos de la obra fílmica nacional.

Acervos de directores o actores han sido vendidos al mejor postor ante la falta de apoyo para que la producción cinematográfica hecha en México se quede en este territorio.

Los trabajos de Cantinflas, de El Santo o de Buñuel que forman parte de la cultura mexicana, son algunos ejemplos, entre muchos, del saqueo que a diario sucede con nuestra memoria histórica que lo mismo traslada murales prehispánicos fuera del país que vende los derechos de autor de los grandes músicos, que deja perder el patrimonio plástico en manos de herederos voraces, que desmonta, poco a poco pero con fuerza, lo que de nación nos daba identidad. Cuando ya el máximo símbolo nacional de la mexicanidad, la guadalupana, tiene etiqueta made in China, poco hay que esperar de quienes tienen a su cargo la salvaguarda de la cultura nacional.

Así, resulta más bien natural encontrar en el mercado cada vez más productivo del cine en DVD las películas de El Santo con copyright estadunidense, así como una multiplicidad de productos que ya son parte de una mal entendida globalización que paulatinamente despoja a los usuarios de lo que les pertenecía, de lo que formaba parte de un imaginario colectivo que se desprende cada vez más, y con cierta violencia, de la historia que daba sentido de identidad a un pueblo como el nuestro.

Al margen de las atrocidades que la cultura ha sufrido en el último sexenio, la venta de lo que pertenecía a la colectividad, propicia una nueva sensación de orfandad respecto a lo que considerábamos como nuestro. Consorcios como el llamado Studio Latino a través de Ventura Entertainment tienen en su catálogo para los más de 40 millones de latinos que viven en Estados Unidos, un amplio listado que incluye las cintas más taquilleras de hoy y siempre, las más premiadas; las rancheras, las clásicas a color y en blanco y negro más aquellas que no se definen del todo y que entran en la categoría de lo que se llama cine independiente.

Esta asociación de California tiene ya en su acervo más de 300 películas, entre las que desde Estados Unidos llegan como productos de importación a México. Una cinta a destacar, por múltiples razones, es La sombra del caudillo (1960), versión cinematográfica de Julio Bracho sobre la extraordinaria novela homónima de Martín Luis Guzmán.

Una cinta que ha sido y sigue siendo maldita en México a partir de un veto impuesto por el ejército y prueba más que palpable del férreo control que la Secretaría de Gobernación impone a obras artísticas, más allá de su jurisdicción, ha sido editada para venderse en DVD, sin que nunca haya tenido en México una exhibición popular, sino que fruto de la clandestinidad circulara en copias en video que se cotizaban a precio de oro en La Lagunilla y sus alrededores.

Ya en la década de los 90, cuando el país vivía las "glorias" de ser parte de un tratado internacional, la cinta fue estrenada el 25 de octubre de 1990 en el ya desaparecido cine Figueroa por los rumbos de la Condesa, con una copia infame en 16 milímetros, un formato que nada tiene que ver con el original.

La sombra del caudillo que se encuentra, sin ninguna duda, entre las mejores películas del cine nacional ha sido recuperada desde el otro lado del río y esa cinta "que denigraba a México y a sus instituciones además de ofrecer una visión falsa de la historia y del Ejército mexicano" aparece en el mercado nacional, sin el carácter maldito o prohibido que desde 1960 ha tenido y ahora sólo con un carácter comercial que pone en manos de los espectadores una manera poco adecuada de ver un filme, pero al fin y al cabo, la única que hasta ahora han permitido sucesivos gobiernos del país.



PUBLICIDAD.