Opinion

El evento contó con la presencia de la misma Eugenia, así como de Rosa y Salvador Tous, propietarios de la firma, y tres de sus cuatro hijas, que llegaron cuando ya no cabía ni un alfiler en el lugar.

Casi al mismo tiempo llegó KATE DEL CASTILLO , imagen de la firma en México, acompañada de su inseparable Demián Bichir.

A excepción de Ana Claudia Talancón, que iba toda vestida de blanco, y Viviana Corcuera, quien lució un primaveral vestido de coctel con pashmina rosa a juego, el negro fue, una vez más, el color elegido por la mayoría de las asistentes.

Por lo visto, no concuerdan con Paris Hilton, quien califica como "aburridas" a las mujeres que optan por prendas de este color.

Los invitados fueron llegando a través de los jardines de la vieja casona, que alguna vez perteneció a don Antonio Hagenbeck, para luego visitar la exposición de la colección, en un salón del segundo piso, tapizado con brocado color turquesa.

Tanto las piezas de joyería, como las blusas y bolsas de calle que diseñó la duquesa de Montoro, están inspiradas en unos dibujos que realizó de zapatos y flores, y que fueron expuestos esa noche.

En lo personal me encantó la línea de joyería, que me pareció juvenil, moderna, original y de muy buen gusto. Debo reconocer que me hubiera llevado, encantada, la colección entera.

Durante la fiesta, tuve la oportunidad de conversar con Eugenia, una joven seria pero de trato muy amable, que asegura ser una enamorada de nuestro país, en el que ha estado en seis ocasiones. Me habló de su gusto por las quesadillas, las salsas picantes, y de lo mucho que le gustan los estados de Oaxaca y Puebla.

Aproveché para recomendarle que no dejara de visitar, al sur de Cholula, la iglesia de Santa María Tonanzintla, uno de esos lugares mágicos que hay en nuestro país, que resulta desconocido para mucha gente.

Y es que la riqueza de la yesería policromada de Tonanzintla, realizada por manos indígenas, contrasta con otras maravillas barrocas de la zona, como la capilla del Rosario, en Puebla, que tiene más semejanza con otras en España.

Eugenia tomó nota del dato, aunque dijo que tendría que ser en otra ocasión, ya que al día siguiente regresaría a Madrid, para encontrarse con su pequeña Cayetana.

También tuve oportunidad de conversar con Salvador y Rosa Tous, dos personas verdaderamente sencillas y encantadoras, que se encontraban felices por el éxito que ha tenido alrededor del mundo su famoso osito, que el próximo mes de junio cumplirá 20 años de edad.

También me contaron que este verano planean pasar algunas semanas en familia, en la casa de playa que poseen en Cadaqués, el pueblo que inmortalizó Salvador Dalí.

Entre los invitados esa noche, estuvieron Mónica Phillipson, Claudia Pezet, Beatriz Calles, Patricia Segués de Barrios Gómez, Celia Sitton, Elia Harfush de Aboumrad, Domingo Pérez Arizti, Ana Laura Llerena, Alejandro Sobarzo y su guapa esposa, la pintora chilena Gladys Schifferli, entre otros.

Mi estancia en aquel puerto coincidió con la visita de un conocido jeque árabe, que año tras año, por estas mismas fechas, se desplaza hasta ese destino con sus 51 esposas, varios miembros masculinos de su familia y un buen número de empleados y miembros de su seguridad personal.

Un nutrido grupo, que, curiosamente, pasa totalmente inadvertido en el lugar. No se les ve en la playa o tomando el sol junto a la alberca, cenando en alguno de los restaurantes de Cancún, o paseando por las calles. Tampoco se les ha visto nunca llegar, ni salir con su cargamento de maletas.

La razón, según supimos, es que la comitiva siempre viaja de noche para evitar los ojos de los curiosos.

Asimismo, tan pronto llegan rentan un yate, a bordo del cual disfrutan con entera libertad de las cristalinas aguas del Caribe mexicano.

Hay quien dice haberlos visto manejando wave-runners, buceando o nadando en alguna playa alejada.

Los pormenores de estos viajes del enigmático jeque árabe se mantienen en tal hermetismo, que nos ha sido totalmente imposible averiguar su nombre.

Nos enteramos, eso sí, que el grupo llegó por separado, ya que a medio camino, a los hombres de la comitiva se les antojó hacer escala en Las Vegas, donde pasaron un par de días jugando en los casinos, mientras las mujeres seguían el viaje, en su avión privado, hasta Cancún.

El jeque y sus 51 esposas, estuvieron hospedados en el hotel Ritz Carlton (su favorito), mientras que el resto de la comitiva lo hizo en Le Meridien y el recién estrenado, Acqua.

Nos enteramos también que cada año el jeque manda de avanzada a un grupo de profesionales, que se encarga de cambiar totalmente la decoración del piso que ocupará su comitiva, y que a su partida, vuelve a dejar todo como estaba.

Tanto misterio, como es lógico, ha sido caldo de cultivo para la rumorología: que si en vez de maletas llegan con sus roperos, que luego son instalados en sus suites; que si traen su propia planta para tratar el agua; que si cierran para ellos, de noche, las tiendas más prestigiosas de la zona, etcétera.

Lo cierto es que son turistas de primera (no sólo por los millones que gastan en nuestro país, lo cual es de agradecerse), sino porque en todos los años que tienen de visitar Cancún, jamás ha habido una sola queja contra ningún solo miembro de la comitiva.

Muchos turistas como éstos (y no spring-breakers), son los que necesita México. ¿No creen?