Tláhuac: ¿condenado al olvido?

Nació en la ciudad de México en 1955 e inició en 1980 su carrera profesional como reportero del diario "A.M." de León Guanajuato. Ha trabaj ...
Más de Ricardo AlemánDomingo 05 de diciembre de 2004
A 12 días, más preguntas que respuestas
La responsabilidad oficial, `papa caliente`
Hoy se cumplen 12 días del linchamiento de tres policías federales en San Juan Ixtayopan, Tláhuac de los cuales murieron golpeados y quemados en vida Víctor Mireles y Cristóbal Bonilla, y fue rescatado gravemente herido Édgar Moreno, y lo único que sabemos los ciudadanos es que con el paso del tiempo el doble crimen deja de ser noticia de primera plana, entra a ese pantanoso terreno del olvido colectivo, mientras que aparecen más dudas sobre los dos grandes momentos que marcaron el hecho: el móvil del crimen y la deficiente reacción de las autoridades policiacas.
En el primer momento, el del detonante para que una turba incontenible decidiera linchar y quemar en vida a dos de los policías federales, se han producido toda suerte de especulaciones, entre las que destacan tres líneas periodísticas no necesariamente de investigación oficial que han ocupado los titulares de los medios interesados en dar seguimiento al hecho: uno, que los policías investigaban a una red de narcomenudeo, lo que provocó la feroz reacción de los narcotraficantes, quienes habrían azuzado a los habitantes de la comunidad para linchar a los policías. Dos, que la investigación que realizaban los policías linchados en realidad era una operación encubierta que en el fondo perseguía a líder del grupo clandestino EPR, quienes a su vez habrían decidido ejecutar a los policías, con la ayuda de la gente, al verse en riesgo. Y tres, que los policías pretendieron extorsionar a pobladores de San Juan Ixtayopan, quienes decidieron hacer justicia por propia mano.
Y en el segundo momento, el de la ausencia policiaca para impedir el linchamiento, la confusión es aún mayor, pues en declaraciones periodísticas que más bien parecen justificaciones para evadir sus respectivas responsabilidades en el doble crimen, altos mandos de las dos corporaciones policiacas involucradas la PFP y la Policía Preventiva del Distrito Federal se acusan mutuamente, se defienden y nunca reconocen responsabilidad alguna. En todo caso, todo indica que el doble crimen empieza a ser cubierto por el manto del olvido colectivo, mientras que la PGR, que atrajo el caso, realiza una muy lenta investigación que según las promesas gubernamentales llegará hasta sus últimas consecuencias.
Lo cierto es que a 12 días del doble crimen, a pesar de que el escándalo mediático del linchamiento sacudió a la sociedad mexicana, de manera oficial nadie ha sabido explicar, por ejemplo, cuál era la comisión que tenían los policías linchados, quién y desde cuándo se les asignó esa comisión, y si fueron enviados a indagar sobre las actividades de una red de narcomenudeo, o de un grupo extremista como el EPR. ¿Por qué la Secretaría de Seguridad Pública, a cargo de Ramón Martín Huerta, y la PFP, que preside como comisionado José Luis Figueroa Cuevas, no han respondido a preguntas fundamentales como esas? Si de manera oficial se hubiese reconocido, por ejemplo, que los policías indagaban sobre narcomenudeo, o sobre las actividades de un grupo clandestino como el EPR, ya existiría, por lo menos, la "punta de la madeja" para tratar de explicar el hecho.
Por eso, y a partir de declaraciones públicas, tanto de habitantes de San Juan Ixtayopan como de policías que estuvieron en el lugar en el momento del linchamiento, como de la propia declaración ministerial de Édgar Moreno, el policía sobreviviente, podemos suponer que la mecha que desencadenó el linchamiento de los policías federales se localiza, más que en la respuesta de presuntos grupos guerrilleros, en el rechazo social a la autoridad, que bien pudo haber sido estimulado por personajes interesados, con vínculos en el narcomenudeo, o por la amenaza real o inventada, de que los policías eran secuestradores.
Para apoyar esa hipótesis, primero debemos recordar que antes de ser linchados, por lo menos uno de los policías que estaban en poder de la turba reconoció ante la televisión que realizaban investigaciones relacionadas con el narcomenudeo. Esa misma versión se repite en la declaración ministerial de Édgar Moreno, el policía sobreviviente, quien narró su versión de los hechos pocas horas después de haber sido internado en el hospital de Xoco. Podemos suponer que un hombre que es sometido a una golpiza como la que sufrieron los policías, no piensa en una coartada, cuando lo importante es salvar su vida. Así pues, hay indicios de que efectivamente los policías realizaban una investigación relacionada con el narcomenudeo.
Ahora bien, en otro ejercicio de memoria, también debemos recordar que el pasado martes 30 de noviembre dimos a conocer en el Itinerario Político de esa fecha, extractos de dos cartas que un habitante de San Juan Ixtayopan envió a su hermano, en las que narra con detalle lo ocurrido el 23 de noviembre, pero sobre todo le expone que 16 días antes del linchamiento, el 7 de noviembre, la comunidad se reunió en una asamblea en la que se decidió llevar a cabo el linchamiento. ¿La razón?, que tres hombres desconocidos, que viajaban en un automóvil blanco, habrían pretendido extorsionar con 500 mil pesos a otros habitantes de la comunidad, para no secuestrar a sus hijos. Pudimos comprobar que esa reunión se llevó a cabo, efectivamente, el 7 de noviembre, y que también como resultado de ella los habitantes de San Juan Ixtayopan acordaron acciones de autodefensa, como llamar a la población en general en cuento fueran detectados los "sospechosos", además de que redactaron un "escrito" dirigido a la delegada de Tláhuac, en el que relatan los hechos y reclaman seguridad. Ese texto también existe, y fue dado a conocer en el noticiero estelar de Televisa, por Joaquín López-Dóriga.
Así pues, queda claro que los habitantes de San Juan Ixtayopan habían detectado, desde los primeros días de noviembre, a tres hombres que, a bordo de un automóvil, realizaban movimientos "sospechosos" en el pueblo, tomaban fotografías, y que habrían pretendido extorsionar a por lo menos una familia, para no secuestrar a sus hijos. También quedó claro, según declaraciones de funcionarios delegacionales de Tláhuac, que el narcomenudeo en esa demarcación y sobre todo en San Juan Ixtayopan era conocido por todos. No se sabe si efectivamente existió el intento de extorsión para no secuestrar a los hijos de una familia; tampoco se sabe si se trató de una versión inventada para enardecer al pueblo. Pero sí se sabe, por versiones periodísticas, que algunos de los incitadores del linchamiento, como una mujer conocida como La Gorda o La Güera , y algunos de los jóvenes captados por la televisión como los que participaron en el linchamiento, están involucrados precisamente en el narcomenudeo.
Según la versión ministerial que rindió en el hospital de Xoco el policía sobreviviente, Édgar Moreno, todo inició cuando la tarde del 23 de noviembre fue interceptado por "unas personas que dijeron que eran padres de familia de los niños que iban a esa escuela, y que qué estaba haciendo ahí... Luego, dos sujetos que también me dijeron que eran padres de familia me empezaron a agredir física y verbalmente". Ahí comenzó todo. Édgar Moreno, junto con los otros dos policías, habrían sido identificados como los tres hombres que, en la asamblea que realizó el pueblo el 7 de noviembre, 16 días antes, los habitantes de San Juan Ixtayopan ya habían sentenciado a muerte. Distorsionada y todo, la versión de los supuestos secuestros aparece a lo largo de todo lo que se conoce del linchamiento. Y apareció, como intento de secuestro y de extorsión, en la asamblea que los comuneros realizaron el 7 de noviembre.
En esa reunión se acordó, entre otras cosas como lo expusimos aquí el pasado martes 30 de noviembre, en el extracto de dos cartas que un habitante de San Juan Ixtayopan le envió a su hermano, lo siguiente: "Se acordó detectar al famoso carro blanco con los tres sospechosos. Quien los viera tenía que tomar las placas y modelo, y posteriormente hablar a los vecinos para salir todos y detenerlos. Pero surgió la gran pregunta: los agarramos ¿y luego qué hacemos con ellos? Opiniones fueron y vinieron. Unas ecuánimes y sensatas u otras radicales, muy radicales. Pero lo más interesante fue el acuerdo general, el consenso de la gran mayoría, no de la mitad, ni inducida por algunos de los más radicales. Fue el sentimiento de casi la totalidad; jóvenes, ancianos, de todos. Bajo una simple lógica.... La policía le hablamos y no llega. Si llega y se los lleva al poco rato salen libres. La delegación no nos hace caso, nunca hay patrullas que vigilen la colonia... Acuerdo lógico: vamos a lincharlos. Vamos a golpearlos para que todo mundo se entere y oigan los ladrones y secuestradores que aquí no se van a poder meter. Total, si salimos todos no nos hacen nada. Pero hay que salir todos..."
Hasta el momento nadie sabe si existió el intento de extorsión para no secuestrar a dos niños de la comunidad, o si esa versión fue inventada por quienes veían en riesgo su actividad como pudieron haber sido los encargados del narcomenudeo; lo cierto es que los pobladores de San Juan Ixtayopan ya sabían qué hacer frente a tres desconocidos, que viajaban en un automóvil blanco y tomaban fotografías. En una declaración periodística, (EL UNIVERSAL, 1 de diciembre de 2004, pag. 17), Gloría Hernández González, quien comandaba a los únicos policías que llegaron al lugar para tratar de rescatar a los policías secuestrados y que ya empezaban a ser linchados, reveló: "A pesar de haberse identificado como agentes federales, La Güera los acusó de ser los secuestradores que retrataban niños afuera de las escuelas, y pidió a su hijo que activara las alarmas caseras de los pobladores". En su propia declaración ministerial, Édgar Moreno, el policía sobreviviente, relata que poco después de que los pobladores los detuvieron, llegó al lugar una patrulla con dos policías y una mujer, que intentaban rescatarlos, pero fueron repelidos por los pobladores, a golpes y piedras, mientras que insistían en acusarlos de ser los secuestradores de niños.
Las versiones periodísticas permiten reconstruir un escenario en donde el origen del hecho se habría desencadenado por la propagación entre los habitantes de San Juan Ixtayopan, de la versión, cierta o real, de que tres desconocidos que merodeaban el pueblo, que tomaban fotografías, habían intentado extorsionar a una familia del poblado, para no secuestrar a sus hijos. Queda abierta, como una posibilidad, la versión de que efectivamente la población pudiera haber reaccionado ante un intento de extorsión con la amenaza de secuestro que por cierto no es descabellada, y por otro lado, la posibilidad, tampoco descartable, que esa versión se pudo haber propalado, por pobladores vinculados con el narcotráfico, como una reacción de defensa.
En todo caso, el segundo de los momentos de la historia, de la responsabilidad oficial en el linchamiento de tres policías federales y el asesinato de dos de ellos, es la segunda gran interrogante. Y debemos empezar por otra versión periodística, no desmentida. La tarde del 23 de noviembre, día de los hechos, entre las 18:30 y las 20:20 horas, Marcelo Ebrard, el secretario de Seguridad Pública del Distrito Federal, se encontraba en una reunión con radiodifusores. Asistentes a ese encuentro han asegurado que Marcelo Ebrard en ningún momento fue informado de lo ocurrido en Tláhuac. Esto demuestra que toda la información sobre el linchamiento estuvo a cargo del segundo de Ebrard, del subsecretario de Seguridad Pública del DF, Gabriel Regino, quien habría estado informado de manera oportuna de los acontecimientos en Tláhuac, pero no informó a su jefe.
A su vez, el comisionado de la PFP, José Luis Figueroa Cuevas, dijo en diversas entrevistas periodísticas que Gabriel Regino le informó en diversas comunicaciones telefónicas que el problema estaba controlado, hasta que se enteró, por televisión, que los policías habían sido linchados y quemados vivos. Hasta entonces reaccionó. En respuesta, Gabriel Regino dijo que 13 días antes del linchamiento, los agentes de inteligencia de la PFP habían sido descubiertos por habitantes de las colonias Peña Alta y Torres Bodet, que su presencia estaba provocando "inquietud" entre los habitantes de Tláhuac, y que la PFP no tomó las medidas necesarias. Pero más allá de que los mandos de las dos corporaciones policíacas pretenden salvar su imagen, lo cierto es que la "guerra" entre los gobiernos federal y de la capital del país se ha traducido en una guerra en todos los niveles de ambos gobiernos, y que ese es el germen del vacío de autoridad que desembocó en el linchamiento de los policías federales. Por lo pronto, el tiempo empieza a calmar el enojo social, mientras que todos sigue como si nada, todos siguen en sus cargos como si nada y todos esperan que algún día de éstos, como si nada, se le dé carpetazo al asunto.
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