La perdurabilidad de Oscar Wilde
Domingo 17 de octubre de 2004
Hace 150 años, el 16 de octubre de 1854, nació en Dublín, capital de Irlanda, Oscar Fingal O`Flahertie Wills Wilde, que pasaría a la historia de la literatura universal con el nombre abreviado de Oscar Wilde merced a una obra extraordinaria integrada por cuentos, novelas, comedias, poemas y ensayos en la que sobresalen títulos como El príncipe feliz, El fantasma de Canterville y otras historias, El crimen de lord Arthur Savile, Intenciones, El alma del hombre bajo el socialismo, El retrato de Dorian Gray, El abanico de lady Windermere, Un marido ideal, La importancia de llamarse Ernesto, Una mujer sin importancia, Salomé, De profundis y Balada de la cárcel de Reading y otros poemas.
Murió en París, el 30 de noviembre de 1900, tres años después de haber abandonado la cárcel de Reading, a donde fue a parar luego de ser sentenciado a cumplir dos años de trabajos forzados, condena que le dictó un tribunal en 1895, bajo la acusación de inmoralidad, indecencia y sodomía, en una de las mayores farsas jurídicas de todos los tiempos, como ha dicho Ulises Petit de Murat, prohijada por la hipócrita moral victoriana y exigida y azuzada por la prensa escandalosa.
Este episodio, que llevó a la ruina a uno de los grandes y más exitosos escritores de su tiempo, se inició con el acoso homofóbico del marqués de Queensberry. Después de haber sido un artista triunfador y celebrado, Wilde pasó a ser un delincuente y un paria, porque esta persecución no sólo lo condujo a la cárcel sino también al desastre económico y a la ignominia.
En el prólogo de su extraordinaria traducción al español (la primera que se hizo íntegra en este idioma) de la Epistola: In Carcere et Vinculis (De Profundis), la extensa carta que escribió Wilde para reflexionar sobre su desgracia, José Emilio Pacheco señala que "La Labouchère`s Criminal Law Amendement Act de 1885 había logrado que se considerase la homosexualidad un delito; en aras del prestigio victoriano se decidió hacer un escarmiento general en la cabeza de Oscar Wilde. Con todo, no puede omitirse el hecho del rencor acumulado contra él porque sus obras teatrales caricaturizaron con verdadera hostilidad a la clase dominante, algunos de sus cuentos fueron claras denuncias de la opresión y la injusticia y El alma del hombre bajo el socialismo lo enemistó definitivamente con el establishment".
"Todo mi genio lo puse en la vida; en mis obras sólo puse mi ingenio", dijo en alguna ocasión, y en esa muy famosa carta escrita en la cárcel de Reading, dirigida a lord Alfred Douglas ("Bosie"), causante en cierto modo de sus males, Wilde afirmó: "No deploro ni un solo instante de los que he dedicado al placer. Lo hice plenamente, como deberíamos hacer todo lo que emprendemos".
Borges, quien admiró a Wilde sin reservas, dijo de éste que tuvo un destino no sin infortunio y deshonra, y pese a toda la desdicha que padeció hacia el final de sus días, dejó "una obra, que es feliz e inocente como la mañana o el agua". A ello añadió: "Observa Stevenson que hay una virtud sin la cual todas las demás son inútiles; esa virtud es el encanto. Los largos siglos de la literatura nos ofrecen autores harto más complejos e imaginativos que Wilde; ninguno más encantador. Lo fue en el diálogo casual, lo fue en la amistad, lo fue en los años de la dicha y en los años adversos. Sigue siéndolo en cada línea que trazó su pluma".
En efecto, los trágicos años finales de su existencia, a pesar de la desgracia para el escritor, legaron paradójicamente a los lectores una obra que no resuma resentimiento sino generosidad. Dentro de su amargura, la Epistola: In Carcere et Vinculis tiene algunos de los momentos más extraordinarios de la reflexión que se hayan hecho acerca de la condición humana, sus miserias y sus vanidades. Para Wilde, "el vicio supremo es la limitación de espíritu. Todo lo que se comprende está bien".
La limitación de espíritu de sus jueces lo confinó durante dos años en prisión y arruinó su existencia, porque reflexionaría Wilde "los dioses son extraños: no sólo emplean nuestros vicios como instrumentos para flagelarnos, sino que nos conducen a la ruina por medio de lo bueno, amable, humano que hay en nosotros".
A 150 años del nacimiento de Wilde, sus libros, como bien observa Borges, siguen teniendo ese encanto que poca literatura conserva; siguen leyéndose con la emoción y la transparencia de espíritu que su autor puso en ellos. Son, además, libros inteligentes que nos hacen siempre pensar y nos mueven a valorar los sentimientos. La perdurabilidad de la obra de Oscar Wilde está más allá de su tragedia y de la injusticia que con él se cometió.
Escritor


