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Estrictamente personal | Raymundo Riva Palacio

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Andrés Manuel López Obrador, jefe de Gobierno del Distrito Federal, presentó ayer su proyecto de nación para el 2006. Aunque se quedó corto para declararse candidato a la Presidencia, sólo un iluso podría dejar de pensar que el horizonte de sus pa...

Lunes 30 de agosto de 2004

El candidato

Manuel López Obrador se transformó ayer de jefe de Gobierno del Distrito Federal, al precandidato presidencial con más potencia para 2006

Andrés Manuel López Obrador, jefe de Gobierno del Distrito Federal, presentó ayer su proyecto de nación para el 2006. Aunque se quedó corto para declararse candidato a la Presidencia, sólo un iluso podría dejar de pensar que el horizonte de sus palabras se encuentra en la próxima campaña presidencial. Sería, por lo demás, absurdamente innecesario que anunciara en 20 puntos las líneas de acción que debe seguir el próximo gobierno. También sería un acto torpe, inútil y con soberbia bisoña, pues sólo alguien que aspira ser candidato puede hacer un ejercicio productivo en el diseño programático de un "proyecto alterno", como al que el político tabasqueño se refirió a su manifiesto.

El discurso de López Obrador en el zócalo capitalino, el histórico corazón político de la nación, fue coreado y aplaudido por decenas de miles de personas que acudieron a brindarle su apoyo voluntaria o inopinadamente en contra del desafuero que pende sobre su cabeza. El perredismo enardecido y sus clientelas políticas movilizadas parecieron disfrutar de las palabras del gobernante defeño. Pero en realidad, lo que hizo López Obrador fue un cúmulo de enunciados, de qués y porqués, pero nunca de cómos, que, por lo demás, es la parte más importante de todo proyecto: la mejor idea, sin ruedas para caminar, nunca avanza.

En realidad, también, López Obrador evocó en tono y frases un priísmo setentero que se empalmó perfectamente con la movilización sectorial y el acarreo que realizó el PRD para que el acto no resultara deslucido, y sus plumas pudieran vitorearlo y tocar los tambores al día siguiente. No hay ideas frescas e innovadoras en el discurso de arranque de campaña presidencial de López Obrador. Hay insuficiencias y contradicciones. Peor aún, es una combinación de ideas que abreva, seguramente sin estar enterado mucho menos aún quienes lo vitoreaban, de promesas de campaña de su eterno rival, Carlos Salinas, líneas ideológicas de Luis Echeverría y José López Portillo, o políticas específicas de su actual adversario de cuadrilátero, el presidente Vicente Fox.

Por ejemplo: 1. López Obrador se refirió a la inmigración, aportando datos falsos al aislar a este gobierno como el único que ha hecho expulsiones masivas de refugiados económicos. Mencionó que actualmente emigran a Estados Unidos 400 mil mexicanos, señalando el número como una cifra sin precedentes. Esta afirmación tiene dos fallas importantes: la primera es que habla de emigrantes, cuando en realidad a lo que se refiere son cruces donde una persona puede ser detenida y deportada varias veces, inclusive el mismo día; la segunda es que no hay grandes variaciones con otros años desde hace varios lustros. De igual forma, no deja de ser paradójico que dos de las principales plataformas migratorias hacia Estados Unidos, Michoacán y Zacatecas, sean gobernadas por perredistas.

2. Afirmó que el principal tema de la agenda con Estados Unidos es el de la migración, afirmando que es "inaceptable" esa expulsión masiva. Tiene razón, desde el punto de vista ético; es inaceptable. Ese mismo razonamiento fue el que asumió Jorge Castañeda, quien como primer secretario de Relaciones Exteriores de Fox lo convenció de tener en la inmigración el eje de la relación bilateral con Washington.

3. López Obrador criticó el modelo económico neoliberal, que comenzó a mitad del sexenio de Miguel de la Madrid, y se lanzó contra toda imposición económica desde el extranjero. Más adelante, propuso en su programa "aplicar una política de austeridad en todos los niveles", que es exactamente lo que desde hace algunas décadas han impuesto el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial a sucesivos gobiernos mexicanos.

4. Señaló que es indispensable una comisión de la verdad para transparentar el caso del Fobaproa, que ha sido una de sus banderas políticas desde hace varios años. Lo que no dijo en su discurso y ha sido poco socializado en la opinión pública mexicana, es que Gutsa, la empresa constructora que ha estado entre las principales beneficiarias de las obras de los distribuidores viales en la ciudad de México, fue una de las grandes compañías rescatadas por Fobaproa.

5. Entre sus primeros puntos planteó su rechazo a la privatización de la industria eléctrica o del petróleo, alegando que el costo de la gasolina y el gas es más alto en México que en Estados Unidos. Tiene toda la razón en el dato frío. Lo que no aclaró es que, de acuerdo con todos los estudios, es la falta de inversión en el sector energético principal explicación para aquellos que apoyan la apertura la que frena mayor competitividad, eficiencia y beneficio para los consumidores. ¿Cómo lograr el primer objetivo cancelando el segundo? No lo explicó, como también soslayó una cifra espeluznante: el capital extranjero que tanto asusta, ha ido apoderándose a través de inversiones de más de 14 mil millones de dólares de la industria y las empresas mexicanas, mediante la compra de activos. Es decir, mientras discutimos el sector energético, los mexicanos nos estamos convirtiendo en empleados de extranjeros.

6. Esta argumentación es la que contradice lo que afirmó como una de sus principales máximas: "Un nuevo proyecto de nación debe proponer una alternativa capaz de aprovechar la globalización, ejerciendo nuestra libertad para el bienestar nacional". La modernidad, manifestó en este sentido, debe ser "desde abajo", que es exactamente lo mismo que decía Salinas como precandidato, quien terminó haciendo lo contrario.

7. López Obrador dijo que habría que regresar a la política de fomento industrial, que impulsaron fuertemente Echeverría, López Portillo y con menor énfasis De la Madrid, con el propósito de reactivar la fuente de empleos con un efecto multiplicador. Para esto dijo que habría que impulsar la industria de la construcción. Es indudable que ese diablillo keynesiano que lleva adentro López Obrador que lo anima es su política de bienestar social a costa del erario, lo contrapone dramáticamente con su otro postulado de "austeridad en todos los niveles" que es, precisamente, lo que no ha hecho con sus medidas asistenciales y solidarias.

En su catálogo programático, López Obrador dejó traslucir nuevamente su filosofía del deber ser. Lo que quiere se fundamenta en lo ético, en lo justo, en la buena voluntad. Esa es la manera como se resuelven las contradicciones del proyecto que esbozó y que acomoda los antagonismos, incluidos aquellos que emanan de su propio pensamiento. Pero a López Obrador eso no debe importarle mucho. Ha visto que no importa lo que diga, pues lo adoran y adulan, y que es irrelevante el mañana porque con su presente ocupa todo el espacio. Como candidato oficioso se presentó este domingo en sociedad y construyó una nueva coartada por si lo llegaran a desaforar: me tuvieron miedo, dirá. Y todos, al unísono, le gritarán: tienes razón.

rriva@eluniversal.com.mx / r_rivapalacio@yahoo.com



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