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La Voz Invitada | Poli Délano



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Martes 25 de enero de 2000

Poli Délano

Cartagena


ACartagena es un pequeño balneario del Pacífico, situado en la misma latitud de Santiago, a cien kilómetros de carretera, un poco al norte del puerto de San Antonio. Cuando yo cumplía 20 años y estaba por terminar los estudios universitarios, mis padres decidieron irse a vivir a Cartagena, al "buque", como llamábamos a la casa en forma de barco que poco antes habían comprado, situada en un alto risco sobre el mar y con un impresionante dominio visual sobre toda la bahía. Desde entonces, mi vida estuvo muy estrechamente ligada a esa diminuta ciudad que no excede los 12 mil habitantes.

A mediados de los años 70, mientras me hallaba exiliado en México, yo coordinaba un taller de cuento en Cuernavaca. Recuerdo que no me cansaba de hablar de Cartagena, de intentar su difícil descripción y de contar historias que me habían ocurrido allí. También escribí cuentos o fragmentos de alguna novela que la tuvieron como escenario. Morris Schawarzblat, Elena Dresser, Seco Uribe, Marcel Sisniega, Susana Mendoza deben de haberse cansado más de una vez de mi majadería "cartageniana"; pero ocurría que casi toda la poderosa nostalgia por la tierra de origen que produce el exilio, esa situación forzada en que no se puede regresar, a mí se me concentraba en Cartagena, como si ésta fuera la síntesis o el símbolo de Chile y todo lo que implica: su pueblo, su historia, su tradición. Recuerdo que Susana hasta escribió ella misma un cuento ambientando en una Cartagena que no conocía; que inventó a partir de mis recuerdos.

La bahía de Cartagena, poblada originalmente por indígenas, fue "descubierta" por los españoles en 1541, y un siglo y medio más tarde se estableció en sus litorales un grupo comandado por el capitán Juan de Cartagena. En las dos últimas décadas del siglo XIX, el villorrio empezó a convertirse en el balneario de la burguesía chilena más adinerada. Se levantaron hermosas mansiones copiadas de la arquitectura de los balnearios europeos, se construyó la Terraza, un paseo costero sobre abruptos roqueríos, que une dos grandes playas. Copia de Niza. En 1921 este punto de la costa, el más cercano de la capital, recibió la primera visita del ferrocarril. A partir de ese momento el turismo a la zona se comenzó a masificar, el pueblo empezó a llegar al mar en los vagones del tren, y los ricos emigraron un poco más hacia el norte y fueron fundando otros balnearios donde no habría de llegar el ferrocarril.

Muchos escritores, a lo largo del siglo, eligieron Cartagena como lugar de residencia. Vicente Huidobro, entre ellos, cuya casa es hoy monumento histórico; el novelista español Vicente Blasco Ibáñez, en Marina Alta; el poeta Manuel Magallanes Moure, en Playa Grande, Augusto D Halmar, Luis Enrique Délano, en la Costanera que hoy lleva su nombre; Adolfo Couve, más recientemente.

Hace alrededor de diez años, el periodista José Miguel Zambrano hijo de un mariscador de la ciudad y el autor de esta nota, fundamos la Sociedad de Amantes de Cartagena, con el propósito de convertir nuestro balneario en capital cultural de la costa central de Chile. Impulsamos los festivales del arte y la defensa de los valores arqueológicos, ecológicos y arquitectónicos de la zona. Hoy nos encontramos contentos, porque el último 18 de diciembre, justo al mediodía, en una ceremonia pública celebrada en el recinto de la vieja estación ferroviaria en ruinas, pero cerca ya de su restauración, algunos sectores de la ciudad fueron declarados Zona Típica, una de las cinco categorías mediante las cuales el Consejo de Monumentos Nacionales protege nuestro patrimonio cultural.



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