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Cinecrítica | Tomás Pérez Turrent

Bill y la aventura de Beatrix Kiddo



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La nueva película del por todos admirado Quentin Tarantino, no es más que una parte dos, tan codiciada por productores y realizadores. Seguramente que los abundantes detractores de la primera entrega estarán en esta segunda ocasión mucho más conte...

Viernes 04 de junio de 2004

Bill y la aventura de Beatrix Kiddo


La nueva película del por todos admirado Quentin Tarantino, no es más que una parte dos, tan codiciada por productores y realizadores. Seguramente que los abundantes detractores de la primera entrega estarán en esta segunda ocasión mucho más contentos. Yo creo que es más o menos la misma cosa. La primera era una orgía de coreografías y bastones muy cuidados y más pretenciosos, en la nueva el señor que se supone escribe mejor que nadie, según sus múltiples adoradores, nos ofrece una cadena de largas secuencias muy dialogadas lo que se entiende pues es el hombre que mejor escribe según sus seguidores: ahora con razón. Uno se asombra de que la película sea a veces tan buena y a momentos tan inútil.

Es cierto que la cinta del señor Tarantino tiene muy buenos y aún grandes momentos. Como ejemplo se podrían citar muchas cosas brillantes e incluso ejemplares. Creo que las mejores escenas son aquellas en las que domina la digresión, como en el caso del pez rojo que hace flop flop sobre el tapete, o bien el intercambio de miradas y el momento memorable en el que Michael Madsen (Budd) es echado del bar por señoras, cuando él es uno de los cómplices. En ésta y en otras, brilla un montaje exacto y a la vez razonable, que se toma su tiempo. Todo esto le ayuda a encontrar su ritmo, que se asemeja al de Pulp Fiction . Aquí se permite no seguir ninguna regla narrativa, al tiempo que se pone al servicio del dominio de lo visual y lo auditivo: pero, claro, hay que poner atención.

En este caso se pone al servicio de la mezcla de texturas, llegando por momentos a tres urdimbres diferentes en una sola escena, trabajando a la vez los tonos, los géneros, las cadencias para desembocar en una secuencia extrañamente íntima, que choca con la naturaleza de la primera película (la del Vol 1). Beatrix Kiddo (Uma Thurmann) se venga efectivamente de los dos hombres y de la mujer que estaban marcados por haber participado en el asesinato de su joven hombre y de ella misma (que muere y resucita como un Cristo). Lo hace como contra su voluntad, o por lo menos de una manera lenta o muy morosa, como si quisiera retardarla. La heroína va a tener que pasar un aprendizaje para poder "resucitar", incluso su ex amante y al mismo tiempo su "asesino", Bill (David Carradine) al que quiere matar, la envía al anciano maestro del Kung-Fu, un terrible viejo de respetable bigote, barbas y pelo blancos, para que aprenda todo. Tarantino lo filma también con un ritmo lento (aquí sí no tiene nada que ver con la primera película). Para obligar al espectador a fijarse bien y a ver los sucesos como si no quisiera rematarlos. Así Budd, el amigohermano menor vegeta y rumia su fracaso existencial hasta el fondo de la botella. Madsen se permite usar su carne lastimada y con sus ojos de semilla de sandía y su aire de filósofo, después de enterrar a Beatrix, sabiendo que llegado el momento, le permite con una seña utilizar su fusil de doble cañón cargado de sal. Darryl Hannah, por su parte, recupera sus cualidades y su ferocidad de Ciborg de Blade Runner y aquí se convierte en una verdadera reina de la maldad, dueña de una serpiente archivenenosa, fogosa y rápida. El combate entre la heroína resucitada es memorable (venga así al villano Madsen que la enterró y luego le dejó su rifle para que escape. Madsen es pues un héroe sacrificado por la serpiente.

Tarantino filma este tramo con el peso del espacio exiguo. Y cuando por fin, al cabo de varios choques, viene el momento de la verdad entre Bill y la esposa que está toda negra (y de manera más crucial y evidente, como una bella durmiente). Los dos amantes enemigos se dan explicaciones con sorpresa que uno cree final pero aún faltan unos 20 minutos, con una serie de vueltas que uno cree inútiles, puesto que todo está ya dicho. Quizá así quede todo dicho. Creo que las explicaciones salen sobrando. El hecho es que Bill el pistolero implacable vuelto rico y Beatrix la bella durmiente se reencuentran pero para su desgracia, demasiado tarde: son víctimas de sus propios excesos. Las figuras de la muerte siguen actuando y lo más irónico y quizá conmovedor es que esto ya se esperaba y estaba anunciado por el propio Tarantino.

En cuanto a los actores, Tarantino sigue exitosamente su trabajo iconográfico con Uma Thurman (de tal manera que uno se pregunta cómo va a hacer para salir en otros proyectos, otros personajes). En la parte inicial en blanco y negro, ella es maliciosamente filmada. Se diría que estas secuencias son casi transparentes en todas las reacciones de la heroína. La transparencia se convierte en una pequeña y esperada tempestad. Ella como actriz está muy bien, lo cual no es novedad: ya lo sabíamos. La verdadera sorpresa está del lado de David Carradine, que como todo mundo sabe es un ícono por lo menos desde las películas de Kung-Fu , esto era ya archisabido. El envejecimiento, es decir, el tiempo que le ha enseñado a hablar bajando el tono con lo que logra establecer la idea de que es el hombre más diabólico y terrible del planeta. ¿Dirección de actores? Sin duda.

Tanto como Carradine está el caso de dos actores más, el tantas veces mencionado Michael Madsen (Budd), que brilla como el villano ambiguo personaje en el que aparece como insuperable, lo cual no es novedad. Otro veterano por lo menos mucho más cascado que Madsen que también se deja ver, el veterano Michael Parks, quien en la frontera cerca de Ciudad Acuña (Coahuila) se hace llamar Esteban (con acento tónico en la A) y aporta lo suyo en su personaje de gringo poseedor de un harem de prostitutas que se hace pasar por padrote mexicano. Su papel es muy breve pero consigue hacer creíble a su cinturita que pasa por mexicano, estando incluso tan en papel como los que lograba Peckinpah en este género, sin recurrir a la parodia. Nunca antes, por lo menos desde Pulp Fiction e incluso de manera menos forzada, Tarantino había conseguido aliar la textura, los colores, las palabras y aún la música, que por esta ocasión se debe al nefasto Bobby Rodríguez que posiblemente podrá tener éxito en la música, aunque también hay que pensar que una vez no es siempre. También tiene mucho que ver el que Tarantino ahora dirige no para apantallar snobs , sino para darse gusto y no como presidente del jurado canniano. Kill Bill (Volumen 2) aparece ya como su propio jubileo. Felicidades a sus incondicionales, ahora parece que es verdad. Esperemos.

Cines: CNA, Bosques, Polanco, Tláhuac, Coapa, Insurgentes, G. Sur, Loreto, Chino, Real, Ticomán, WTC, S. Fe, Diana, Izcalli, Armas, Perisur (2) y 40 más.



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