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Análisis | Carlos Marichal (Primera de cuatro partes)

Los orígenes de la banca en México

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El nacimiento de las instituciones bancarias en México fue tardío, no solamente en relación con Europa o Estados Unidos, sino inclusive con otros países de Latinoamérica. En Europa, los primeros bancos tienen una larguísima prosapia: el Banco de G...

Lunes 15 de marzo de 2004

Los orígenes de la banca en México


Hasta 1914, el sistema bancario mexicano estuvo dominado por los dos grandes bancos, el Banco de Londres y Banamex
El nacimiento de las instituciones bancarias en México fue tardío, no solamente en relación con Europa o Estados Unidos, sino inclusive con otros países de Latinoamérica. En Europa, los primeros bancos tienen una larguísima prosapia: el Banco de Génova fue fundado en 1406, el Banco de Amsterdam en 1609, el Banco de Inglaterra en 1694. En Estados Unidos, los primeros bancos datan de fines del siglo XVIII, como es el caso del Banco de Boston, pero fue en la primera mitad del siglo XIX que se multiplicaron con sorprendente rapidez, acogiéndose a una legislación que favorecía el desarrollo de la banca local. Para 1860 ya existían mil 600 bancos locales en el país vecino: allí, la revolución industrial y agrícola fue acompañada por una formidable revolución bancaria.

En contraste, en México a mediados del siglo XIX todavía no existía ningún banco comercial. El famoso agiotista y promotor del primer ferrocarril mexicano, Antonio Escandón, fue uno de los primeros en proponer la creación de un banco a la administración conservadora del general Santa Anna en 1853. Afirmaba que su proyecto era inmejorable, pues como banco de gobierno tendría un monopolio que sería de utilidad para el Estado, afirmando: "Si llegase a establecerse en México el banco, el general Santa Anna haría mejor negocio que el que hizo Guillermo III con el Banco de Inglaterra".

Sin embargo, no sería hasta la época del imperio de Maximiliano, en 1864, que se estableció el primer banco como sociedad anónima en el país, y no sería hasta el decenio de 1880 que comenzaron a multiplicarse las instituciones bancarias. En efecto, solamente hacia fines del siglo XIX puede hablarse de la consolidación incipiente de un sistema bancario nacional y regional en el país. Existían dos grandes bancos en la capital, el Banco de Londres y México (1864), inicialmente impulsado por capitales ingleses, y el Banco Nacional de México (1884), cuyos promotores originales fueron banqueros franceses. Durante decenios, el mayor y más importante fue el Banco Nacional de México porque fungió como banco de gobierno y se encargaba del servicio de la deuda interna y externa del sector público. Pero, al mismo tiempo, operaba como un gran banco comercial, abriendo sucursales y agencias en toda la República con rapidez desde el decenio de 1880. Otorgaba préstamos a empresas, manufactureras y agrícolas y también a grandes compañías de capital extranjero, entre ellos varios ferrocarriles e inclusive a la propia firma de los Guggenheim, que tenían una fundidora en Monterrey.

Hasta 1914, el sistema bancario mexicano estuvo dominado por los dos grandes bancos, el Banco de Londres y Banamex, constituyendo una especie de oligopolio bancario que no era conducente a un capitalismo más competitivo, como en Estados Unidos, sino que acentuó un patrón de desarrollo económico basado en la operación de grupos económicos con ventajas y privilegios. Ello también correspondía con el temprano patrón de desarrollo industrial en México desde 1890 en adelante, con un grado de concentración, solamente superado por la banca.

No obstante, debe recordarse que desde el último cuarto del siglo comenzaron a surgir una serie de casas de banca regional en el país. La ley bancaria de 1897, redactada por el ministro José Yves Limantour, autorizó el establecimiento de un banco de emisión en cada estado donde existiera un grupo de empresarios que tenían los capitales requeridos para fundar una empresa financiera solvente. Entre los más conocidos pueden señalarse el Banco Minero de Chihuahua, el Banco Oriental de Puebla, el Banco Mercantil de Veracruz, el Banco Mercantil de Monterrey, el Banco del Estado de México, el Banco Refaccionario de La Laguna, el Banco de Yucatán, entre otros (1). A principio de siglo existía ya un sistema bancario nacional relativamente complejo, aunque no del todo integrado.

Una de las debilidades subyacente del sistema bancario mexicano se cifraba en el hecho de que buen número de los bancos comerciales habían asumido un exceso de deudas con hacendados que no eran empresarios eficientes. La cartera vencida de dichos bancos constituía un peso muerto para todo el sistema bancario, lo que se manifestó de manera parcial con la crisis económica de 1907. El gobierno impulsó la creación de un banco paraestatal, denominado, la Caja de Préstamos para Irrigación y Fomento de la Agricultura en 1908, pero no resolvió este problema, sino que lo agudizó al seguir con una política de préstamos preferenciales para un círculo restringido de políticos influyentes y grandes hacendados. Sin duda, ello contribuyó a la profundidad de la gran crisis financiera y bancaria que tendría lugar pocos años después del estallido de la Revolución Mexicana, en especial a raíz de la incautación bancaria anunciada por el general Venustiano Carranza en 1915. Este decreto radical fue resultado de la hiperinflación que se produjo desde 1914 a raíz de las prácticas adoptadas por cada facción armada de imprimir su propio papel moneda. Después de tomar control de la capital de la República, Carranza declaró su intención de emitir una serie de billetes que llamó "infalsificables". Para lograr confianza en su política monetaria, declaró incautadas todas las reservas en metálico de los bancos privados, pero aún así la inflación siguió haciendo estragos. Estas medidas y la coyuntura revolucionaria hirieron de muerte al sistema bancario mexicano.

(1) Mario Cerutti y Carlos Marichal, editores, La banca regional en México, 1870-1930 , México, Fondo de Cultura Económica, 2003.

Investigador de El Colegio de México



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